“La Raya”, que se proyecta el 31 de mayo a las 8:45 p.m. en el auditorio 13 de Regal LA, nos traslada al pueblo de San Juan Quiahije, en Oaxaca, para presentarnos a Sotera (Diana Itzel Cruz), una niña que fue enviada a su pueblo natal desde Estados Unidos cuando solo tenía 2 años y que ahora, a los 11, está siendo tentada por su padre, quien permanece en el ‘gabacho’, para regresar a este país.
La película es obra de Yolanda Cruz, una cineasta oriunda del mismo lugar donde se desarrolla la historia que decidió regresar a su terruño luego de haber vivido cerca de dos décadas en Los Ángeles, ciudad a la que se mudó debido a circunstancias nada deseables, pero que le permitió convertirse en una profesional de la industria.
Cruz fue primero una migrante interna -se mudó del pueblo donde nació a la ciudad de Oaxaca- y, durante la adolescencia, se convirtió en una migrante internacional debido a un terrible suceso -el asesinato de su padre, un reconocido activista social y ambientalista-.
“Resulta que, en Los Ángeles, me encontré con una gran comunidad de oaxaqueños a la que me uní y con la que me identifiqué”, nos contó la realizadora, quien, ya en esa época, había podido desarrollar sus aptitudes artísticas en las áreas de la poesía, la escritura y la fotografía. “Eso me permitió conocer a varios profesores, activistas y músicos; y decidí quedarme ahí, impulsada por los estudios de cine que hice en la UCLA”.
“La Raya” lidia también con la problemática del que tiene que irse de su tierra desde su argumento mismo. “Son historias que comúnmente me encuentro estando aquí en Oaxaca, con niños que son ciudadanos americanos pero que tienen a sus padres en Estados Unidos, y que son extraños a ese lugar y hasta a sus padres”, describió Cruz.
En “Querido trópico”, que se proyecta el 29 de mayo a las 7 p.m. en el auditorio 3 de los TCL Chinese Theaters, la protagonista es Ana María (Jenny Navarrete), una inmigrante colombiana en Ciudad de Panamá que se pone al servicio de una familia acaudalada de origen chileno para atender a Mercedes (Paulina García), la integrante mayor del mismo clan, quien se encuentra afectada por la demencia senil.
“Panamá es un país hecho por migrantes; un país de paso, al que mucha gente ha ido llegando desde antes de la construcción del canal”, nos dijo la directora Ana Endara. “Yo, por ejemplo, tengo padre panameño y madre croata. Pero también creo que la migración es un tema del que hay que hablar de una forma u otra, por todo lo que está pasando en estos tiempos”.
En ese sentido, Endara siente que fue natural darle a sus personajes las nacionalidades que les dio. “Los trabajos esenciales, como el del cuidado, usualmente no son bien remunerados, y los hacen personas que están en posiciones de vulnerabilidad y que son muchas veces migrantes”, explicó. “En Ciudad de Panamá, encuentras gente con mucho dinero que contrata nanas o cuidadores de esta clase”.
Más allá de cualquier consideración histórica, realista o ideológica, la estrategia, en este caso, responde adicionalmente a una requisito básico: la necesidad de conseguir financiamiento de diferentes procedencias para llevar adelante el proyecto.
“La mecánica con la que se hacen las películas en nuestros países latinos hace que sea muy necesaria la coproducción, porque eso permite acceder a los fondos estatales de uno o de otro”, dijo la cineasta, quien, al igual que las demás entrevistadas, expresó su preocupación por los aranceles a las producciones extranjeras que ha planteado el actual mandatario estadounidense.
La experiencia migrante, pero trasladada esta vez a su faceta interna, se inserta también en “Linda” -película argentina que se podrá ver el 29 de mayo a las 9:30 p.m. en el auditorio 3 de los TCL Chinese Theaters- a través del personaje que lleva el mismo nombre, una empleada doméstica originaria de San Juan que es interpretada por la deslumbrante China Suárez.
“Ese es un lugar que se caracteriza por tener chicas muy bonitas, pero lo que me interesaba más es que es el lugar de nacimiento de la Difunta Correa, una mujer que [según la leyenda] cruza el desierto sola, buscando a su marido que se fue a la guerra”, nos dijo la directora Mariana Wainstein, en conexión desde Buenos Aires. “Va con su bebé y lo alimenta con la teta, hasta que muere deshidratada; pero el niño se salva”.
De ese modo, Wainstein buscaba trazar un paralelismo con el sacrificio de las empleadas domésticas que van a trabajar a las capitales en busca de mejores sueldos y posibilidades, aunque ello implique que pongan en pausa sus propias vidas.
“Claro, que en esta película, decidí darle un giro al asunto para hacer también una reivindicación de la mujer, porque ella atraviesa un proceso de empoderamiento que la lleva a decir: ‘Voy a trabajar, a mandar plata a mi pueblo y a alimentar a mis hijos, pero también voy a vivir mis deseos, a transformarme y a explorarme”, detalló, en alusión a un personaje que, inmediatamente después de entrar a trabajar en un acaudalado hogar porteño, se convierte en objeto de deseo de todos los integrantes de la familia, tanto hombres como mujeres.
“Al no pertenecer a ese mundo, Linda no conoce las reglas establecidas de cómo comportarse o de qué no hacer”, prosiguió la realizadora. “Y eso me parecía interesante, porque genera mucha incomodidad en los demás personajes y los saca del lugar seguro en el que se encuentran”.
En ese sentido, las cintas presentes en el LAFF que lidian con la migración o con los sectores socialmente desfavorecidos tienen la virtud de compartir una visión del fenómeno que no intenta nunca presentar a personajes inmaculados, sin que eso implique ignorar sus necesidades, sus esfuerzos y la justicia de sus demandas.
En “La Raya”, el padre de Sotera intenta a toda costa llevarse a su hija a la Unión Americana, pese a que ella anhela quedarse en el pueblo; en “Linda”, la protagonista aprovecha descaradamente su atractivo en quien se le ponga por delante; y en “Querido trópico”, la cuidadora finge estar embarazada para ser contratada.
“Es que los humanos somos buenos y malos; no me interesa el cine donde todos son absolutamente una cosa o la otra”, enfatizó Cruz. “Para mí, es muy importante que los personajes sean humanos, que tengan secretos, que sus intenciones sean a veces confusas”.
“Todos esos espacios en blanco que deja el personaje de Ana María lo hacen más rico y te dejan pensando además en lo que harías tú”, prosiguió. “Uno lo puede sentir más cercano, porque tiene misterio, tiene algo de maldad y tiene algo de bondad, como todos”.