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El poder de King Crimson sigue sacudiendo a las nuevas generaciones

La banda inglesa estuvo hace poco en México, donde ofreció seis presentaciones.
La banda inglesa estuvo hace poco en México, donde ofreció seis presentaciones.
(Agencia Reforma)
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No tiene canciones bailables, sus integrantes no se mueven casi en el escenario, su líder prohíbe que los asistentes a sus conciertos hagan fotos con sus celulares y rechaza completamente la presencia de fotógrafos de prensa, y su música no le hace concesión alguna a los sonidos comerciales.

Sin embargo, King Crimson acaba de ofrecer seis conciertos casi continuos en México -cuatro en la capital y dos en Guadalajara-, lo que le demuestre la devoción que genera dentro de un generoso sector de la comunidad latina.

Esas presentaciones se dieron justamente antes del show ofrecido esta semana por la misma agrupación en el Greek Theatre de Los Ángeles, que convocó a una audiencia ciertamente diversa en la que predominaban los jóvenes, lo que es también sorpresivo en vista de que la banda tiene más de medio siglo de existencia y de que su líder absoluto, Robert Fripp, cuenta ya con 73 años.

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En realidad, quienes siguen a Crimson (como es llamado el combo por sus fans) son sobre todo seguidores de Fripp, el único integrante original de una agrupación que ha cambiado constantemente de integrantes, debido supuestamente en parte al carácter particular del aludido, quien se ha mostrado siempre extremadamente controlador en lo que respecta a la difusión de su música y de su imagen, hasta el punto de la que la reciente incorporación de su catálogo completo a Spotify generó comprensibles muestras de incredulidad.

Pero lo interesante aquí es que todos los reparos que se puedan tener ante la actitud del señor se desvanecen cuando se escucha lo que es capaz de lograr en vivo, no solo en su excepcional papel como guitarrista (el principal instrumento de su arsenal), sino también en su dominio como gran orquestador de una propuesta escénica que, en la actualidad, incluye a tres bateristas, lo que puede lucir inicialmente como un exceso caprichoso pero que, en la práctica, le ofrece un poderío impresionante al asunto entero.

Los bateristas, que son relativamente jóvenes y no formaron parte de ninguna de las etapas más celebradas de Crimson, tocan a veces de manera simultánea y separan en otros momentos sus incursiones; pero lo que los hermana es que son igualmente talentosos, lo que los convierte en el complemento perfecto del bajista Tony Levin, quien sí puede darse el lujo de recordar su paso por una de las formaciones clásicas: la que estaba encabezada por el extrañado Adrian Belew.

Mucho de lo que toca el grupo es altamente experimental e instrumental, y eso no lo ha transformado precisamente en material favorito para la radio. En consonancia con esa actitud, los siete músicos (entre los que se encontraba el legendario saxofonista Mel Collins) actuaron todo el tiempo en el escenario bajo un sistema simple de luces, semejante al de los recitales de música clásica, y no se proyectó ningún video con imágenes que podrían haber reforzado las características alucinógenas de lo que se escuchaba.

Pero Crimson está en realidad lejos de ser un proyecto artístico inexpugnable, como lo prueban algunas piezas suyas con notables melodías vocales y evidente sensibilidad, entre ellas “Epitaph”, un monumental alegato ecologista incluido en la placa de debut de 1969 que no podrá ser nunca cantado con la grandeza de Greg Lake -fallecido en el 2016-, pero que no se toca frecuentemente en concierto y que fue un verdadero placer escuchar.

Hablando de voces, el puesto principal por ese lado se encuentra ahora en manos de Jakko Jakszyk, un experimentado músico inglés que tuvo antes varias bandas, incluyendo una que se dedicaba a tocar temas de Crimson; se trata de una persona indudablemente talentosa, pero eso no impide que los fans sigan reclamando el regreso de Belew, quien se ha mostrado dispuesto para la reunión.

Volviendo al repertorio, también se incluyeron cortes razonablemente accesibles como “Cat Food”, “Easy Money” y “Moonchild”, y no faltó, por supuesto, “The Court of the Crimson King”, que es una suerte de compendio de la propuesta ‘crimsoniana’. Curiosamente, no figuró “21st Century Schizoid Man”, que suele ser infaltable para el cierre, y que fue reemplazada por la también emblemática “Starless”.

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