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Bad Bunny retoma sus raíces urbanas con el respaldo incondicional de miles de fans enardecidos

Bad Bunny durante el show ofrecido en el SoFi Stadium el 30 de septiembre del 2022.
Bad Bunny durante el show ofrecido en el SoFi Stadium el 30 de septiembre del 2022.
(Raul Roa/Los Angeles Times)
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Para alguien que no sea un seguidor incondicional de Bad Bunny, verlo dos veces durante un mismo año sobre un escenario puede sonar excesivo. A fin de cuentas, y a pesar de su inmensa fama, el cantante boricua sigue siendo rechazado por un sector difícil de cuantificar -pero definitivamente amplio- de los amantes de la música.

Sin embargo, más allá de lo que diga cualquiera de sus detractores, este sujeto sabe muy bien lo que tiene que hacer para mantenerse en la cima y, además, para no repetir una y una vez la misma fórmula, porque si bien el concierto del viernes pasado en el SoFi Stadium se produjo cerca de siete meses después de una presentación en Cryto.com Arena a la que también asistí, el repertorio del show actual -correspondiente a la gira “World’s Hottest Tour”- fue completamente diferente.

“Buenas noches, Los Ángeles. Esta noche es de ‘party””, fue lo primero que dijo el artista en la tarima, luego de interpretar cuatro temas. Y eso fue justamente lo que hizo al ofrecer una lista de casi 40 canciones cuya orientación principal fue la música para bailar de tendencia urbana, centrándose en su álbum más reciente, “Un verano sin ti”, que se lanzó en mayo del 2022 y del que se escucharon al menos 10 temas, casi la mitad de los 23 que lo conforman.

Esto marcó una clara distancia con la gira estadounidense de inicios de calendario, que le prestó la misma atención a “El Último Tour del Mundo”, su disco anterior, del que se escuchó esta vez una sola pieza (“Dákiti”), lo que es una decisión particularmente radical en vista de que, con su empleo de elementos provenientes del rock alternativo y el ska, la misma placa abrió considerablemente los horizontes de un Bad Bunny que había sido encasillado hasta ese momento en el reggaetón y el trap, e hizo de paso que los shows anteriores fueran saludablemente diversos.

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“Ya ustedes hablaron, ya ustedes dijeron que quieren perreo toda la noche”, dijo el cantante más adelante, como si tratara de una decisión tomada en el momento (no lo es: el ‘setlist’ ha sido prácticamente el mismo en toda la gira, que se inició el 5 de agosto en Orlando, Florida, y que concluye aquí, en el Sur de California). Claro que lo que pasaba antes sus ojos justificaba plenamente el hecho en términos estrictamente comerciales, porque no recuerdo haber visto a tanta gente reunida en un concierto que no sea parte de un festival.

Con todo el respaldo

A lo largo de las dos horas del show, la audiencia se mantuvo completamente enardecida y vociferante, con el respaldo de unos brazaletes con linternas que se regalaban a la entrada y que, al ser enarboladas por los asistentes, producían constantemente un efecto visual de lo más llamativo.

Lo que pasaba en el escenario en términos de iluminación y de escenografía fue igualmente impresionante -aunque algunos lo podrían calificar simplemente como ‘cheesy’ y excesivo-. Para simular un ambiente de playa tropical, se colocaron en el fondo unas vistosas palmeras artificiales; sin embargo, desde el inicio, lo más destacado fue el empleo de las pantallas gigantes para mostrar tanto imágenes del artista sometidas a diferentes efectos visuales como complejas escenas de animación. Más adelante, se desplegaron los rayos láser e hicieron su aparición tres delfines flotantes; y, casi al final, el mismo Bad Bunny recorrió las alturas del inmenso SoFi subido en una plataforma sostenida por cables.

Se trató, en todo caso, de una estética destinada a complacer los gustos de un público que estaba completamente dispuesto a exponerse al ‘denbow’ y las fusiones con el ‘house’ que se presentaron, aunque las mezclas no se detuvieron allí, y hubo también espacio para algunos de los ‘traps’ desafiantes y contundentes que el amo de la velada creó al al inicio de su carrera, como “Chamba” y “Soy peor”, cuyos ‘beats’ no resultan propicios para la danza, sino para una suerte de contemplación hipnótica.

