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En busca de los “hipopótamos de la cocaína” de Colombia

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Incluso en la Hacienda Nápoles, los hipopótamos se destacaban.

Dadas las maravillas del escondite de Pablo Escobar en el centro de Colombia, de 7.400 acres, no era una hazaña pequeña. La hacienda de 63 millones de dólares del famoso narcotraficante tenía su propio aeropuerto y helipuerto, lagos artificiales, estatuas de dinosaurios de tamaño real, una flota de coches de colección, un zoológico lleno de elefantes, rinocerontes, jirafas, raras aves tropicales y otras bestias exóticas.

Aún con todo esto, la gente se fijó en los hipopótamos.

Por una buena razón, dijo Jonathan Shurin, un biólogo de UC San Diego: “Estos son animales grandes y carismáticos”.

Los hipopótamos requieren de un manejo cuidadoso. Después de que la Policía Nacional de Colombia matara a Escobar en 1993, los zoológicos y los coleccionistas privados adquirieron los animales, todos excepto los hipopótamos.

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Al revolcarse en el río Magdalena, eran demasiado difíciles de manejar y muy peligrosos para moverlos. Con el tiempo, escaparon del recinto y se adentraron en el campo colombiano.

Permanecen allí hoy en día, y son los únicos hipopótamos salvajes fuera de África.

Escobar comenzó con cuatro hipopótamos. Cuando Shurin obtuvo una beca de National Geographic para estudiar este fenómeno en 2017, la población había aumentado a unos 65.

Hoy en día, él estima que hay de 80 a 100.

“En 20 a 40 años”, dijo, “habrá miles”.

Trabajando con biólogos de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y con una estudiante de post-doctorado de UC San Diego, Natalie T. Jones, Shurin está midiendo el impacto de los hipopótamos en su nuevo reino. Durante sus expediciones, aprendió mucho sobre los llamados hipopótamos de la cocaína.

La gente dice de los animales salvajes: “si no los molestas, no te molestarán” y “te tienen más miedo a ti que tú a ellos”, dijo Shurin.

“Pero eso no es cierto con los hipopótamos”.

Retirada a toda prisa

Durante siglos, estas criaturas han capturado la imaginación humana. Juguetes de felpa en forma de hipopótamos se encuentran en las cunas de los niños de hoy en día, mientras que figuras de cerámica de hipopótamos de 4.000 años de antigüedad tomadas de tumbas egipcias se exhiben en el Louvre. Hay canciones (“Quiero un hipopótamo para Navidad”), libros para niños (“George y Martha”, “Hipopótamos enloquecen”) y dibujos animados (“Hugo el hipopótamo”).

Hacienda Nápoles

A pesar de su popularidad, los hipopótamos son a menudo incomprendidos. El nombre deriva del griego “caballo de río”, pero los hipopótamos no son una especie equina. Tampoco están relacionados con los cerdos, como argumentaron los primeros estudiosos; en cambio, las investigaciones actuales los relacionan con la familia de los cetáceos.

“Los hipopótamos”, dijo Shurin, “son los animales terrestres más cercanos a las ballenas”.

Otro concepto erróneo: Estas son criaturas adorables.

“Los hipopótamos de río son bastante violentos por naturaleza”, señaló Jennifer Chapman, una cuidadora de mamíferos del zoológico de San Diego. “Tienen mechas cortas”.

Shurin, una nativa de Cleveland que ha enseñado en UC San Diego desde 2010, es una experta en recursos y calidad del agua. Aunque esta fue su introducción a los hipopótamos salvajes, no es una desconocida para Colombia, ya que ha realizado un proyecto de investigación anterior en el Lago de Tota, el lago más grande de la nación sudamericana. Se sorprendió e intrigó cuando se enteró del perdurable legado natural de Pablo Escobar.

“Eso es demasiado bueno para dejarlo pasar”, decidió. “Esta es una pequeña ventana al pasado”.

“Lo más parecido a los hipopótamos en América ahora son los tapires”, aseguró Shurin. “Nunca hemos tenido hipopótamos”.

Así que viajó al sur a la Hacienda Los Nápoles, a unos 80 kilómetros de Medellín, situada en un valle al borde de una selva tropical. Caliente y húmedo, el mercurio sube regularmente más de 100 grados, la tierra está llena de vida: monos, guacamayos, iguanas. Nadando en los ríos hay manatíes, tortugas gigantes y caimanes.

También se han importado búfalos de agua asiáticos, para trabajar en las plantaciones que alimentan el comercio de aceite de palma, pero no vagan libres como los hipopótamos. Tampoco representan el mismo tipo de peligro: animales territoriales, los hipopótamos han sido conocidos por agredir a las personas que se acercan demasiado. Durante uno de sus cuatro viajes a la zona, Shurin estaba en una lancha observando a los hipopótamos cuando los animales cargaron en su contra. Se retiró rápidamente.

