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Estados Unidos acoge ahora menos refugiados, lo que es una pérdida para el país

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En noviembre de 2016, un hombre de Darfuri llamado Ameen, su esposa Aarya y su hija fueron remitidos por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados a fin de su reasentamiento en Estados Unidos. Esa buena noticia llegó después de más de una década de persecución y dificultades de la familia, primero en Sudán, donde las milicias Janjaweed estaban matando sistemáticamente a la gente de Darfuri, y más tarde en Jordania, de donde huyeron.

En el pasado, tal referencia generalmente significaba que un refugiado podía esperar ser reasentado con bastante rapidez. Pero Ameen y su familia todavía están esperando en Jordania como resultado de un marcado cambio en la política de refugiados de Estados Unidos.

En las últimas semanas, se ha escrito mucho sobre los ataques xenófobos del presidente Donald Trump contra personas que buscan asilo en las fronteras de Estados Unidos. Pero debemos recordar que la administración también ha destruido y reformado radicalmente la otra forma principal en que las personas que huyen de la persecución vienen a este país: el Programa de Admisión de Refugiados de Estados Unidos.

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Parte del cambio en la forma en que se trata a los refugiados se puede ver en los números. En el último año fiscal de la presidencia de Barack Obama, Estados Unidos acogió a unos 85.000 refugiados. En el año fiscal 2018, el primer año completo de la presidencia de Trump, el número se redujo a alrededor de 22.500. Para el año fiscal en curso, que termina en octubre, la administración ha establecido un límite máximo de 30.000 admisiones de refugiados, pero no estamos en camino de alcanzar ni siquiera ese número insignificante. A mitad del año fiscal, hemos admitido a más de 12.000 refugiados.

Y no son sólo los números los que han cambiado. Desde que Trump asumió el cargo, un porcentaje mucho menor de los refugiados admitidos en Estados Unidos son musulmanes, un cambio significativo, ya que muchos de los refugiados más desesperados del mundo son musulmanes. Dicho esto, debido a que las admisiones han bajado tanto, el número total de refugiados cristianos reasentados también se ha reducido.

Los cambios están enraizados en las políticas más amplias de Trump dirigidas a ciertos países con políticas mucho más estrictas sobre visas y refugiados. Este proceso comenzó con una orden ejecutiva que el Presidente Trump emitió apenas una semana después de asumir el cargo en enero de 2017. Además de prohibir visitantes de siete países predominantemente musulmanes, la orden suspendió todo el reasentamiento de refugiados por 120 días. Hoy, después de muchos desafíos judiciales y algunos cambios en la orden, la llamada prohibición musulmana es ahora la ‘ley de la tierra’, y millones de personas están impedidas de ingresar a Estados Unidos bajo estos términos.

En octubre de 2017, el gobierno asestó otro golpe a los refugiados, prohibiendo las admisiones de 11 países (la mayoría de ellos predominantemente musulmanes), diciendo que era una medida temporal para “estudiar” la situación. Alrededor del 44% de las admisiones de refugiados en EE.UU en el año fiscal 2016 provinieron de los países objeto de esa acción, incluidos Somalia, Sudán, Irán, Irak, Siria, Egipto y Yemen.

Luego de una demanda presentada por varias organizaciones, entre ellas mi organización, el Proyecto de Asistencia Internacional para Refugiados, fue bloqueada en gran medida esta orden por un juez, y el interdicto fue confirmado por el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito. Sin embargo, de los 12.000 refugiados admitidos en lo que va del año fiscal, sólo 602, apenas un 5%, han sido admitidos de los países que la administración intentó bloquear. El número total de refugiados admitidos de Sudán es 10 veces menor que en años anteriores. Un sólo refugiado ha sido admitido proveniente de Yemen, donde según Estados Unidos, viven “la peor crisis humanitaria del mundo”.

Los esfuerzos de Trump se derivan de una narrativa que pinta a los refugiados, en el mejor de los casos, como extranjeros que roban empleos y agotan los recursos del gobierno y, peor aún, como delincuentes y terroristas. La postura del gobierno ignora la abrumadora evidencia empírica, incluso de su propio estudio, de que los refugiados son un gran beneficio para la economía de los Estados Unidos.

Para contrarrestar la narrativa de la administración, algunos en la izquierda están adoptando un enfoque igualmente defectuoso, presentando a los refugiados como víctimas oprimidas plagadas por la pobreza y la guerra en una necesidad desesperada por caridad. Esta visión ayuda a alimentar los temores de la derecha que los refugiados están viniendo únicamente a ‘quitar’ a nuestra sociedad e implica que no tienen mucho que dar.

En realidad, los refugiados son un grupo autoseleccionado de algunas de las personas más tenaces, creativas y amantes de la democracia en el mundo. Lejos de ser posibles reclutas para terroristas, se han enfrentado al terrorismo. Han pasado por el infierno, han sobrevivido y han encontrado una salida con sus familias. Estados Unidos valora el ingenio y el espíritu empresarial, rasgos esenciales para escapar de Mosul ocupado por el Estado Islámico, hacer el viaje traicionero a través de la frontera de otro país y vivir para contar la historia. Del mismo modo, sería difícil encontrar a alguien que aprecie más la democracia que un ex preso político del régimen de Assad en Siria.

A Ameen, Aarya y su bebé, los refugiados de Darfuri cuyo reasentamiento se encuentra en el limbo, les iría bien aquí en Estados Unidos. Ameen es un agricultor comercial y sus habilidades serían útiles en nuestro sector agrícola, que está plagado de escasez de mano de obra. Aarya ha estudiado para convertirse en médico y su hija es la encarnación de una posibilidad infinita.

Tendríamos suerte de tenerlos como vecinos.

Becca Heller es cofundadora y directora ejecutiva del Proyecto Internacional de Asistencia a Refugiados.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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