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CRÍTICAS. Una F1 trepidante y una M3gan reforzada reciben el verano con acción, humor y una pizca de terror

Brad Pitt en una escena de "F1".
(Warner Bros. Pictures)
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Cualquiera que tenga capacidad de entendimiento sabrá ya que esta no es una temporada de verano habitual debido a la profunda inestabilidad social que se vive en el país, y que no tiene visos de cambiar en los siguientes meses.

En ese sentido, no es de extrañarse que muchos integrantes de la comunidad hispana a la que servimos teman salir de sus casas, sobre todo cuando se trata de actividades que no son imprescindibles. Pero, si lo hacen, y si son amantes del cine, es probable que opten por ir a las salas para ver películas que los distraigan del drama continuo en que se han convertido sus vidas.

Por ese lado, a partir de este fin de semana, ellos -y todos los demás, obviamente- tendrán acceso a dos cintas que, a pesar de los géneros distintos a los que pertenecen, cumplen a cabalidad con los requisitos de entretenimiento a gran escala que se pueden esperar de las grandes producciones de estudio, y que no decepcionan tampoco en términos de calidad.

La más visible y ruidosa es “F1”, lo que resulta natural en vista de que se trata de la nueva aventura del incuestionable astro Brad Pitt, enfundado esta vez en el traje de un piloto de carreras ficticio con aires de cowboy moderno que, por supuesto, participa en una serie considerable de competencias, relacionadas todas al Campeonato Mundial de Fórmula Uno y emplazadas en diferentes ciudades del mundo.

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Lo bueno de “F1” es que te hará pagar por ver espectaculares secuencias de carreras, pero te ofrecerá no solo esto, sino también un drama de alto vuelo que decae en su parte final y que no se libra de los típicos clichés románticos y motivacionales, pero que mantiene una solidez inesperada para un trabajo de su clase y que, lejos de centrarse únicamente en los pilotos, ofrece acertadamente un panorama bastante completo de la industria que retrata y de sus distintos participantes.

Pese a que el ídolo rubio no hizo evidentemente las escenas más arriesgadas y complejas a bordo de los automóviles, tiene una amplia participación en un filme cuya longitud permite el desarrollo de personajes y que, además de colocarlo en una tirante relación con Joshua Pearce (Damson Idris) -la joven estrella del equipo al que acaba de integrarse-, lo muestra también en impecables intercambios histriónicos con el gran actor español Javier Bardem -quien interpreta a Rubén Cervantes, el dueño del mismo equipo-.

Sea como sea, en la piel del veterano corredor Sonny Hayes, Pitt vuelve a dejar en claro que es uno de los intérpretes más carismáticos, atractivos y talentosos de nuestros tiempos.

La relativa eficacia del relato le debe mucho a Ehren Kruger, quien firma el guión y que, en esa misma capacidad, ha destacado por su participación en producciones tan diferentes como las de la saga de Transformers, “The Ring” (2002), “Ghost in the Shell” (2017) y “Top Gun: Maverick” (2022).

Pero no hay que quitarle méritos a Joseph Kosinski, quien trabajó en el desarrollo de la historia y que se convirtió además en el director de un ambicioso trabajo que requería de una meticulosa planificación estética imposible de lograr con un planteamiento clásico.

Otro momento de la cinta.
(Warner Bros. Pictures)

Kosinski se ha distinguido desde el inicio de su carrera por la elaboración de cintas firmemente ancladas en el ‘mainstream’ que han tenido resultados a veces cuestionados -como fue el caso de “Tron: Legacy” (2010) y de “Spiderhead” (2022)-, pero nunca descartables y siempre vistosos en el plano visual, como lo dejaron sobre todo en claro “Oblivion” (2013) y ‘Top Gun: Maverick” (2022).

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En “F1”, los avances tecnológicos fueron ampliamente aprovechados, como lo revela la instalación que se hizo de cuatro cámaras 6K al interior de los vehículos empleados con la finalidad de obtener tomas absolutamente inmersivas que lucieran además impecables. En este aspecto, resultó también esencial la participación de Claudio Miranda, el director de fotografía chileno que colabora habitualmente con Kosinski y que recibió un Oscar por “Life of Pi” (2012).

