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Tool impacta al Staples con su poderoso virtuosismo

El cantante de Tool, Maynard James Keenan, en pleno concierto del Staples Center.
El cantante de Tool, Maynard James Keenan, en pleno concierto del Staples Center.
(Alex Monico / Especial para el LA Times en Español)
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En teoría, la música de Tool tendría que ser demasiado complicada y misteriosa para las grandes audiencias. Pero Cristian Castro (sí, el hijo de la Vero) tiene un tatuaje de la banda en su espalda y ha declarado ser “el fan número 1 en México”, mientras que el furor desatado en las redes sociales en español antes del lanzamiento del nuevo disco de estos mismos sujetos demostró hace poco que sus cuantiosos admiradores están por todos lados.

Y es que, por más que haga canciones de cerca de 10 minutos de duración, llenas de elementos musicales que son evidentemente inaceptables para las emisoras de radio de vocación comercial, la agrupación surgida en Los Ángeles a inicios de los ‘90 se encuentra lejos de ser inaccesible, y ha logrado incluso que su aparente desinterés por el ‘mainstream’ se convierta en una de sus mejores cartas publicitarias.

La estrategia no podría haber sido más evidente durante la primera de dos presentaciones en el Staples Center de L.A. del domingo pasado, que se inició ante un lleno total, con la banda en medio de la penumbra (es decir, una ambientación que se impuso a lo largo de casi todo el show) y escondida todavía más por una suerte de velo gigantesco colocado al borde del escenario.

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Pero lo que ocasionó más sorpresa fue la advertencia de que ninguno de los asistentes podría usar su celular para tomar fotos o hacer videos a lo largo de toda la presentación, bajo pena de ser expulsado sin derecho a reclamos. Se trató de una decisión que solo habíamos visto anteriormente durante los conciertos de King Crimson, una legendaria agrupación inglesa de rock progresivo que es conocida por su celo excesivo en lo que respecta a la difusión de su arte y que es una referencia directa de Tool.

Aunque la prohibición se anunció por las redes sociales con anticipación y se dio a conocer antes de que se iniciara el espectáculo, vimos a varias personas que fueron interrumpidas por los guardias de seguridad mientras hacían lo que no debían hacer, y observamos luego a varias que fueron expulsadas aparentemente por infringir la norma, incluyendo a un joven que se encontraba esposado (aunque lo suyo pudo deberse a otros motivos).

Por más legítima que haya sido la exigencia en términos artísticos, el asunto entero generó un ambiente de incomodidad permanente, y es necesario dejar en claro que Tool atrae no solo a mucha más gente que King Crimson por estos lares, sino que despierta la atención de un público menor, por lo que obligar a un ‘millenial’ a no usar de este modo su teléfono inteligente tiene que ser un reto mayor.

El bajista Justin Chancellor en otro momento del show.
(Alex Monico / Especial para LA Times en Español)

Todo esto resultaría más cuestionable si es que el grupo no fuera tan, pero tan bueno. Aunque algunas de sus canciones pueden sonar demasiado parecidas entre sí cuando se escuchan sin el cuidado necesario en casa, en vivo, Tool es un ente dinámico, virtuoso y cargado de sorpresas. El sonido del Staples, que fue excelente, permitió además notar sin problemas el talento de cada uno de sus integrantes, e hizo de paso que el poderío habitual de su propuesta se impusiera de modo impresionante a lo largo y ancho del coloso.

En realidad, casi desde el comienzo, se creó una suerte de experiencia psicodélica masiva con el uso de juegos de iluminación, rayos láser puntuales y, claro está, la proyección de los inspirados videos que han sido creados por Adam Jones, quien además de ser el guitarrista de la banda, es el director artístico de la misma y ha hecho casi todo el arte gráfico contenido en sus discos.

