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Los migrantes realizan viajes cada vez más peligrosos para ingresar a California por la costa

Marine interdiction agents in a boat in the water
Agentes marítimos, de las Operaciones Aéreas y Marinas del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza en San Diego, sacan un Buque Interceptor Costero de 41 pies para realizar una patrulla marítima estándar en San Diego.
(Ana Ramirez / San Diego Union-Tribune)
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Los agentes de la frontera de Estados Unidos encontraron a un migrante muerto en un barco pesquero abandonado en Carlsbad el pasado mes de abril. Un mes después, un crucero de cabina, sobrecargado con tres docenas de migrantes, se estrelló contra un arrecife cerca de Point Loma, matando a tres personas. Luego, de que un barco encalló cerca de Encinitas en julio, dos migrantes fueron hospitalizados con hipotermia.

Los agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) detuvieron a más migrantes en el mar en 2020 que durante los tres años anteriores, según datos de CBP. Las capturas a lo largo de la costa del Pacífico impulsaron ese aumento, pasando de 44 arrestos en el año fiscal 2017 a 766 en 2020.

Los encuentros en el mar siguen siendo sustancialmente más bajos que aquellos que se realizan en tierra, pero los expertos indican que el cambio a los cruces marítimos, en respuesta a las políticas fronterizas restrictivas y la devastación del COVID-19 en todo el hemisferio, está amplificando el peligro que enfrentan estos migrantes mientras intentan llegar a Estados Unidos.

Desde el 1 de octubre de 2020, agentes en la región de San Diego de CBP, que se extiende a lo largo de la costa de California desde Imperial Beach hasta la frontera de Oregón, han interceptado más de 330 embarcaciones marinas con 1.751 personas. El número de personas incluye a los migrantes interceptados y ciudadanos estadounidenses sospechosos de haberlos traficado.

Los funcionarios fronterizos reconocieron en un comunicado de prensa de agosto el movimiento hacia el norte de los contrabandistas a lo largo de la costa de California. Recientemente, los agentes detuvieron barcos más al norte de la costa, cerca de Long Beach, Catalina Island, Malibú y Santa Bárbara. El lunes temprano, un barco pesquero de 30 pies arrivó a la playa del condado de Ventura con 21 migrantes mexicanos y uno guatemalteco, señaló un portavoz de CBP.

Una de las tres personas que se ahogaron en el accidente del crucero de cabina en mayo pasado fue María Eugenia Chávez Segovia, una madre soltera de 41 años con dos hijos. Fue su quinto intento de cruzar la frontera.

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Chávez había hecho tres intentos por tierra. Los contrabandistas tasaron un cruce exitoso en $14.000. Pero cada vez, los agentes fronterizos la habían devuelto a Tijuana en un par de horas. De regreso a México, llamaría a su hermana menor, que vivía en Salinas, para hacerle saber que estaba a salvo.

Después de su tercer intento por tierra, le comentó a su hermana que no creía que pudiera cruzar la frontera sin que la atraparan. Por $4.000 adicionales, los contrabandistas sugirieron un cruce marítimo.

Marine interdiction agents patrol in a boat off the coast.
Agentes de interdicción marítima patrullan frente a la costa del Parque Estatal Border Field en San Diego.
(Ana Ramirez / San Diego Union-Tribune)

A fines de abril, Chávez se subió a un barco por primera vez con otros nueve migrantes. Pero el grupo fue interceptado en el mar y regresó a México. Después, le mencionó a su hermana: “Fue aterrador, hermana. Pero dicen que es seguro y que lo lograré en el próximo intento”.

Expuesto hasta que toque tierra

La difícil situación de los migrantes marítimos en Europa y otras partes del mundo ha recibido gran atención de los medios. En California, los cruces fronterizos terrestres dominan la narrativa.

Pero para los agentes marítimos de CBP, como Evan Wagley, eso está cambiando. Wagley coordinó la respuesta de la agencia dirigida al barco abandonado el 17 de abril y llamó al médico forense para recuperar el cuerpo. Las autoridades nunca determinaron quién fue el responsable de la tragedia, indicó.

“Una vez que estas embarcaciones tocan tierra, pueden subirse a un automóvil en cuestión de minutos”, explicó Wagley sobre los grupos de contrabandistas. “No tenemos forma de saber quién lo condujo, quién estaba en él. Eso dificulta nuestro trabajo, especialmente cuando hay personas fallecidas involucradas, porque eso es lo último que queremos ver”.