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Antes de que se escuchara “I Like It”, el éxito de Cardy B al que fue inicialmente invitado en el 2018, los parlantes difundieron un fragmento de “El cantante”, la pieza más conocida del legendario salsero Héctor Lavoe; más tarde, las cadencias latinas adquirieron un plácido aroma ‘indie’ en “Yo no soy celoso”; el reggae se impuso en “Me fui de vacaciones”; se infiltraron percusiones folklóricas en “El apagón” -que cuenta con una letra particularmente crítica sobre los malos manejos administrativos de Puerto Rico-; y el fin de fiesta se dio bajo el influjo del merengue, que ocupa un rol protagónico en “Después de la playa”, la canción final del álbum “Un verano sin ti”.

Otra imagen del boricua en el escenario.
Otra imagen del boricua en el escenario.
(Raul Roa/Los Angeles Times)

En los ojos de todos

Este hombre es mucho más versátil de lo que sus detractores pregonan, y lo que ha hecho para convertirse en uno de los artistas más populares del mundo no puede ser ignorado. Su gira anterior se convirtió en la más lucrativa del planeta entero; la edición de los Premios Billboard del jueves pasado lo coronó con 9 galardones; y el día de hoy ha sido decretado por el Consejo de Los Ángeles como el ‘Bad Bunny Day’. A estas alturas, en clara contraposición con lo que muchos podrían definir como ‘haters’, el universo se encuentra prácticamente en sus manos.

Eso no debería hacerlo inmune a los reparos. Es verdad que muchas de sus canciones tienen estructuras repetitivas y poco creativas -aunque no habría que pedirle virtuosismo al pop-; es verdad que tiene letras muy básicas -aunque eso ha ido cambiando-; es verdad que su voz puede ser especialmente difícil de asimilar -a no ser que se quieran establecer nuevos parámetros para el canto-; es verdad que, durante su comunicación verbal con la audiencia, no dice nada mínimamente elaborado -pese a que, en los últimos años, ha mostrado un interés aparentemente sincero en las problemáticas sociales que afectan a su isla de origen-; es verdad que su apoyo a la comunidad LGBTQ podría manifestarse de manera mucho más abierta durante los shows si es que luciera en algún momento esos atuendos con inequívocos detalles femeninos que parecen limitarse a su exhibición en las redes y en los videos.

Pero también es verdad que, en el SoFi, contó con varios colaboradores interesantes, para los que esta clase de exposición masiva resulta sumamente significativa. No es de extrañar que haya tenido en el escenario a Chencho Corleone, ex integrante de Plan B, quien colaboró con él en la grabación del tema “Me porto bonito”; pero fue mucho menos predecible encontrarlo al lado de la colombiana Li Saumet, vocalista de Bomba Estéreo, para la interpretación de “Ojitos lindos”, una pieza tranquila y romántica que se distingue claramente de las propuestas más duras de su carrera.

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Y resultó sobre todo grato apreciar el largo segmento que le ofreció a Ivy Queen, pionera incuestionable del reggaetón, quien tuvo no solo un dúo a su lado (plasmado en la interpretación de “Yo perreo sola”), sino que cantó por cuenta propia tres piezas de su repertorio personal, mientras lucía un curioso atuendo de conejita en el que destacaba la bandera de Puerto Rico.

Por supuesto, como buen representante del género urbano que es, Bad Bunny ha tenido incontables colaboraciones con otros músicos, y en un mundo ideal, Daddy Yankee hubiera cantado con él “Vuelve” y J Balvin hubiera hecho lo mismo en “La canción”, sin mencionar siquiera a Cardi B y a todos los demás vocalistas que participaron en las grabaciones originales de muchos de los temas que se presentaron; pero no hubo falta de invitados ni mucho menos de entusiasmo, como lo dejó en claro la gigantesca multitud que se retiró del lugar dando sonoras muestras de satisfacción una vez que la faena estuvo terminada. El plato se repite esta noche en el mismo lugar.

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