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Columna: Los laboratorios ven un desastre en la negociación de precios de Medicare. No los escuche

Pills and a bottle.
La industria farmacéutica rechaza un proyecto de ley demócrata que permitiría a Medicare negociar los precios de los medicamentos.
(Associated Press)
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Curiosamente, la industria farmacéutica le dijo al pueblo estadounidense esta semana que permitir que Medicare negocie los precios de los medicamentos equivale al socialismo más que a un ejemplo de un mercado competitivo y saludable.

La industria señaló en una carta abierta al Congreso que permitir que Medicare regatee en nombre de sus 63 millones de beneficiarios le daría al gobierno “el poder de fijar el precio de los medicamentos”.

Los líderes de casi dos docenas de laboratorios expresaron que, si bien comparten las preocupaciones de los estadounidenses sobre los costos de la atención médica, “estos peligrosos experimentos de políticas no son la respuesta”.

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¿Experimentos políticos peligrosos? Casi todos los demás países desarrollados del mundo permiten que su sistema de seguros gubernamental negocie los precios de los medicamentos. ¿Y adivinen qué? Este uso razonable del poder de mercado permite a la gente en otros países pagar aproximadamente la mitad de lo que desembolsan los estadounidenses por ellos.

Eso es lo que los legisladores demócratas intentan abordar con una legislación que agregaría cobertura dental y oftalmológica a Medicare, y que finalmente permitiría que el programa negocie los precios con las compañías farmacéuticas, una medida de sentido común a la que los republicanos se han opuesto por mucho tiempo.

Sin embargo, no todos los demócratas están de acuerdo con la idea. Varios legisladores demócratas en el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes -incluido el representante Scott Peters, de San Diego, fuertemente orientado hacia la biotecnología- rechazaron la propuesta de negociación de precios el miércoles.

Pero posteriormente, la disposición se abrió camino hacia el Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara, lo cual la mantiene en la legislación por ahora.

“No hay absolutamente ninguna razón para que el gobierno no esté negociando los precios de los medicamentos”, afirmó Anirban Basu, profesor de economía de la salud en la Universidad de Washington. “Todo economista cree que esto debería suceder”, me dijo. “Todos los demás países lo hacen”.

Eso no quiere decir que Medicare deba tener el poder de hacer que los precios de los medicamentos sean tan bajos que los laboratorios ya no sean rentables, agregó Basu.

“Lo importante es estructurar las negociaciones para que sean justas para todos”, destacó. “Nuevamente, así es como lo hacen otros países”.

Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), no partidista, si el proyecto de ley demócrata se promulga le ahorraría al gobierno más de $450 mil millones en una década, al permitir que Medicare busque tarifas más justas.

El costo promedio de los medicamentos podría reducirse hasta en un 50%, estimó la CBO.

Frente a esta posibilidad, la industria farmacéutica estadounidense ingresó en pánico. El brazo de cabildeo de la industria, Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, afirma que los pacientes en EE.UU tendrían menos acceso a los medicamentos con los precios de Medicare, y que la innovación se vería afectada.

Stephen J. Ubl, director de PhRMA, calificó la legislación pendiente como “una cortina de humo” para otorgar al gobierno control sobre las medicinas. Para reforzar su caso, el grupo de la industria compartió citas de los principales ejecutivos farmacéuticos que advierten de graves consecuencias si Medicare gana un asiento en la mesa de negociaciones. “No apoyaremos políticas que perjudiquen el acceso de los pacientes [a los medicamentos]”, declaró Dave Ricks, director ejecutivo de Eli Lilly, una de las tres farmacéuticas que han mantenido los precios de la insulina en niveles obscenamente altos durante años.

“Haremos una investigación significativamente menor”, predijo Ken Frazier, director ejecutivo de Merck, fabricante del medicamento contra el cáncer Keytruda, que asciende hasta $20.000 por dosis.

