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Pese al duelo, Paulina Rubio cumplió con los miles de fans que la apoyaron en el Long Beach Pride

La cantante mexicana Paulina Rubio durante el festival Long Beach Pride, el 10 de julio de 2022.
La cantante mexicana Paulina Rubio durante el festival Long Beach Pride, el 10 de julio de 2022.
(Breanna Finch / Long Beach Pride)
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Poco antes de que empezara la edición del festival Long Beach Pride que se llevó a cabo el fin de semana pasado, existía una incertidumbre natural sobre la presentación ya confirmada de Paulina Rubio en uno de los horarios estelares.

Y es que si bien los organizadores del evento le habían asegurado a Los Angeles Times en Español que la popular intérprete mexicana no había cancelado su actuación -prevista para las 6 de la tarde del domingo en el escenario Fiesta Caliente-, el hecho de que ella misma hubiera perdido a su madre -la legendaria actriz Susana Dosamantes- una semana antes del compromiso y de que no hubiera publicado nada en las redes sociales desde ese día eran razones suficientes como para fomentar la duda.

Sin embargo, la ex “Chica Dorada” (que está buscando ahora ser llamada “Reina Dorada”) no faltó a la cita, y el entusiasmo por verla era palpable durante los minutos previos a su salida en los alrededores de la tarima, donde se podía ver a miles de personas reunidas y dispuestas a desafiar el impresionante calor que se sentía en esos momentos, pese a que la temperatura local se encontraba en el rango de los 70 grados y a que la brisa marina debería hacer refrescado de algún modo el ambiente a esas alturas del día.

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Jul. 10, 2022

Lo cierto es que la muchedumbre ahí convocada era sumamente generosa, lo que tiene que haber sido positivo para los organizadores del festival y, por supuesto, para la artista latina, cuya anterior presentación, el 26 de junio en el Estadio Nacional de Costa Rica, enfocada también en la colectividad gay, había contado con una asistencia muchísimo menor de la esperada (se dice que solo fueron cientos), aunque las cosas fueron completamente distintas un día antes, en el Machaca Fest de Monterrey, donde sí gozó de una convocatoria masiva.

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En esta ocasión, Rubio salió a escena ante una audiencia que llevaba atuendos coloridos, que ondeaba la bandera propia del movimiento ‘queer’, que se movía ya con los temas musicales proporcionados por el DJ (entre los que distinguimos al omnipresente ‘hit’ peruano “Mi bebito fiu fiu”) y que se encontraba escoltada por plataformas ubicadas en diferentes partes de la explanada sobre las que bailaban sensualmente varios jóvenes semidesnudos, en consonancia con el ambiente que se puede esperar en un espectáculo como este.

Tras el anuncio respectivo por parte de los presentadores, Rubio inició su show sin decir nada, con los acordes de “Ese hombre es mío”, acompañada por una banda donde la guitarra eléctrica se encontraba en manos de una mujer y que incluía también a un bajista, un baterista y un tecladista, es decir, una formación de tipo rockero que le ofreció contundencia a las interpretaciones instrumentales, aunque tuvo que lidiar con esa clase de condiciones de sonido no precisamente ideales que son también frecuentes durante los eventos al aire libre en los que participan muchos artistas.

La artista lució un sombrero durante los momentos musicales más rancheros.
(Breanna Finch / Long Beach Pride)

Fue después de cantar “Te quise tanto” que la rubia se dirigió finalmente a la audiencia, primero para celebrar a la comunidad ante la que se presentaba (“love is in the air”, exclamó), e inmediatamente después para recordar a Dosamantes a través de un sentido discurso en el que combinó el inglés con el español. “Este es el primer concierto que doy sin una voz muy importante”, dijo, visiblemente emocionada. “Un abrazo muy fuerte para mi madre y para todas las madres del mundo. Ustedes son mi familia”.

