Anuncio

Un club gótico de L.A., conocido por sus rituales y secretismo, cerró sus puertas en medio de denuncias por conductas sexuales inapropiadas

Kate Morgan, Annie Lesser and Alison Waxman stand on the sidewalk in front of a wooden fence.
Desde la izquierda, Kate Morgan y Annie Lesser, ex empleadas de Cloak & Dagger, con la miembro Alison Waxman, alegan que los dueños del sitio fomentaban una cultura de conducta sexual inapropiada mientras lo promocionaban como “el espacio más seguro posible”.
(Francine Orr / Los Angeles Times)
Share

Hannah Harding abrió una gruesa puerta de madera y entró en el laberinto apenas iluminado del club de Hollywood Cloak & Dagger, el 22 de octubre de 2019.

Una noche en el club gótico, donde un elenco de artistas experimentales realizaba ceremonias espeluznantes y de corte sexual cada semana en los cuartos traseros del bar Pig ‘N Whistle, era una invitación codiciada: un sitio desinhibido, amigable para personas LGBTQ y solo para miembros, donde DJs, actores, rockeros y aventureros varios podían deleitarse con seguridad y en secreto.

La escena parecía un poco espeluznante, pero eso era precisamente parte del atractivo para la joven, por entonces de 21 años.

Mientras la fiesta se intensificaba en el “cuarto negro” principal, el actor Thomas Middleditch, mejor conocido por su papel de Richard Hendricks en la serie de HBO “Silicon Valley”, se acercó a Harding en la pista de baile, relató ella. Ya se habían encontrado en el club antes, y el personal había expresado preocupaciones sobre su comportamiento a los cofundadores, Adam Bravin y Michael Patterson.

Anuncio

Harding dijo que Middleditch le hizo propuestas sexuales lascivas a ella y a su amiga. La joven lo rechazó, pero él siguió persiguiéndola; la tocó frente a sus amigos y a varios empleados, incluida la gerente de operaciones del lugar, Kate Morgan.

Morgan les pidió a sus jefes que echaran a Middleditch y le impidieran reingresar al club, pero estos no parecieron tomarlo en serio. “Sentí que lo minimizaban”, relató. “Le dije a Adam que necesitaba escucharme, que esto no estaba bien”.

Harding tiene mensajes directos en Instagram de Middleditch, a los cuales The Times tuvo acceso, que dicen: “Hannah, no tenía idea de que mis acciones eran tan raras para ti […]. Sé que probablemente quieras atacarme públicamente como un monstruo... No espero que quieras ser mi amigo ni nada... Estoy tan avergonzado por haberte hecho sentir incómoda”. Un representante de Middleditch rechazó un pedido de comentarios para este artículo.

Diez mujeres, incluidas cuatro exempleadas, le dijeron a The Times que Bravin y Patterson -artistas prominentes en las escenas del rock y la música electrónica de Los Ángeles- ignoraron la conducta sexual inapropiada entre los miembros de Cloak y sus festivales. Alegan que los propietarios se cubrían bajo el halo secreto del club y la estética que traspasaba los límites, hasta una llamada de Zoom en junio, cuando los miembros se desquitaron ante Bravin y Patterson sobre cómo los habían tratado.

El emblema del Cloak & Dagger se proyecta sobre un muro exterior del club en Hollywood.
(Kate Morgan)

Algunos empleados y clientes habituales señalaron que Cloak usaba su encanto gótico como fachada.

“Michael dijo que quería tener un ‘auténtico culto’”, señaló Morgan, de 37 años, acerca de sus tres años de trabajo en el club. “Todos nos sentíamos cómplices, pero nos dimos cuenta de que también nos habían engañado”.

En un correo electrónico, Patterson escribió que no recordaba haber dicho eso. “Mi objetivo para Cloak & Dagger era crear una atmósfera que inspirara a las personas a ser su mejor y más creativa versión”, escribió.

“Nuestro objetivo desde el primer día fue crear el espacio más seguro posible”, resaltó Bravin en un correo electrónico, y agregó que los fundadores confiaban en voluntarios y sus miembros de confianza para “vigilar su comunidad y ser un conducto hacia la administración o el personal de seguridad”.

Harding narró que, después de quejarse, vio a Middleditch toquetear a otra mujer en el club. Bravin se le acercó una semana después, solo para decirle que debía haberse equivocado sobre el incidente. “Adam me llamó ‘para asegurarse y obtener una segunda opinión sobre él’ porque, en primer lugar, no confiaban en mi relato. Se preocupaban más por las personas famosas que iban a su club que por la seguridad de las mujeres”, afirmó.

