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Cómo el coronavirus podría acabar con dos décadas de progreso en la guerra contra el trabajo infantil

Un niño recoge trigo de una trilladora en Peshawar, Pakistán, en mayo.
Un niño recoge trigo de una trilladora en Peshawar, Pakistán, en mayo.
(Muhammad Sajjad / Associated Press)
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Los muchachos salieron de su aldea en el escarpado cinturón tribal de Pakistán y llegaron a esta ciudad fronteriza para trabajar en el puesto de bebidas de Maula Khan, una carreta de madera protegida por una sombrilla en una carretera llena de migrantes, refugiados de guerra y rickshaws.

Umar Gul y Muhammad Siraj estaban en el calor de 108 grados, vertiendo limones recién exprimidos mezclados con azúcar en vasos de acero a 12 centavos la porción. Se encontraban lejos de casa, pero cuando la pandemia de coronavirus cerró su escuela primaria en marzo, sus familias necesitaban que trabajaran.

“Decidí apoyar a mis padres”, dijo Umar, un chico de 14 años que estaba en cuarto grado. Su primo Muhammad, de 13 años, cuyo padre es dueño del carrito de limonada y exigió que los niños se unieran a él, estaba en el grado inferior. Ninguno de los dos cuenta con volver a la escuela cuando se reanuden las clases.

“No estoy seguro”, Umar se encogió de hombros, sus hombros caídos bajo un shalwar kameez holgado. “Mi padre no tiene suficiente dinero para mi educación”.

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Los expertos advierten que la pandemia de COVID-19 podría obligar a millones de niños en países en desarrollo a abandonar las aulas para siempre y pasar a formar parte de la fuerza laboral, revirtiendo así dos décadas de progreso duramente conquistado contra el trabajo de menores y exponiendo a niñas y niños vulnerables a condiciones peligrosas, estrés físico, trauma emocional y explotación.

Children walk home in Mogadishu, Somalia, in March after the government announced the closure of schools.
Niños caminan a casa en Mogadiscio, Somalia, en marzo después de que el gobierno anunciara el cierre de las escuelas debido al brote de COVID-19.

(Farah Abdi Warsameh / Associated Press)

“En los hogares precarios que son económicamente vulnerables, tienen que tomar una decisión cada día, cómo gastar sus ingresos y cómo generarlos”, dijo Cornelius Williams, director adjunto de protección infantil de UNICEF.

“Si estas familias caen por debajo de la línea de pobreza, pueden tener que tomar estas decisiones desagradables”.

Los cierres económicos de varios meses y la amenaza de una recesión mundial prolongada han empeorado las dificultades de las familias pobres, especialmente aquellas que dependen de empleos informales y carecen de protecciones sociales. En los países de ingresos bajos y medios, el número de niños que viven en la pobreza podría aumentar en un 15% para finales de 2020 hasta alcanzar los 672 millones, según UNICEF y Save the Children, una organización benéfica internacional.

Casi dos tercios de esos niños viven en África y Asia Meridional, en países donde el trabajo infantil está arraigado a pesar de las prohibiciones legales, el incremento de la matrícula escolar y la modernización económica. La Organización Internacional del Trabajo estima que hay 152 millones de víctimas de trabajo infantil en todo el mundo que laboran como obreros agrícolas, pastores, mineros, tejedores, dependientes de tiendas, empleados domésticos, a menudo como parte de un negocio familiar.

Los defensores de los derechos de los niños han pasado décadas convenciendo a los gobiernos, empleadores y padres de que el trabajo infantil no sólo es peligroso, sino que también impide que las sociedades se eduquen más y creen empleos mejor remunerados.

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La campaña ha funcionado: alrededor de 100 millones de niños menos trabajan hoy en día en comparación con hace 20 años, según las agencias de la ONU.

La ONU se ha fijado el objetivo de eliminar el trabajo infantil para el 2030. Pero a los expertos les preocupa que la crisis económica obligue a los padres a elegir entre el futuro y la supervivencia diaria de sus hijos.

“El peligro es que perderemos esa trayectoria”, dijo Williams. “Ese objetivo se volvería imposible”.
Aunque algunas pruebas médicas sugieren que los niños son menos susceptibles a las infecciones por COVID-19 que los adultos, el costo de la pandemia para los jóvenes va más allá de la salud.

En Yemen, devastado por la guerra, la ayuda humanitaria se está agotando, amenazando a los niños con la muerte por inanición. Los informes sobre abuso infantil están aumentando en países desarrollados como Singapur y los pediatras de EE.UU advierten que mantener a los pequeños fuera de la escuela podría ser peor a largo plazo que la propia enfermedad.

En todo el mundo, más de 1.500 millones de estudiantes se han visto afectados por el cierre de escuelas. Al igual que muchos países, Pakistán trató de cambiar a la enseñanza en línea y a las clases televisadas.

Pero en la zona tribal escarpada y empobrecida a lo largo de la frontera afgana, tales medidas eran efectivamente imposibles.

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El acceso a Internet en la región es casi inexistente: las conexiones Wi-Fi son prohibitivamente caras, y el gobierno ha bloqueado el servicio móvil 3G y 4G desde 2016 como parte de su guerra contra una insurgencia de larga duración. La mayoría de los hogares sólo reciben de tres a cuatro horas de electricidad al día.

