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ENTREVISTA: ‘La justicia podría desatar un cisma en Honduras’: Rodolfo Pastor, secretario de la Presidencia

El expresidente hondureño Juan Orlando Hernández  es presentado ante los medios de comunicación
El expresidente hondureño Juan Orlando Hernández (centro) es presentado ante los medios de comunicación en la sede de la Policía Nacional, en Tegucigalpa, el martes 15 de febrero de 2022. (AP Foto/Elmer Martinez)
(Elmer Martinez / Associated Press)
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Hace poco más de un mes fue capturado quien hasta inicios de este año fue el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández -JOH-. Éste continúa en Tegucigalpa, pues una primera audiencia ante un juez afín a su gobierno postergó el día de su extradición. Hasta ayer 16 de marzo, JOH esperaba la segunda audiencia de presentación de pruebas a realizarse ante el mismo juez, quien fue nombrado magistrado de la Corte Suprema durante su administración. Tras 8 años a la cabeza del ejecutivo hondureño, precedidos por 4 años como presidente del legislativo, el exmandatario aún guarda control férreo de buena parte de la institucionalidad. Este es un poder que seguirá sosteniendo un tiempo más, incluso desde una celda si es extraditado a Nueva York por cargos de narcotráfico a gran escala.

Su hegemonía es especialmente fuerte en las instituciones encargadas de impartir justicia. Sin embargo, es poco probable que en lo que resta de este proceso de extradición la Corte se atreva a desafiar al gobierno americano, a pesar de que sus magistrados fueron electos gracias al expresidente Hernández. La deuda de favores de quien atendió su caso no impidió que éste aprobara la noche de ayer su extradición. La justicia de Estados Unidos se hace sentir en Honduras como nunca estos días, doblando poderes locales hasta ahora inexpugnables. Esto provoca condiciones para una posible transformación. Pero la presencia de Hernández en Tegucigalpa mantiene abierta el fin de una etapa de 12 años de la democracia moderna hondureña en la que él ha sido la persona más determinante.

Honduras aún asimila el haber llegado a ser en la última década el país más violento de América y el principal foco de la migración masiva y narcotráfico hacia EE. UU. Son estos días los últimos renglones en una historia que, mientras no se cierre, impide centrar la atención en el inicio de un nuevo ejecutivo que no ostenta tanto poder como JOH, incluso tras la transición de gobierno. La omnipresencia del hombre más importante de Honduras, apodado también como ´el hombre´ y conectado a una estructura de poder que sigue vigente en el país, impide determinar si sus sucesores están a la altura de los graves desafíos que enfrentan. Estos son los inesperados nuevos aliados de EE. UU en la región.

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Un giro geopolítico forzado por el hartazgo ante una élite política fuera de control liderada por JOH, tanto por parte del pueblo hondureño como del gobierno americano, ha llevado al poder a una coalición de oposición liderada por el partido de izquierda Libre -Libertad y Refundación-, presidida por Xiomara Castro. Para entender esta coyuntura, y enmarcarla en el actual proceso de cambio social que vive el país centroamericano más ligado a Estados Unidos en su historia como país independiente - para bien y para mal-, conversamos con uno de los jóvenes representantes de la nueva izquierda hondureña: el secretario de la presidencia Rodolfo Pastor de María.

Inusual para un político hondureño, se formó en la jesuita universidad Iberoamericana de México para desempeñarse en la administración de la vida pública. Obtuvo además su maestría en el Foreign Service Institute de la Universidad de Georgetown. Es hijo de la directora del Museo de San Pedro Sula y de uno de los principales historiadores del Valle de Sula, y creció en ese valle, que fue corazón del enclave bananero en el siglo XX. Pastor de María ofrece una visión propia del siglo XXI acerca de la relación histórica, actual y a futuro de Honduras con Estados Unidos, vista desde la izquierda que lidera el gobierno de coalición en Honduras. Conversamos con él acerca de geopolítica, corrupción, narcotráfico, e imperio de la ley, tanto hondureña como estadounidense, en un país que, a efectos prácticos, ha sido a lo largo de su historia independiente un país con ausencia de justicia.

¿Qué está pasando en Honduras y a quién tenemos que agradecer por esto?