A man poses for a portrait with his hands on his face in a dark, red-lighted studio
Adam Bravin en 2017, en su estudio en L.A.
(Wally Skalij / Los Angeles Times)
Anuncio

Cuando Cloak abrió en 2015, Bravin y Patterson intentaron recrear la mística de la escena gótica de Los Ángeles de la década de 1980, cuando bandas como Christian Death y 45 Grave forjaron una estética de oscuridad en medio de la ciudad soleada, apelando al glamour decaído del antiguo Hollywood.

Bravin, del dúo de rock electrónico She Wants Revenge, y Patterson, un productor nominado al Grammy, eran veteranos de la escena musical de L.A. She Wants Revenge había tocado en Coachella, y Patterson trabajó en la banda sonora de “The Social Network”, ganadora de un Oscar.

La escena gótica contemporánea de Los Ángeles es difusa, se extiende entre generaciones y permanece, en gran parte, clandestina. Productores de música industrial de cincuenta años se mezclan con modelos veinteañeros y fetichistas de OnlyFans en fiestas tecno y clubes privados de bondage y sadomasoquismo (BDSM), en el centro de L.A. y en Hollywood. Hasta la pandemia de COVID-19, Cloak prosperaba: Diplo a menudo era DJ, y el club había comenzado a realizar eventos en Chicago y Ciudad de México, además de un gran festival de música en el centro de L.A.

El libertinaje era una parte aceptada de la cultura, aunque la escena comenzó recientemente a considerar las acusaciones de abuso sexual contra la figura gótica más emblemática, Marilyn Manson.

Los límites entre el trabajo de los habitantes, la escena social y la vida personal eran, a menudo, confusos. “Cuando comencé en Cloak, vivía con un novio abusivo”, relató una empleada, que guiaba a los invitados a través de los rituales organizados por el club (y pidió mantener el anonimato por temor a recibir ataques en su vida profesional). “Yo era vulnerable. [Bravin] y yo dormimos juntos un par de veces, y él se ofreció a contactarme con posibles papeles en películas o para tocar con She Wants Revenge”. Esas esperanzas nunca se materializaron. “Cuando se acabó entre nosotros, eso definitivamente afectó el ambiente laboral”, prosiguió. “Yo llegaba a trabajar y él no me hablaba”.

Thomas Middleditch walks onto the stage of a late-night show
El actor y comediante Thomas Middleditch en el set de “Late Night With Seth Meyers”, en noviembre de 2019.
(Lloyd Bishop / NBC)

Bravin y Patterson buscaban personalmente a los miembros, que eran recibidos con un ritual de iniciación que incluía un atuendo con túnicas. El código de vestimenta era de negro total, sin excepciones. Un artista tatuaba a los clientes habituales (y empleados, como Morgan) con el logotipo abstracto del club, una daga. Estaban prohibidas las fotos y los invitados juraban guardar silencio sobre lo que sucedía allí adentro. “No vayas a ningún lugar sin ser invitado”, indicaba el personal a los huéspedes al entrar. “Si hablas de algo que hayas visto u oído aquí, perderás [tu membresía]. Si ves o escuchas a alguien más hablar al respecto, avísanos. ¿Comprendes?”.

Annie Lesser, de 32 años, dramaturga y productora de teatro de Los Ángeles, creó guiones para Cloak, como los rituales de iniciación en los que los invitados elegían objetos totémicos o se les aplicaban tres puntos de tinta debajo de los ojos. “Al permitirnos marcarte, nos estás dando tu confianza y poder. Todo era diseñado en torno a esa dinámica”, relató Lesser. “La gente tenía un vínculo emocional con el lugar de una manera que no se tendría con un club normal”.

Cloak ocasionalmente expulsó a algunos miembros, incluidos algunos de alto perfil como el guionista Max Landis, quien fue acusado de abuso sexual por varias mujeres en 2019 (aunque ello no ocurrió dentro del club). Landis no respondió a las solicitudes de comentarios.

Pero los estrictos códigos de silencio de Cloak parecían aislar o proteger a los acusados de dañar a las mujeres, afirmaron el personal y los miembros.

Elisabeth, una joven de 29 años quien prefirió no usar su apellido por temor a represalias, relató que un miembro prominente del club la agredió sexualmente en su apartamento, en octubre de 2018. “Tuve que gritar para que se apartara de mí”, aseguró.

Ella le contó su historia a una amiga cercana, una actriz que actuaba en Cloak. Días después, ésta última y Morgan se enfrentaron al hombre dentro del club. La actriz (que también prefirió el anonimato por temor a consecuencias profesionales) relató que Bravin la llamó días después, furioso. “Me prohibieron a mí el ingreso durante un mes, lo cual me sorprendió”, afirmó ella. “Pensaba que el objetivo era crear un espacio seguro”.