Incluso antes de la pandemia, Pakistán tenía algunas de las peores estadísticas de educación del mundo, con el 44% de los niños en edad escolar que no asisten a clases. La educación hasta los 16 años es gratuita según la ley, pero el costo de los libros, uniformes y otros gastos pesaba sobre las familias del cinturón tribal.

Con más de 200.000 infecciones de COVID-19 y bajos índices de pruebas, Pakistán no ha dicho cuándo volverán a abrir las escuelas.

Umar Gul, left, and his cousin Muhammad Siraj work at a lemonade cart in Peshawar, Pakistan.
Umar Gul, a la izquierda, y su primo Muhammad Siraj trabajan en un puesto de limonada en Peshawar, Pakistán. El padre de Muhammad, Maula Khan, está en el extremo izquierdo, con una larga barba.
(Zulfiqar Ali / For The Times)

Umar y Muhammad, que empezaron la escuela años más tarde porque sus familias habían sido desplazadas por los combates en Bajaur, eran ambos buenos estudiantes, aficionados a las clases de urdu, con la esperanza de alistarse en el ejército.

Pero cuando llegó el cierre, el cálculo de la familia fue simple.

“Somos pobres”, dijo el padre de Muhammad, Maula Khan, “y necesitamos manos extras para ayudarnos a ganar”.

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El puesto de bebidas genera unos $3.50 por día para que la familia de siete personas pueda vivir en Peshawar, hogar de un gran número de migrantes de los distritos tribales y refugiados de la guerra en Afganistán. Maula Khan, con los tobillos hinchados por estar todo el día parado junto al carrito, dijo que trabajar era lo mejor para el futuro de los niños.

“Esto los entrenará para abrir sus propios puestos de limonada”, dijo.

La edad legal para trabajar en Pakistán es de 15 años, aunque las autoridades provinciales rara vez hacen cumplir la ley. En la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, que incluye Peshawar, los inspectores laborales incluso carecen de fondos para realizar visitas in situ, según un informe de 2018 del Departamento de Trabajo de EE.UU.

Pakistán no ha llevado a cabo una encuesta sobre trabajo infantil desde 1996, cuando se descubrió que 3.3 millones de menores de entre 5 y 14 años trabajaban. Los activistas dicen que hoy en día menos niños trabajan en empleos industriales, pero siguen siendo empleados en gran número en la agricultura y, en particular para las niñas, como ayuda doméstica, donde el abuso es común.

“Las desigualdades socioeconómicas aumentarán después de la pandemia y será peor para los más vulnerables”, dijo Iqbal Ahmad Detho, miembro de la comisión nacional de derechos del niño de Pakistán.

Un paquete de ayuda presentado por el gobierno endeudado del Primer Ministro Imran Khan dio a 12 millones de familias un pago único de aproximadamente $71. Esa cantidad, inferior a los salarios mínimos mensuales establecidos por las provincias, fue ampliamente denunciada como inadecuada.

Mujeres esperan en fila para recibir un programa de ayuda gubernamental en Peshawar, Pakistán, en abril.
(Muhammad Sajjad / Associated Press)

El gobierno proyecta que al menos 12 millones de personas perderán su empleo y 10 millones caerán por debajo de la línea de pobreza, un incremento del 18%, debido a la pandemia.

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“No estamos en contra de educar a nuestros hijos, pero las familias pobres dependen del trabajo infantil para pagar las cuentas”, expuso Hamid Khan, quien dirige un taller de reparación de automóviles en el concurrido Shoba Bazaar de Peshawar.

Mientras hablaba, un empleado de 14 años estaba ocupado destornillando tuercas y tornillos y lavando piezas de automóviles. El salario del muchacho: menos de un dólar al día.

Últimamente, dijo Khan, el número de niños que trabajan en el mercado ha aumentado notablemente.

Junaid, de 13 años, a la izquierda, vende mascarillas en el distrito de Khyber Bazaar de Peshawar, Pakistán.
(Zulfiqar Ali / For The Times)

A una corta distancia a pie en el histórico Khyber Bazaar de la ciudad, Junaid Khan, de 13 años, estaba parado en una acera buscando clientes. Cuando las escuelas cerraron, pidió unirse a su padre como vendedor ambulante, vendiendo máscaras faciales.

Ahora Junaid vende alrededor de 50 máscaras quirúrgicas azules al día, por unos $2. Dijo que no volverá a la escuela, aunque planea asistir a clases de Corán por las tardes.

Su padre Rahim Dad, que vende máscaras y cepillos de dientes naturales hechos de corteza de árbol, lamentó que su hijo mayor tuviera que trabajar.

Pero con cuatro hijas casadas y dos niños pequeños en casa, Rahim Dad dijo que la familia sólo intentaba sobrevivir.

“Si Dios quiere”, manifestó, “haré todo lo posible para que mis otros hijos reciban una educación”.

El corresponsal especial Ali informó desde Peshawar y el redactor Bengali del Times desde Singapur.

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Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

La gente compra comestibles en Peshawar, Pakistán, en abril.
(Muhammad Sajjad / Associated Press)

Special correspondent Ali reported from Peshawar and Times staff writer Bengali from Singapore.

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