Eli Lilly reportó $6.200 millones en ganancias el año pasado; Merck $7.100. Lilly’s Ricks recibió casi $24 millones en compensación total en 2020. Frazier, de Merck, obtuvo $22 millones.

Esto es lo que sucede cuando los laboratorios pueden cobrar todo lo que quieren por los medicamentos que salvan vidas y cuando el mayor comprador de productos farmacéuticos, Medicare, tiene que pagar lo que exija la industria.

Las compañías farmacéuticas están felices de regatear individualmente con cientos de aseguradoras privadas. Pero la idea de contemplar un programa gubernamental que represente a decenas de millones de personas es aterradora.

En pocas palabras, no se puede engañar a los pacientes cuando se unen hasta este punto. Solo se puede negociar de buena fe. Y no es así como la industria farmacéutica estadounidense, valuada en $500 mil millones, está acostumbrada a hacer negocios.

Scott Barkowski, economista de la salud de la Universidad de Clemson, señaló que es más fácil entender lo que está en juego si se imagina el mercado de los fármacos como un pastel realmente grande. “Si el gobierno tiene la capacidad de utilizar su control sustancial del gasto en atención médica para negociar los precios, los consumidores estadounidenses podrán tomar una porción más grande del pastel”, comentó. “Esto no necesariamente mejora la situación de la sociedad, porque el pastel es del mismo tamaño”, añadió Barkowski. “Pero uno puede considerar que es una división más justa entre consumidores y productores”.

Sin embargo, reconoció que las compañías farmacéuticas tienen razón al preocuparse de que menos ingresos podrían significar menor investigación de nuevos productos. “Los retornos de la innovación médica no serán tan grandes y la innovación podría ralentizarse”, comentó Barkowski.

Será lenta, quizá, pero no desaparecerá. La CBO estima que de los 300 nuevos medicamentos que se espera sean aprobados en EE.UU durante la próxima década, permitir que Medicare negocie los precios podría reducir ese total en ocho. Solo ocho menos, de 300.

No son las peores probabilidades a las que uno podría enfrentarse.

“Significa una reducción de la innovación de menos del 5%”, precisó Basu, de la Universidad de Washington. “Por ende, más del 95% de la innovación actual continuaría”.

Se trata de sacar el máximo partido a nuestro dinero en atención médica. En este momento, los estadounidenses gastan aproximadamente el doble en atención médica que los ciudadanos de otros países desarrollados.

Una de las principales razones de esto es que los laboratorios obligan a Medicare a cubrir los medicamentos según el criterio de “tómalo o déjalo”: paguen lo que queremos, o se quedan sin nada. “Cuando Medicare paga por una medicina más de lo que vale, el dinero extra que gasta en éste podría haberse destinado a otros tratamientos”, observó Jeffrey Hoch, director asociado del Centro de Políticas e Investigación de la Salud de UC Davis. “Este concepto se entiende claramente en otros países. Es por eso que sus sistemas de salud fomentan el uso de negociaciones”.

Como se indicó anteriormente, se trata de estructurar las cosas en pos de la equidad de todos los involucrados. La jugada inteligente, me imagino, es crear una entidad no partidista, similar a la Reserva Federal, que pueda considerar los precios de los medicamentos de Medicare (y, quizá más adelante, de “Medicare para todos”) con imparcialidad.

La industria farmacéutica busca que pensemos que lo que está ocurriendo es un intento de toma de control por parte del gobierno, pero no es así.

Lo único que proponen los legisladores demócratas, además de hacer que Medicare sea más eficaz con cobertura dental y oftalmológica, es emplear una economía de libre mercado bien establecida y capitalista, es decir, compradores y vendedores que colaboran para alcanzar un precio justo.

En su carta al Congreso, las compañías farmacéuticas llaman a su industria “la envidia del mundo”. Eso es cierto, si pensamos en los productos asombrosos que crean; pero, no lo es en absoluto cuando se trata de cuánto cobran.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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