Anuncio

Más tarde, Bravin convocó a esa actriz a una reunión en la empresa, en la cual estaba presente el presunto agresor de Elisabeth. “Michael y Adam estaban furiosos con ella”, recuerda Morgan. “La suspendieron, se disculparon con el miembro y dijeron que siguiera adelante”.

Cuando se le preguntó sobre el incidente, Bravin respondió: “Hablé con el miembro [acusado] al día siguiente, y él dio su relato sobre una experiencia consensuada”. Según Elisabeth, Bravin no la contactó a ella.

The Pig ’N Whistle bar on the Hollywood Walk of Fame
El bar Pig ’N Whistle, en Hollywood.
(Bauer-Griffin/GC Images)

La membresía de Cloak era rigurosamente examinada y cuidada para convocar a celebridades e influyentes. A algunos de los varios miles de miembros se les permitía unirse de forma gratuita; otros pagaban $100 al mes, lo cual les daba acceso a grupos privados de redes sociales y áreas más apartadas del club, un refugio para los miembros de élite de la escena perversa de Los Ángeles y la música electrónica underground.

Los invitados a menudo acudían vestidos con cuero al estilo BDSM, lencería o más ligeros. Las actuaciones y el escenario cambiaban cada semana: sesiones de tarot a la luz de las velas, recitales de danza vanguardista, juegos de privación sensorial. Si bien no era calificado como un club de sexo, los miembros tenían “palabras seguras” en el archivo si alguno de los juegos de bondage, actuaciones rituales o encuentros casuales se volvía demasiado intenso.

El club fomentaba fuertes conexiones emocionales, especialmente durante los rituales de inspiración pagana en los que los invitados desahogaban sus problemas con el personal. “Sentía que finalmente había encontrado personas que no pensaban que yo era raro y celebraban mis creencias”, afirmó el guía ritual. “Tuve muchas experiencias en las que la gente pasaba por los rituales y lloraba al final”.

Anuncio

A veces, los rituales eran vagamente amenazantes, incluido uno en el que un grupo de actores advertía a los miembros si alguna vez “traicionaban” las restricciones de Cloak. Pero Bravin equilibraba las imágenes ocultas con las publicaciones de Facebook e Instagram asegurando a los fanáticos que el sentido de libertad del club estaba rigurosamente protegido. “Si ve a un miembro, o a un invitado de un miembro, actuando de forma grosera o agresiva, invadiendo el espacio personal, tomando fotos o videos, rompiendo las reglas o haciendo cualquier cosa fuera de lugar, infórmenos de inmediato para poder manejarlo a la brevedad”, escribió en una publicación de Facebook de febrero de 2018.

Pero miembros e invitados expusieron que Bravin usaba su posición como guardián para presionar a los miembros y empleados a tener encuentros tensos.

“Adam coqueteaba con casi todas las empleadas, las invitaba a salir directamente o les enviaba mensajes sensuales a las 2 a.m.”, relató Lesser. “Organizamos una reunión Zoom [separada] para exempleadas en la que alguien dijo: ‘Levanten la mano si Adam y Michael han coqueteado con ustedes’”. La gran mayoría levantó la mano, señaló Lesser; otras personas recordaron la reunión de manera similar.

Eso también se aplicaba a los miembros. Bravin “flirteó conmigo de inmediato, y usó los mismos métodos y frases con todas mis amigas: ‘Oh, inspiraste mi set esta noche’. Todas poníamos los ojos en blanco, pero teníamos la presión de decirle ‘Gracias’”, relató la miembro Alison Waxman, de 28 años.“ Él era el dueño; tenías que saber jugar bien y aplacarlo”.

From left, Michael Patterson, Adam Bravin, Kate Morgan and Morgan Rooms.
De izquierda a derecha, los propietarios de Cloak & Dagger, Michael Patterson y Adam Bravin, y los empleados Kate Morgan y Morgan Rooms.
(Kate Morgan)

La atención no deseada de Bravin hacía que el personal se pusiera nervioso de acudir a él para informar otros incidentes. Una noche, afirmó Waxman, dos hombres desconocidos se acercaron a hurtadillas detrás de ella en la pista de baile de Cloak, la tomaron del pelo y trataron de alejarla de la multitud. “Por supuesto que todos teníamos miedo de hablar” con Bravin y Patterson, aseguró.

Anuncio

Bravin le dijo también a The Times que “como resultado de mi ignorancia inconcebible de la dinámica de poder existente entre mi rol como copropietario de Cloak & Dagger y el personal, comprendo cómo mi comunicación seductora puede haber sido inapropiada e inaceptable”.

Las exempleadas también dijeron que Bravin y Patterson tomaron atajos con la seguridad. “Todos los que trabajaban para ellos realmente querían mantener el lugar seguro”, comentó Morgan. “Pero ellos tenían todo el poder, y cada decisión dependía de ellos. Nunca tuvimos el poder de resolver las cosas. Cualquier asunto se detenía en ellos, y [la seguridad] no era su intención”.