Es el fin de un ciclo de crisis y el inicio de uno de reconstrucción. Hay que agradecer por ello al pueblo hondureño. Cobró conciencia política tras el desbaratamiento del aparataje de la institucionalidad a partir del golpe de estado en 2009 y el establecimiento de una dictadura de Juan Orlando Hernández -JOH-, y la estructura que representa. Es un despertar político que registró en las elecciones de noviembre del 2021 una participación histórica y otorgó un mandato claro: marcar un contraste total con el régimen anterior y recuperar la esencia republicana de Honduras.

La anterior administración llegó al poder desde las armas. Se estableció primero en el gobierno y congreso, y desde allí cooptó espacios como la Corte Suprema de Justicia o la Fiscalía del Ministerio Público. Fue un régimen autoritario, represor, que pretendió con total impunidad cometer corrupción sistemática. Al otro al que hay que agradecerle por el fin de este ciclo de crisis es a un actor externo que hasta hace poco fue un aliado fundamental de JOH y de la estructura que lideraba: Estados Unidos. Sin ellos no se hubiera podido llevar a cabo un proceso electoral como el que se dio.

Xiomara Castro juramenta como la primera mujer presidenta de Honduras en el Estadio Nacional de Tegucigalpa,
Xiomara Castro juramenta como la primera mujer presidenta de Honduras en el Estadio Nacional de Tegucigalpa, Honduras, el jueves 27 de noviembre de 2022. (Foto AP/Moisés Castillo)
(Moises Castillo / Associated Press)

Ese proceso no fue mínimamente justo, libre, transparente, ni el resultado de instituciones democráticas sólidas en Honduras. Fue el resultado de una intervención urgente de EE. UU, que mandó días antes de la elección a su subsecretario de estado para el hemisferio occidental -Bryan Nichols-, para hablarle claro a JOH y a las Fuerzas Armadas que habían sido leales a él. Esas mismas Fuerzas Armadas que obedecen al Pentágono. El cambio de gobierno fue el resultado de una instrucción que ellos les dieron: que se llevaran a cabo unas elecciones libres. Hasta el día de la votación la mayoría de los hondureños dudábamos de si éstas se iban a realizar o, si de efectuarse, iban a ser democráticas.

¿Por qué se da esto en las elecciones del 2021 y no en las del 2017, recordadas por fraudulentas?

EE. UU fue clave en reconocer a JOH tanto en 2013 y 2017. Voltearon la cara desde las elecciones del 2010 tras el golpe de estado, en las que ganaría la presidencia Pepe Lobo -del conservador Partido Nacional-, con una baja participación. A través de Porfirio Lobo también llegaría al poder JOH como presidente del Congreso Nacional, desde donde empezó a estructurar un sistema de poder que en él se centralizó cuando pasó a ser presidente del país en 2013 y ser reelecto en contra de la constitución en 2017. Esto, a pesar de sus vínculos criminales con el narco y la corrupción -los fiscales de EE. UU registran que desde el 2004 empezó a trabajar con el narco-.

Probablemente estimaban que la alternativa que representaba Libre y la Resistencia Popular no les convenía. Pero JOH eventualmente se terminó convirtiendo en un socio incómodo. Como aliado les ofrecía algún tipo de control en el país, pero por otro lado era un problema por autoritario y corrupto.

Al separarse de JOH, ¿EE. UU dejó atrás la frase acuñada para definir la relación bilateral con otro caudillo centroamericano: ´es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta´?

Y lo fue hasta que ya no les funcionaba; que ya no era útil. Lo hemos visto en otros casos. Noriega o Sadam Hussein. EE. UU ha usado esa estrategia en todo el mundo y en distintos momentos de la historia. JOH se convirtió en otro hijo de puta inservible cuando su corrupción y abuso llegó a ser tan conocida por la población que ya no garantizaba la estabilidad y gobernabilidad que los americanos deseaban.

Ahora hay un apoyo decidido de EE. UU a una coalición de gobierno liderada por Libertad y Refundación, un partido de izquierda al que usted representa. ¿Cómo definir esta coyuntura?

A partir del 2017 los escándalos por corrupción y vínculos criminales de JOH que en Honduras no tenían impacto al controlar él las cortes y la fiscalía, sí trascendieron en EE.UU. Fue la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York la que investigó, documentó, y pidió la detención en 2018 de su hermano-Juan Antonio ´Tony´ Hernández-. Hay que imaginar la contradicción para EE. UU. Su aliado fundamental en Centroamérica, vinculado por sus propias autoridades judiciales al crimen organizado. Esa imagen de JOH encadenado se debe a que quienes se los llevaron son los americanos.