Marine interdiction agents Evan Wagley and J.J. Posey on a boat.
Los agentes de interdicción marítima, Evan Wagley, izquierda, y J.J. Posey realizando un patrullaje en San Diego.
(Ana Ramirez / San Diego Union-Tribune)

San Diego tiene el cuarto puerto más grande de California. Al golpear el agua todos los días en una lancha rápida de 41 pies cerca de la playa de Coronado, los agentes de CBP revisan otras embarcaciones en busca de migrantes, drogas y otros tipos de contrabando. En su mayoría, interceptan barcos que transportan personas en contexto de movilidad humana. Un viaje de incluso unas pocas horas puede ser peligroso, explicó Wagley. Los barcos que transportan migrantes casi nunca tienen suficientes chalecos salvavidas o agua. Algunas personas terminan con las costillas magulladas o conmociones cerebrales debido a mares turbulentos. La exposición prolongada al sol provoca deshidratación, mareos e hipotermia.

“Cuando la gente piensa en San Diego, piensa en el cielo azul y el sol, pero una vez que se llega a mar adentro puede ser implacable”, indicó Wagley, un pescador experimentado que se unió a las Operaciones Aéreas y Marinas de CBP desde la Patrulla Fronteriza en Calexico.

Cerca de Playas de Tijuana, donde una valla fronteriza de acero se extiende 300 pies en el agua, los agentes de CBP comúnmente interceptan a personas en motos acuáticas y kayaks, así como a nadadores. Los contrabandistas llevarán a una o dos personas a la vez, con la esperanza de que se mezclen con los bañistas habituales y se dirijan al desembarque más cercano al norte de la frontera, explicó Wagley. Más arriba, el tráfico se desplaza hacia barcos de entre 20 y 50 pies.

En un día soleado de agosto, el Times acompañó a agentes de CBP que siguieron a un equipo de trabajo. Los agentes que regresaban de la frontera de Tijuana vieron un velero en mal estado y se detuvieron para interrogar a los dos pasajeros.

Fue un día bastante ventoso pero el conductor estaba usando el motor en lugar de las velas. Eso podría ser sospechoso, explicó Wagley, porque muchos contrabandistas no saben navegar.

Marine interdiction agents board a sailboat from their boat after stopping the vessel.
Los agentes de interdicción marítima Nathan Wickham y Charles Cason abordan un velero después de detener el barco durante un patrullaje marítimo estándar en San Diego.
(Ana Ramirez / San Diego Union-Tribune)
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Los agentes Charles Cason y Nathan Wickham abordaron el barco para realizar una verificación de documentos. Preguntaron de dónde venían e iban los marineros, quién era el propietario registrado y comprobaron la cabina en busca de otros pasajeros. Con todo despejado, los agentes continuaron su camino de regreso a Point Loma.

Temprano esa mañana, una tripulación diferente había informado de un barco en Point Loma que iba hacia el sur e intentó detener al conductor. Él huyó.

Los agentes dispararon múltiples rondas para detener el motor. Abordaron el barco poco antes de las 6:00 a.m., a cuatro millas de donde había comenzado la persecución, e informaron que había un hombre, un ciudadano mexicano, a bordo. Los guardias costeros creen que acababa de dejar inmigrantes en Estados Unidos y estaba de regreso a México.

“Es realmente la culminación de la desesperación por parte de los migrantes y las prácticas comerciales de las organizaciones criminales”, señaló Wagley. “Están buscando explotar a estas personas para ganar dinero”.

Ese fue el caso de María Eugenia Chávez Segovia. Los contrabandistas le comentaron a una de sus hermanas, que vive en Salinas, que Chávez estaría en un gran barco que partiría en Ensenada y se detendría en un restaurante en el camino para no parecer sospechoso. Esa hermana le pidió al Times que no publicara su nombre de pila por temor a represalias por parte de los grupos del crimen organizado.

A las 8:00 a.m. del 2 de mayo, Chávez le indicó a su hermana que volvería a intentarlo. Al día siguiente, cuando la hermana aún no había tenido noticias de Chávez, le preguntó a uno de los contrabandistas qué había pasado.

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“Hubo un accidente, pero no pasó nada”, le respondió, asegurándole que todo estaba bien.

Photo of a woman with votive candles in front of it.
Foto de María Eugenia Chávez Segovia en la casa familiar en México.
(Alejandro Tamayo / San Diego Union-Tribune)

Evolución de los puntos migratorios activos

El año pasado, las detenciones marítimas en el sur de California superaron incluso a las del Caribe, según muestran los datos de la CBP, y fueron más de tres veces el número de la región de Miami.

La zona de Miami registró un máximo de 2.095 detenciones en 2016 debido al fuerte aumento de la migración cubana tras la renovación de los lazos del entonces presidente Obama con la nación isleña. Pero las detenciones allí disminuyeron drásticamente después de que el expresidente eliminó una política de larga data que permitía a los cubanos que se presentaban en un puerto de entrada solicitar la residencia permanente.