Lesser, que trabajó para el club a tiempo completo o parcial desde su inicio en 2015 hasta 2020, narró que fue atacada físicamente por el propietario de un lugar en uno de los festivales de Cloak. “Me agarró, me arrastró hacia el exterior de una habitación trasera y me dijo: ‘Puedo tocar a quien quiera’. Estaba muy conmocionada y se lo conté a Michael y Adam. ’Nos ocuparemos de eso’, me respondieron, pero todo lo que obtuve fue una disculpa a medias. ‘Así que ahora estamos todos bien’, me dijeron luego”.

Mientras que el Pig ’N Whistle empleaba a un guardia de seguridad profesional en el bar principal y tenía un portero para manejar la entrada de Cloak & Dagger, según los empleados el bar dejaba que el club gótico funcionara más o menos solo.

Por seguridad, Cloak se basaba en gran medida en miembros voluntarios, que llevaban alfileres de solapa rojos y que en las redes sociales eran destacados como figuras de confianza para saber si alguien se sentía inseguro. Pero en su mayoría eran amigos de los propietarios, sin formación en seguridad. Algunos se tomaban en serio sus roles, pero la confusión sobre quién, exactamente, estaba a cargo de qué cosa, hacía difícil lidiar con las cuestiones de mala conducta. “Cuando la gente acudía a ellos con temores de seguridad”, relató Morgan, “simplemente no estaban preparados para manejarlos”. Exempleadas utilizaron frases como “completamente acosada”, “muy incómoda” y sentirse “totalmente loca” al describir sus experiencias para informar sobre hechos de mala conducta.

“Hasta donde yo sé, nos informaban de todos los incidentes y, que yo sepa, nos ocupamos de todos los problemas que nos llamaron la atención”, afirmó Patterson.

Anuncio

Cloak & Dagger contrató a una profesora de UCLA y consultora de la industria de la música, Tiffany Naiman, para tratar de resolver los problemas relacionados con la seguridad durante unos seis meses, a principios de 2020 (Naiman confirmó a The Times su rol en Cloak, pero se negó a responder preguntas aludiendo razones de salud).

El COVID-19 obligó al cierre de Cloak & Dagger en marzo de 2020, aunque el club continuó transmitiendo sesiones de DJ en vivo. Los problemas latentes en torno al acoso pronto chocaron con la respuesta del lugar a las protestas de Black Lives Matter.

Vanessa Benton, una miembro negra de 27 años, se sintió enojada porque un club nocturno aparentemente progresista hizo muy poco para ayudar con la causa.

“Estábamos en las calles protestando y después recibimos un correo electrónico que decía ‘Ven a la fiesta’”, relató. “Me acerqué a ellos respetuosamente, y les dije: ‘Soy una integrante negra, y es inquietante que no hayan dicho nada todavía’”.

En medio de más críticas, Bravin, Patterson y Naiman organizaron una llamada de Zoom para miembros veteranos, el 23 de junio de 2020. Según varios de los que participaron, la llamada colapsó cuando Waxman le dijo a Bravin: “Necesitas deja de coquetear con todas las mujeres que entran. No nos gusta, tenemos la mitad de tu edad, es inapropiado”, mientras docenas de personas escuchaban.

“Estaba totalmente sorprendido y ofendido”, afirmó Craig Klein, un ejecutivo de teatro y espectáculos nocturnos, que participó de la llamada. “Me acerqué a todas las personas con las que trabajé en la vida nocturna de inmediato para decirles que evitaran Cloak. Estaba furioso”.

Anuncio

Después de la llamada, en un mensaje lleno de angustia en Instagram, Bravin escribió: “Mi comportamiento fue inapropiado e inaceptable”, y agregó que “también estoy aprendiendo más sobre por qué y cómo mi comportamiento puede ser dañino y emocionalmente manipulador”.

Poco después de ser contactados por The Times en enero sobre la supuesta atmósfera tóxica de Cloak & Dagger, Bravin y Patterson anunciaron que el club cerraría permanentemente y eliminaron todo su contenido de las redes sociales. “Gracias por su apoyo a lo largo de los años. Les deseamos lo mejor”, escribieron en una breve declaración a los miembros.

En lugar de cubrir su tatuaje de la daga clásica de Cloak & Dagger, Morgan decidió conservarlo como un recordatorio de lo que esperaba que pudiera ser el club y como un tributo a los amigos que encontró allí, a pesar de todo lo sucedido en esas habitaciones con poca luz.

“Fue como caer ante un hechizo”, resaltó Morgan. “Una vez que crees que alguien es mágico y se preocupa por ti, es muy difícil deshacerlo”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

Anuncio