La justicia americana no es el resultado de la justicia hondureña, que sigue siendo cooptada por JOH y los intereses que lo acompañan. Hasta cuándo JOH esté atrincherado en Tegucigalpa es algo que depende de los ´gringos´. Ellos crearon el monstruo y ahora se lo tienen que llevar. Si se lo llevan por las buenas o las malas depende de su capacidad de negociar con las élites corruptas que todavía controlan las cortes y la fiscalía. No queremos la ley imperial de EE. UU, pero necesitamos su apoyo como un socio honesto, respetuoso, que nos ayude a salir de un problema en el que ellos tienen mucho que ver.

Entonces, sí hay una oportunidad histórica, pero hay que tener mucho cuidado. Xiomara y su administración representan el renacimiento de una apertura democrática, y EE. UU ha comprendido eso y está fortaleciendo este proyecto. Estamos decididos a luchar por la transparencia y en contra de la corrupción. Por eso se solicitó la CICIH -Misión anticorrupción con respaldo de las Naciones Unidas-. Sabemos que no tenemos capacidad local para hacerle frente al monstruo de la corrupción y el crimen organizado en nuestro país. La extradición de JOH es un primer paso simbólico e importante, pero un cambio completo. Ahora se debe investigar a la gente que se asoció con JOH desde las instituciones del estado -corte, fiscalías, etc.-, pero también a los bancos y los empresarios.

Migrantes que forman parte de una caravana que aspira con llegar a Estados Unidos
Migrantes que forman parte de una caravana que aspira con llegar a Estados Unidos esperan en una línea para que agentes de la policía revisen su documentación en Corinto, Honduras, el sábado 15 de enero de 2022. (AP Foto/Delmer Martínez)
(Delmer Martinez / Associated Press)

¿Cómo entender la necesidad americana de identificar y apoyar socios locales que velen por su país, y que no se vean a sí mismos como los vendedores de los permisos de una finca de explotación?

Honduras bajo el régimen de Juan Orlando, que era su aliado, se descompuso hasta convertirse en un problema político para los poderes de EE. UU a través de la migración. Condiciones de tanta violencia y miseria provocaron un éxodo hacia EE. UU. Esto pasó a ser un reto para Kamala Harris, quien quiere ser presidenta y a quien el presidente Biden le ha dado la misión de atender este tema como prioridad. ¿Y cuáles son las raíces de la migración? La falta de oportunidades, pobreza, desigualdad, e inseguridad física y jurídica: las autoridades corruptas y represivas.

Lo que está en el fondo del problema estructural de Honduras es la ausencia de autodeterminación, de independencia. Esto está vinculado directamente con la capacidad que tiene EE. UU de imponer su voluntad en Honduras, que en el pasado ha sido señalado con burla como ´USS Honduras´ o el ´Banana Republic´. La presencia de EE. UU ha sido histórica y fundamental. La fuerza aérea de Honduras fue creada para proteger intereses corporativos americanos en el país: las bananeras.

A través de ellas se desarrolló la Costa Norte, su industria, el sistema bancario, los medios de comunicación. Entonces, la impronta de EE. UU en Honduras es estratégica y de larga data. Cuando se han dado en el país movimientos sociales que procuran una mayor independencia y democratización en las estructuras de poder, EE. UU tradicionalmente ha reaccionado en contra. Se siente amenazado. Le apuesta a establecer buenas relaciones con élites que le garantizan una gobernabilidad básica.

¿No debería pactar EE. UU para satisfacer los intereses del pueblo si quisiera frenar la migración?

Allí es donde empieza a cambiar el cálculo. El escenario los lleva a identificar en Xiomara a un interlocutor finalmente válido, legitimado por un fuerte apoyo popular -el salvadoreño Nayib Bukele, a quien Pastor de María no menciona, no sostiene una colaboración fluida con Estados Unidos-. Eso no lo ofrece ningún otro país de la región, o por lo menos en el Triángulo Norte que es el que les ocasiona el problema con los migrantes. Pero lo que está en el fondo, causando que haya un éxodo de migrantes, son problemas estructurales. No podemos pretender tampoco que sólo con Juan Orlando ha habido corrupción que generó pobreza y desigualdad en el país.

Claro, con él todo eso se agravó, y la estructura de poder clásica que le ha garantizado a EE. UU un nivel de estabilidad en el país, perdió legitimidad. Los ´gringos´ se lo están llevando enchachado, y los hondureños estamos contentos de que este señor tan vinculado al sufrimiento de Honduras le esté rindiendo cuentas a alguien. Pero le rinde cuentas a otros, no a Honduras. Y por otro crimen, que es el narcotráfico, y no por los cientos de hondureños que han muerto por su corrupción o represión. Es importante tener conciencia que llevarse a JOH no significa que las cosas ya se resolvieron.

