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Frente al éxodo de inmigrantes impulsado por Trump, Canadá desalienta los ingresos sin permiso a su territorio

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En un salón privado en el restaurante Zov’s, en Tustin, un enviado canadiense se dirigió a una docena de abogados de inmigración y líderes de derechos de los inmigrantes.

Pablo Rodríguez, miembro del Parlamento de ese país, se inclinó desde su asiento en el medio de la mesa y pidió a todos que corrieran la voz: por favor, no crucen a Canadá sin autorización. “Infórmense y tomen una decisión basada en los hechos correctos, antes de dejar sus trabajos, sacar a sus hijos de la escuela e ir allí esperando quedarse para siempre”, expresó Rodríguez. “Porque si no califican para ello... serán deportados, y en este caso no a los Estados Unidos. Habrán perdido su estatus y se les regresará a sus países de origen”.

Preocupado porque la retórica antiinmigrante y las decisiones de la administración Trump podrían hacer que más personas crucen la frontera, el gobierno canadiense intenta cortar esa opción de raíz.

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El primer ministro, Justin Trudeau, envió a Rodríguez a California. Como jefe del grupo parlamentario del mayoritario partido liberal, Rodríguez llegó a los Estados Unidos unos días después de que el presidente Trump anunciara su decisión de poner fin al estado de protección temporal de aproximadamente 200,000 salvadoreños en el país.

Su mensaje no fue tan diferente de la intransigencia inmigratoria en los EE.UU. Sin embargo, fue comunicado con el tono canadiense, más blando y agradable.

Rodríguez era un niño cuando llegó a Canadá, como refugiado político de Argentina. Por eso, afirmó, puede empatizar con aquellos que miran hacia el norte.

El político considero que Canadá es “un país abierto” y una nación de inmigrantes. Pero, subrayó, la inmigración allí debe hacerse legalmente. “No puedes venir a Canadá, cruzar la frontera y quedarte allí el resto de tu vida”, explicó. “Queremos evitar una crisis humanitaria a lo largo de la frontera”.

El gobierno canadiense, destacó Rodríguez, quiere evitar que se repita lo que sucedió el verano pasado, cuando miles de haitianos cruzaron la frontera sur de Canadá “irregularmente” después de perder el estatus de protección temporal en los EE.UU. La afluencia creó una acumulación masiva de solicitantes de refugio.

La semana pasada fue la cuarta visita de Rodríguez a los Estados Unidos desde el otoño. Él es uno de los varios legisladores y dignatarios que Canadá envió en los últimos meses para combatir la desinformación sobre la obtención de asilo en Canadá. Recientemente, representantes de esa nación viajaron también a comunidades haitianas en Miami y a un enclave somalí en Minneapolis.

Durante la reunión en el condado de Orange, Rodríguez lució una sonrisa contagiosa y una actitud tolerante al participar en lo que llamó una “conversación amistosa” con abogados de inmigración y líderes comunitarios.

No está claro qué tan efectiva resultó. Algunos de los asistentes a la reunión destacaron que Canadá parece absolutamente hospitalario en comparación con los países que algunos inmigrantes han dejado atrás; sitios como Guatemala, El Salvador, Honduras y partes de México se encuentran entre los más peligrosos del hemisferio occidental.

“Si uno se enfrenta a una situación de muerte en su país... Canadá parece una excelente opción”, comentó George W. Abbes, un abogado de inmigración.

Rodríguez destacó que hasta el momento no hay indicios de que más latinoamericanos estén cruzando la frontera desde los Estados Unidos a Canadá. No obstante, el gobierno canadiense quiere ser proactivo, advirtió. Agregó además que los funcionarios buscan contrarrestar los informes falsos en los medios de comunicación de América Latina, que sugieren que la migración a Canadá es una forma fácil de encontrar alivio. “Queremos tener una conversación honesta y transparente”, destacó Rodríguez. “Canadá es un país muy abierto, pero hay reglas”.

La reunión tuvo lugar en un momento de considerable ansiedad para los inmigrantes que se encuentran sin permiso en los EE.UU., debido a los rumores sobre las enormes redadas en el norte de California, el inminente final del estado de protección de muchos inmigrantes salvadoreños y las duras palabras de la Casa Blanca.

