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En 2020, el COVID-19 ayudó a reducir las emisiones de dióxido de carbono; ¿cómo seguimos ahora?

Light traffic on the 101 and 110 freeways in downtown Los Angeles last March
Poco tráfico en las autopistas 101 y 110 en el centro de Los Ángeles en marzo pasado, cuando estaban vigentes las órdenes de quedarse en casa.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)
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La pandemia de COVID-19 puede haber reducido las emisiones globales de gases de efecto invernadero en 2020, pero no ofrecerá un beneficio duradero a menos que se prolonguen las bajas igualmente drásticas en el dióxido de carbono durante los próximos años, según un equipo internacional de investigadores.

Los hallazgos, publicados el miércoles en la revista Nature Climate Change, subrayan el nivel de esfuerzo que Estados Unidos y otras naciones deberán hacer para evitar que la temperatura de la Tierra aumente aún más. Es una lección que los responsables de formular políticas deberán tener en cuenta cuando las economías se reactiven, una vez que la pandemia disminuya.

“La caída en las emisiones de CO2 por las respuestas al COVID-19 destaca la escala de acciones y la adherencia internacional necesaria para abordar el cambio climático”, escribió un equipo dirigido por Corinne Le Quéré, quien estudia el cambio climático en la Universidad de East Anglica, en Inglaterra.

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La naturaleza de las interrupciones económicas, que afectaron particularmente al sector del transporte, también brinda una oportunidad para adoptar más prácticas de reducción de emisiones, agregaron los investigadores. Quizá los legisladores puedan incentivar el despliegue a gran escala de vehículos eléctricos y crear un espacio público más seguro para caminar y andar en bicicleta en las ciudades, añadieron. “Las acciones estratégicas ahora podrían minimizar el rebote y reforzar los recortes en las emisiones globales a largo plazo”, escribieron los autores.

Desde que se firmó el Acuerdo de París, en 2015, la gran mayoría de los países del mundo prometieron trabajar en conjunto para limitar el calentamiento global a menos de 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales (y preferiblemente a 1.5 grados, de ser posible).

Pero en los cinco años posteriores, los recortes de emisiones fueron relativamente marginales: las Naciones Unidas emitieron un informe a fines del año pasado diciendo que incluso si los países cumplen sus compromisos, la temperatura global se elevaría a 3.2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales a finales de siglo. Se necesitarían recortes mucho más drásticos para contener el calentamiento global en el rango de 1.5 a 2 grados.

La pandemia, por supuesto, terminó generando esos recortes drásticos, ya que los gobiernos locales y nacionales de todo el mundo comenzaron a emitir toques de queda, órdenes para quedarse en casa y restricciones al comercio.

Las emisiones globales de dióxido de carbono se redujeron en 2.600 millones de toneladas métricas en 2020, a 34.000 millones de toneladas métricas, una disminución proyectada que lo sitúa en aproximadamente un 7% por debajo de los niveles de 2019, según muestra una investigación de rastreo. Es una caída sorprendente, aunque su trayectoria varió según el nivel de ingresos del país.

En zonas de altos ingresos, como Estados Unidos, las emisiones habían caído en un promedio de 0.8% por año desde que se alcanzó el Acuerdo de París. Luego cayeron un 9%, en 2020, gracias a la pandemia.

En un grupo de países de ingresos medianos altos, las emisiones habían aumentado a una tasa media anual del 0.8% desde el Acuerdo de París, y luego bajaron un 5% en 2020.

Entre los países de ingresos más bajos, las emisiones en realidad habían aumentado en un promedio del 4.5% anual desde 2015. Pero luego se desplomaron un 9% en 2020, lo cual marcó el descenso relativo más pronunciado de cualquier grupo.

Independientemente, un año de emisiones en picada no es suficiente para tener un impacto serio a largo plazo, escribieron Le Quéré y sus coautores. Para cumplir con los objetivos climáticos de París, EE.UU y el resto del mundo necesitarán reducir sus emisiones entre 1.000 y 2.000 millones de toneladas métricas por año -reducciones cercanas al nivel de una pandemia- por cada año a lo largo de la década actual.

Según señalaron, éste es el problema: “La mayoría de los planes actuales de recuperación del COVID-19 están en contradicción directa con los compromisos climáticos de los países”. Por ejemplo, algunas iniciativas para reactivar la economía incluyen la inversión en infraestructura basada en combustibles fósiles.

Si las reducciones de gases de efecto invernadero de este año fueron un rayo de luz fugaz en una nube que de otro modo sería catastrófica, ¿cómo pueden los países lograr los recortes de dióxido de carbono obtenidos durante la pandemia sin sufrir la destrucción económica también generada durante la pandemia?

La clave, afirmaron los autores, es garantizar que el crecimiento posterior a esta crisis también esté vinculado a la construcción de una economía más verde.

“Los estímulos económicos a nivel nacional pronto podrían cambiar el curso de las emisiones globales si se mejoran las inversiones en infraestructura verde mientras se reducen las inversiones que fomentan el uso de energía fósil”, escribieron.

Emily Grubert, ingeniera civil y ambiental de Georgia Tech, que no participó en el nuevo estudio, agregó que lograr estos objetivos después de la actual crisis sanitaria puede parecer abrumador, pero es factible. La gente aún puede volver a una vida que sea “normal” después de la pandemia: ver a amigos y familiares, ir al trabajo y visitar restaurantes y museos.

Según Grubert, hay dos formas principales de reducir el consumo de energía. En primer lugar, las personas pueden utilizar menos servicios y, por tanto, menor cantidad de energía. Eso es lo que la pandemia obligó a la gente a hacer, y resultó ser muy incómodo para sus vidas.

La segunda opción es hacer que esos mismos servicios sean más eficientes a nivel energético, consideró. Usar menos energía para proporcionar los mismos servicios -ya sea brindándolos a partir de más energía limpia o haciéndolos más eficientes energéticamente- puede tener beneficios similares, pero sin causar molestias.

“Desde una perspectiva de diseño”, dijo, el objetivo es “utilizar la energía de manera más eficiente y limpia”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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