JOH es sólo la punta del iceberg; la cara más visible de una estructura de poder que sigue establecida en las cortes, en la fiscalía. Si se va a rendir cuentas por la corrupción y los vínculos con el crimen organizado en estos próximos años, tendremos que ver también extraditados o sometidos a procesos de justicia a otros políticos, pero también a jueces, fiscales, empresarios, soldados y miembros de las fuerzas armadas o policías que colaboraron con ese régimen.

¿Es esto un bando organizado?

No hay crimen más organizado que el que opera desde las estructuras del Estado. Ese es un crimen realmente organizado. Entonces, aquí hay implicados un sinnúmero de actores. Un proceso de justicia desataría un cisma en el país.

Los americanos no quieren que el cisma resulte en una caída del sistema que ellos controlan. Buscarán acotar qué tan lejos puede llegar el efecto de ese cisma. Apoyan a la presidente Xiomara, y eso es importante. Pero no necesariamente nos dejarán realizar los procesos de transformación profunda necesarios para que en Honduras se solucionen desde la raíz los problemas que derivan en migración masiva hacia EE. UU.

Para que este país pueda purgar las estructuras del crimen organizado que han penetrado en todos los niveles del estado, y pueda establecerse un régimen democrático realmente, van a tener que pasar años. Es un proceso de generaciones. Se necesita una estructura ciudadana sólida que esté quien esté en el poder le exija que rinda cuentas y esté comprometido con la transparencia.

¿Cuáles son las principales amenazas y virtudes que ofrece a Honduras como nación su inextricable cercanía geográfica y política con EE. UU, la primera democracia moderna tras la ilustración, y a la vez imperio capitalista coprotagonista con la misma Honduras en la historia detrás del mote derogatorio de República Bananera?

Los imperios son lo que son, y los Estados Unidos son un imperio. Un imperio que en la actualidad atraviesa una crisis existencial. Ellos tienen sus propios problemas de pobreza, desigualdad creciente y polarización extrema de su democracia. Pero siguen siendo una potencia y lo seguirán siendo por mucho tiempo más. Quienes estamos dentro de su esfera de influencia tenemos que aprender a lidiar con ellos de forma práctica y realista, pero exigiendo a la vez que se respete nuestra autodeterminación; el diseño de nuestros propios procesos políticos.

Lo que ves una y otra vez si repasas la historia de Honduras es que, cada vez que se da un proceso de apertura democrática, dan golpe y ponen a algún chafa -militar-, o a un Juan Orlando Hernández. Distorsionan los procesos políticos que, sin esa intervención, sería muy probable que estuviéramos en una posición muy distinta. Si se hubiera permitido el avance lógico del proceso de desarrollo del país, con instituciones más sólidas y democráticas, con participación de la ciudadanía y sin la represión que se ha dado en los últimos años -recordemos la década de los ochenta en Centro América-, estaríamos hoy en una situación más cercana a la de Costa Rica.

Pero en Costa Rica los americanos tienen en la élite local una contraparte con la cual trabajar y a la que respetan, y que trata a su país como un hogar. ¿La coyuntura hondureña obliga a escoger entre frenar a través de una ´revolución de good-governance´ la situación de país que lleva a la migración masiva, o seguir tratándolo, con la complicidad de facilitadores locales, como una finca de explotación?

Tenemos que establecer ciertos límites a su injerencia aquí. Exigir respeto a nuestras libertades y democracia. Tener dignidad en la interlocución con ellos. Esta última administración fue absolutamente servil a los intereses de EE. UU. Al menos en público, pues según la Fiscalía de Nueva York, JOH presumía en privado de que les iba a meter la cocaína por la nariz. Así que EE. UU va a seguir siendo imperio y potencia, y nosotros seguiremos dentro de su zona de influencia.

Ojalá entiendan que una Honduras próspera y democrática conduce a vivir en un mejor vecindario que una Honduras como la que existe en este momento. Esto se puede traslapar también a la realidad nacional. Si el super rico hondureño, que vive detrás de sus muros y vehículos de lujo blindados, entendiese que con mayor igualdad en el país sus vidas también serían más agradables, podríamos ser mucho más felices y saludables todos. Podríamos, si aceptáramos un grado de equidad mayor.

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