Todavía hay un movimiento significativo en el Caribe, con un aumento reciente en los haitianos que huyen de su empobrecida y políticamente inestable nación en barco. Las autoridades fronterizas interceptaron a más de 1.000 migrantes haitianos en el mar durante el año pasado.

Los migrantes haitianos también están llegando a la frontera entre Estados Unidos y México por tierra. Miles fueron expulsados el mes pasado de Texas después de recorrer Centroamérica y Sudamérica.

Algunos defensores de los inmigrantes señalan que la política fronteriza restrictiva de Estados Unidos durante la era de la pandemia está en gran parte detrás de los crecientes intentos de los migrantes de cruzar la frontera de San Diego por mar. Los funcionarios federales usan esa política, conocida como Título 42 para la sección del estatuto de salud donde se originó, para expulsar rápidamente a los migrantes que son detenidos a lo largo de la frontera de EE.UU “en interés de la salud pública” sin permitirles solicitar asilo.

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Luis Magaña, un defensor de los trabajadores agrícolas en el Valle de San Joaquín, ayudó a la familia de Chávez después de su muerte. Explicó que el problema supera lo establecido en el Título 42 y otros cambios recientes en el control fronterizo, o incluso más allá del impacto económico del COVID-19 en los países de origen de los migrantes.

Los migrantes solían ir y venir con facilidad en respuesta a las demandas laborales. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos firmó acuerdos con México para traer trabajadores agrícolas temporales. Cuando esos trabajadores regresaron a sus hogares en México, tenían contactos de personas que podrían ayudar a otros a obtener un pasaje seguro a Estados Unidos para laborar, comentó Magaña. Pero en la década de 1990, cuando el gobierno federal comenzó a tomar medidas enérgicas contra la inmigración ilegal, la gente encontró nuevas rutas para ingresar al país.

“Toda esta migración se debe a que interrumpieron un sistema”, señaló. “En estos días, es el crimen organizado. El coyote típico ha cambiado”.

Cuando una ruta migratoria se hace más difícil, aparecen otras, agregó Kathleen Newland, investigadora principal y cofundadora del Instituto de Política Migratoria no partidista y autora del libro de 2016, “All at Sea: The Policy Challenges of Rescue, Interception, and Long-Term Response to Maritime Migration”.

“El Departamento de Seguridad Nacional ha construido bastante la frontera en el Océano Pacífico, pero nunca van a cubrir todo el océano”, señaló. “Cuanto más lo construyan, más lejos irán los barcos. La ruta se vuelve más peligrosa y, comúnmente, más cara”.

Los cruces marítimos a Estados Unidos son intrínsecamente más riesgosos, en parte debido a las altas tasas de interceptación, detalló Newland. Pero es imposible conocer el promedio real de víctimas de manera total, aclaró, “porque ni siquiera sus esqueletos serán encontrados”.

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“Es un cálculo de riesgo”, señaló. “Debido a que la atención ha estado mucho más en la frontera terrestre, los contrabandistas pueden estar vendiendo la historia de que nadie está observando la costa. Pero sí la están vigilando”.

Las autoridades podrían estar menos atentas a un crucero de cabina como el que se estrelló en Point Loma en mayo, indicó Newland. Las embarcaciones recreativas son más caras de operar que los barcos de pesca, que son los más comunes. Pero puntualizó que esos barcos podrían ser una nueva estrategia por parte de los contrabandistas.

Después del accidente con el barco de Chávez, su hermana le pidió una foto a uno de los contrabandistas con los que había tenido contacto, y la imagen que le envió de un barco volcado la inquietó. Su hija de 18 años encontró noticias y comenzó a llamar a los hospitales.

A casket is carried to its grave site.
El féretro de María Eugenia Chávez Segovia es llevado a su tumba en el cementerio de Tultepec en Amealco de Bonfil, México.
(Alejandro Tamayo / San Diego Union-Tribune)

“Para nosotros la pérdida sigue siendo muy triste”, señaló la hermana de Chávez en una entrevista reciente. “Me gustaría que se hiciera justicia para ella y para las demás personas”.

Pero ella está en el país ilegalmente y admitió que tenía miedo de que, si hablaba con la policía, los traficantes la perseguirían. Ella explica que, cuando se enteraron de que Chávez había muerto, los contrabandistas cortaron la comunicación.

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El número de teléfono que tenía, con un código de área mexicano, ahora va directamente al buzón de voz.

Personal de San Diego Union-Tribune contribuyó a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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