Al mismo tiempo, Trump propuso la semana pasada un camino a la ciudadanía para 1,8 millones de jóvenes que llegaron sin autorización a los Estados Unidos cuando eran niños, a la vez que exigió que los demócratas respalden $25 mil millones en fondos para reforzar la seguridad fronteriza -incluyendo la construcción del muro fronterizo propuesto- y nuevos límites estrictos a la inmigración permitida.

Momentos antes de la reunión, Glen Peterson, director de la oficina de reubicación de refugiados de World Relief en Garden Grove, destacó que le había dicho a una de sus empleadas que se reuniría con un miembro del Parlamento canadiense con respecto a asuntos de inmigración.

“Oh bien”, respondió ella. “¿Están tomando refugiados?”.

Peterson remarcó que la mujer es beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que protegió a casi 700,000 jóvenes inmigrantes que fueron traídos a los Estados Unidos cuando eran niños y actualmente se encuentran en el país indocumentados. En septiembre, Trump decidió poner fin al programa en seis meses, lo cual obliga al Congreso a encontrar una solución.

Abbes expresó que algunos de sus clientes están considerando mudarse a Canadá. “Es solo una semilla que se ha plantado pero que aún no ha florecido”, afirmó.

Si bien Abbes los alentará a emigrar legalmente a Canadá, sabe que puede haber algunos que estén lo suficientemente desesperados como para cruzar la frontera y buscar asilo. Él no intentará detenerlos, adelantó, sabiendo lo que algunos de ellos enfrentarían si regresaran a sus países de origen.

“Los ayudaremos a prepararse para que cuando lleguen haya una transición mucho más suave”, dijo Abbes. “Si la posibilidad no es buena, al menos sabrán a lo que se enfrentan allí”.

Recientemente, Abbes contrató a un asistente legal de Canadá. Luis Álvarez es un ciudadano canadiense que se desempeñó como asistente especializado en la ley de inmigración canadiense en Toronto, antes de mudarse al condado de Orange hace unos meses.

Para Álvarez, Canadá es tradicionalmente más acogedor para los refugiados que los Estados Unidos. Muy pocas personas terminan sin estatus legal allí porque hay múltiples rutas para quedarse, indicó.

Aunque algunos pueden no calificar para el asilo, hay un proceso de apelación y otros recursos legales, como la residencia canadiense por motivos humanitarios y compasivos. “Para mí, creo que es una gran solución para mucha gente”, destacó sobre los salvadoreños que están a punto de perder su estado de protección. “Solo necesitas saber cómo funciona el sistema y contratar a un buen abogado. Si hubiera perdido mi solicitud de asilo aquí y estuviese a punto de ser deportado, con toda seguridad iría allí”.

Mientras residió en Canadá, relató Álvarez, ayudó a al menos 20 familias a obtener la residencia en ese país después de perder sus casos de asilo o de enfrentar la deportación en los Estados Unidos.

Carlos Hernández fue uno de ellos. Después de más de una década de vivir en Raleigh, Carolina del Norte, este hombre de 37 años desarraigó su vida y se mudó a Londres, Ontario, donde actualmente reside con estatus legal.

En los EE.UU., Hernández y su esposa, Maritza, llevaban una sólida vida de clase media. El hombre había hecho suficiente dinero como trabajador de la construcción para comprar una casa de tres dormitorios, dos vehículos y todavía tener suficiente para ahorrar. Sus niños pequeños asistían a buenas escuelas. Pero, comentó, en un momento de confusión sobre el proceso legal se olvidó de su audiencia de asilo en Atlanta.

Después de que un aviso de deportación apareciera por correo en 2009, vivía en constante temor. Los viajes que la familia solía hacer, a la playa o los parques acuáticos, se cancelaron. Conducir quedó estrictamente reservado para ir y venir del trabajo, y para trámites. Su primo, que vivía en Canadá, lo convenció de mudarse allí. “Es un país hermoso y ganarás buen dinero”, le dijo.

Unos meses más tarde, la familia Hernández vendió todas sus pertenencias, empacó en un automóvil y se dirigió a Canadá, donde se presentaron en un puerto de entrada. Dijeron que tenían familia en el país y querían solicitar asilo.

Después de perder su caso de asilo en Canadá pudo obtener la residencia legal por motivos humanitarios. Hernández, un carpintero certificado, aseguró que gana el doble de lo que percibía en los Estados Unidos.

Fue la mejor decisión que tomó, destacó, y nunca antes se había sentido tan bienvenido. “Las personas mayores te saludan y te preguntan de dónde eres. Se siente bien”, confesó. “Siento como si hubiera nacido aquí”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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