El paquete se completa con una banda sonora potente y diversa que, por supuesto, se siente de lo más conveniente, pero que cumple con las cuotas adecuadas de rock clásico y de hip hop. No me molestó para nada, a diferencia del exceso de publicidad descarada para diferentes productos reales que aparece por aquí y por allá.

En todo caso, lo más interesante para mi es lo mucho que disfrute de una cinta tan aparatosa y tan clamorosamente hollywoodense como esta, es decir, de uno de esos productos hechos a la medida que suelo detestar. Prefiero pensar que no es que yo haya cambiado, sino que, en esta ocasión, Kosinski ha hecho las cosas tan bien que ha logrado derrumbar mis -hasta ahora- inexpugnables defensas.

Lo sucedido también tiene que ver probablemente con el hecho de que, más allá de su abundancia de cámaras y de recursos experimentales, la nueva película del caballero parece estar mayormente desprovista de CGI.

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Vuelve, muñeca

El segundo título al que aludimos es “M3gan 2.0”, que es, obviamente, la secuela de “M3gan” (2022), un filme de bajo presupuesto -relativamente hablando- con el que Universal logró amasar una suma que superó más de 10 veces su inversión.

Luego de su estupendo debut en el cine independiente de terror con “Housebound” (2014), que él mismo dirigió y escribió, el neozelandés Gerard Johnstone decidió entregarse a los brazos de Hollywood para comandar “M3gan”, una cinta que, a primera vista, parecía ser una suerte de remedo de la saga de Chucky, en plan femenino y con ciertos cambios esenciales (la muñeca aquí no está poseída, sino que es un robot descontrolado).

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Sin embargo -y sin haber dejado de ser un producto del ‘mainstream’-, la obra resultó ser una película menor, pero absolutamente entretenida, en la que el empleo del humor permitían pasar por alto varias inconsistencias narrativas, y que se las ingenió para ofrecer mucho más de lo esperado a través de los comentarios que hacía sobre el potencial negativo de la cada vez más invasiva IA.

Ocurre algo semejante con la secuela, “M3gan 2.0”, que luce mucho más grande, que agrega a una nueva villana -AMELIA, una androide de combate- y que potencia considerablemente la comicidad sin desentonar por ello con lo anteriormente visto. En cierto sentido, es mejor que su antecesora, lo que tiene sin duda que ver con el hecho de que, en esta ocasión, Johnstone firmó el guión.

M3gan and Amelia (Ivanna Sakhno) en pleno enfrentamiento.
(Universal Pictures)

Pero es también un tren de alta velocidad que se empieza a descarrilar en la recta final, y que pudo hacer mejores esfuerzos para dar miedo, porque el terror, en este caso, se encuentra seriamente relegado. Claro que, por lo general, es un vehículo efectivo e increíblemente divertido que cuenta adicionalmente con unos efectos especiales mucho más creíbles que su antecesora, y cuyas escenas de acción combinadas con ciencia-ficción le rinden un cariñoso tributo a la saga de Terminator.

Lo que no se debe esperar, por supuesto, es la presencia de una gran historia. Nuevamente, Johnstone mejora las cosas con respecto a la cinta previa al recurrir a recursos ingeniosos y al imponer un humor hilarante; pero, al ser una secuela directa, “M3gan 2.0” nos presenta una vez más a Gemma (Allison Williams), la científica creadora de M3gan, un personaje que, desde el inicio, se ha destacado por su falta de carisma, y que es además muy difícil de querer debido a su egoísmo supuestamente inintencionado.

Afortunadamente, Williams vuelve a tener a su lado a la increíble Violet McGraw, quien, naturalmente, ha crecido, y cuya evolución como actriz se presta para darle mayor vitalidad a Cady, la sobrina huérfana de Gemma, que era una niña en la cinta de debut y que, ahora, como pre adolescente, se enfrenta de modo mucho más intenso a las irresponsabilidades de su tía y a las situaciones con las que tiene que lidiar.

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“M3gan 2.0” no le gustará a todo el mundo, y no necesariamente por su nivel de violencia, que es muy medido (cuenta con una clasificación PG-13), sino porque, francamente, es sumamente disparatada y puede llegar a ser ridícula. Pero está hecha con esas intenciones, e incluso en sus peores momentos, tiene detalles interesantes que no caen necesariamente en lo predecible.

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