El concierto prosiguió con canciones como “Nada fue un error” y “Lo haré por ti”, coreadas muchas veces por los asistentes, acompañadas por el batir de los abanicos que abundaban en la audiencia y secundadas por dos enérgicos bailarines vestidos de negro. Al llegar el turno de “Causa y efecto”, Rubio se colgó una guitarra eléctrica, y la mantuvo sobre sus hombros mientras interpretaba un ‘mix’ de “Baila Casanova” y “Boys Will Be Boys”.

Los coros del público se escucharon más fuertes que nunca en “Ni una sola palabra”, uno de los éxitos mayores de la artista. Ella misma se colocó un sombrero ranchero antes de entonar “Golpes en el corazón”, el tema de Los Tigres del Norte que grabó al lado de los titanes norteños, y que fue sucedido por “El último adiós”, otra pieza suya con inflexiones folklóricas mexicanas, cuyo final llegó con el lanzamiento del sombrero a la audiencia. El cierre se dio a ritmo de ‘electropop’ con “Sexi Dance”, “Algo tienes” y “Yo sigo aquí”.

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Iggy Azalea fue la figura estelar del domingo.
(Breanna Finch / Long Beach Pride)

Durante el domingo, el escenario Fiesta Caliente, que era el más amplio del evento pero prescindía de pantallas gigantes (algo que se debería corregir en el futuro), se abrió a las 3 de la tarde con Nira, la vocalista de Amor Prohibido Band, que hace ‘covers’ de la legendaria estrella del tex-mex Selena; y un día antes, sirvió tanto para la actuación de la estrella española Natalia Jiménez (quien fue la figura principal de dicha jornada) como para la de la Sonora Tropical, que se produjo más temprano. En realidad, el Long Beach Pride tuvo una tendencia muy latina, lo que se plasmó también en la concurrencia, que hablaba frecuentemente en español o denotaba un origen mexicoamericano.

Pero eso no quiere decir que se haya dejado de lado a otra clase de público. De hecho, la figura principal del día de cierre fue Iggy Azalea, una ‘rapera’ australiana -criada en Estados Unidos desde la adolescencia- que practica un estilo musical tan cercano al de sus colegas afroamericanas que en algún momento fue acusada de apropiación cultural.

Eso no le ha impedido ser una estrella de reconocimiento mundial, ni generó problema alguno entre el público de diferentes etnias y procedencias que celebró con entusiasmo su breve pero contundente set en el escenario Urban Soul, donde exhibió sus incuestionables habilidades para el ‘rapeo’ pese a estar respaldada por una cantidad indeterminada de pistas pregrabadas.

Una imagen de la audiencia presente en el festival.
(Breanna Finch / Long Beach Pride)

Azalea es una mujer exuberante, y por ello mismo, su acto, realizado al lado de cuatro bailarinas, tuvo un aspecto muy físico que, sumado al tono explícito de sus letras, terminó teniendo irremediablemente connotaciones sexuales, como sucede con muchas de las ramas del género que practica. Y aunque no faltó el mehagit “Fancy”, que se escuchó a manera de cierre, se presentaron también cortes como “Don’t Need Y’all” (que dedicó a la comunidad LGBTQ+), “Booty” (el original de JLo en el que participó como invitada) y “Started” (donde la cantante habla de su ascenso a la fama).

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Tras el show de la australiana, el mismo escenario se puso completamente en manos afroamericanas para un encendido set de DJ con bailarinas y MCs que se prolongó hasta el final del evento. Por otra parte, al recorrer el amplio terreno dedicado al festival, adyacente a la zona turística de Shoreline Village y muy cerca del mar, nos encontramos con estructuras particularmente llamativas, como una pista de patinaje, una discoteca silenciosa, un ambiente destinado a un toro mecánico y, sobre todo, el llamado S&M Playground, donde los asistentes se sometían voluntariamente a ser azotados con diferentes látigos por trabajadores de la instalación que conversaban constantemente con ellos/ellas/elles para saber el nivel de dolor que estaban dispuestos a tolerar.

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