Eso fue inteligente, señaló Chapman del zoológico, quien trabaja con hipopótamos.

“El hipopótamo de río es el responsable de la mayoría de las muertes en África”, aseveró Chapman. “Y son rápidos. La gente no entiende eso”.

Con una longitud de hasta 16 pies, una altura de 5 pies, y un peso de hasta 4 toneladas, estas bestias pueden alcanzar velocidades de 25 millas por hora en tierra. Aunque no nadan - Chapman señaló que en realidad corren en los lechos de los ríos - son engañosamente veloces en el agua. “Hay estos increíbles videos tomados desde barcos”, dijo, “ves una ola, una ondulación en el río, y de repente muestran en cámara lenta a este enorme animal saliendo del agua”.

Los hipopótamos matan aproximadamente 500 personas al año en África, haciéndolos dos veces más letales que los leones. Hasta ahora, no se ha informado de ninguna muerte en Colombia.

“Los lugareños parecen bastante indiferentes a ellos”, dijo Shurin.

Material orgánico

Nocturnos por naturaleza, los hipopótamos colombianos comen grandes cantidades de hierba, pastando toda la noche y todas las noches.

“Sólo comen en tierra”, dijo Shurin. “Luego vienen al agua y defecan todo el día”.

En un artículo publicado en la revista Ecology, Shurin, Jones y sus colegas colombianos usaron otro término para los desechos de los hipopótamos rociados en el agua. Este “material orgánico”, como lo llamaron, alimenta las floraciones de algas, altera los niveles de oxígeno y puede conducir a la muerte de los peces. Si los desechos de los hipopótamos siguen creciendo al ritmo actual, también existe el peligro de que agoten los pastizales locales.

Sin embargo, en la actualidad no hay una estrategia para mantener a esta población bajo control. Los funcionarios colombianos le dijeron a Shurin que no había dinero para financiar una campaña de esterilización, y los locales se oponen al sacrificio de la manada.

“Dentro de Colombia, hay resistencia a matarlos”, dijo Shurin. “Estos animales atraen a los turistas y a la gente le gustan”.

Hasta ahora, sólo hay una pequeña cantidad de turismo relacionado con el hipopótamo. Shurin notó que algunos colombianos se aventuraron en esta región, deseosos de ver estas bestias, pero no vio ningún extranjero. No hay safaris semi-acuáticos organizados, aunque se ha abierto un restaurante en la costa con vistas a una popular zona de vadeo de hipopótamos.

Entre los investigadores, no hay un consenso claro sobre si esta especie invasora beneficiará o perjudicará al medio ambiente local.

Alrededor de la Hacienda Nápoles, Shurin, Jones y sus colegas colombianos tomaron muestras de agua de 14 pequeños lagos, dos con poblaciones de hipopótamos y 12 sin ellas.

“Los efectos de los hipopótamos en el ambiente acuático que observamos”, escribieron los investigadores en la revista, “sugieren que el crecimiento sostenido de la población representa una amenaza para la calidad del agua en los lagos y ríos a medida que expanden su rango a lo largo de la cuenca del Magdalena Medio y potencialmente colonizan nuevas regiones en la vertiente caribeña de Colombia”.

Sin embargo, algunos biólogos especulan que los nutrientes que los hipopótamos vierten en las vías fluviales pueden ayudar a otras especies a prosperar, a expandir los humedales de Colombia y a prevenir la invasión de los pastizales.

El rancho de Escobar es ahora un popular parque de diversiones, aunque el difunto capo de la droga sigue siendo controvertido en Colombia. El comercio multimillonario de cocaína desencadenó una guerra abierta en las ciudades y las zonas rurales. Los jueces y los políticos fueron asesinados rutinariamente, y muchos colombianos inocentes quedaron atrapados entre dos fuegos. Entre las víctimas se encontraba una industria turística, que está empezando a recuperarse.

“Colombia es preciosa”, dijo Shurin. “Es un lugar increíble para ir”.

Hay tanto que ver: playas brillantes, picos andinos nevados, selvas tropicales, lagos pintorescos. Y, al menos en el futuro inmediato, un raro vistazo sudamericano de la vida salvaje africana.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

https://www.latimes.com/opinion/story/2020-02-09/trump-impeachment-aftermath

https://www.latimes.com/world-nation/story/2020-02-09/chinas-virus-death-toll-surpasses-sars-but-new-cases-fall

https://www.latimes.com/politics/story/2020-02-09/new-hampshire-two-days-out

https://www.latimes.com/travel/story/2020-02-07/southern-california-whale-watching-gray-whales

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