Es probable que “Fear Inoculum”, la producción más reciente de Tool, que se lanzó el pasado 30 de agosto, haya sido uno de los álbumes más esperados en la historia del rock. Sus temas no dejaron de escucharse en el Staples, empezando por el que le da nombre a la placa, que abrió de hecho el show; pero resultó mucho más impresionante escuchar “Pneuma”, una pieza monumental de casi 12 minutos en la que destacó sobre todo la labor del baterista Danny Carey, quien recurrió a una serie de tambores electrónicos de diseño especial para simular sonidos percusivos de toda clase y que, a la mitad del mismo corte, fue acompañado por los alucinados ‘sintes’ de Jones en lo que terminó volviéndose el momento más ‘progre’ de la velada.

Claro que lo de Tool no es siempre tan oscuro. El hecho de haber surgido en medio de la ola noventera del ‘grunge’ lo llevó también a grabar canciones afines con esa escuela, como se notó en esta presentación a través de “The Pot” -que además de ser dueña de una estructura rockera más tradicional fue la excusa perfecta para que los músicos fueran iluminados finalmente de manera adecuada- y de “Vicarious” -en la que regresaron los riffs a lo Soundgarden, pero también los coqueteos con el nu metal-.

Como es ya tradicional, a diferencia del bajista Justin Chancellor, que se mostró de lo más animado, el integrante menos visible fue el cantante Maynard James Keenan, quien se colocó normalmente en la parte trasera de la tarima, subido de manera alternativa en unos podios que habían sido colocados a ambos lados. Cuando la luz lo favorecía, se podía notar que lucía un ‘look’ de lo más punk, con unos pelos parados y un pantalón ajustado que no desentonarían en un combo como The Exploited.

Pese a esta supuesta lejanía con el público, Keenan, que tiene al menos dos proyectos musicales paralelos (A Perfect Circle y Puscifer), es el miembro más célebre de Tool; mucho de esto tiene que ver con el impacto generado por sus letras provocativas (el gran sencillo “Ænema” es una carta de odio -no de amor- a L.A.)-, pero también con su particular manera de cantar, que se aleja casi siempre del habitual alarido de propuestas semejantes para asumir tonos más íntimos y melódicos (aunque la canción “Intolerance” lo encontró gritando con ganas).

Jaz Coleman, vocalista de Killing Joke, como acto de apertura de Tool en L.A.
(Alex Monico / Especial para LA Times en Español)

Tras un receso de 15 minutos que se anunció con un ominoso reloj electrónico, el grupo regresó para darle pie a un desquiciado solo de Carey -lleno de con secuencias y otros artilugios- que figura en el nuevo disco bajo el nombre de “Chocolate Chip Trip”; y tras la interpretación de “Invencible”, un surco optimista -y a nuestro concepto menor- que parece referirse a la historia de la banda, Maynar bajó de las alturas para anunciar que la prohibición había sido retirada y que todo el mundo podía hacer fotos y videos de la última canción, “Stinkfist”, que es lo más convencional que ha hecho Tool en toda su carrera.

Además de ofrecer un show de enorme nivel, Tool contó con un acto de apertura de lujo: el de Killing Joke, una agrupación británica con 40 años de existencia que influenció no solo a los anfitriones de la fiesta, sino también a artistas como Nirvana, Nine Inch Nails y Ministry. Como suele suceder con los ‘teloneros’, no contó con el mejor sonido (todo se escuchaba demasiado saturado), pero su carácter legendario y la calidad de sus composiciones terminaron por imponerse ante un público que desconocía en buena medida los aportes de su música.

A lo largo de 45 minutos, la banda de ‘post punk’ que coquetea con lo industrial desgranó un repertorio contundente e inspirado, encabezado por un vocalista mítico (Jaz Coleman) que lució un aspecto de lo más gótico y que pasó fácilmente de las entonaciones más ásperas (como las de “Total Invasion”, un tema cercano al metal) a las más sugestivas (como la de “Complication”), pese a que su garganta no tiene ya las virtudes de las que gozaba en los lejanos años ‘80.

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