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España daba una bienvenida ‘amigable’ a los refugiados pero eso está cambiando con el norte de África

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A fines de agosto pasado, 300 inmigrantes subsaharianos corrieron desde las colinas sobre este pequeño enclave español en la costa norte de África y embestieron la cerca de alambre de púas de 20 pies de altura que separa a España de Marruecos.

Cuando 118 de ellos llegaron al otro lado, se abrazaron y gritaron con incredulidad. Después de recorrer miles de kilómetros, después de meses de estar esperando en el bosque el momento perfecto para cruzar, llegaron a Europa.

Pero la euforia no duraría. Un día después, 116 de los migrantes fueron deportados a Marruecos. Después de los cruces masivos hacia Ceuta, la ciudad española de 7 kilómetros cuadrados de 85.000 habitantes en el Estrecho de Gibraltar, España ha tomado medidas.

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El gobierno de España, elogiado en el último año por dar mayor acogida a los inmigrantes que otros países en Europa, se ha asociado con Marruecos para evitar que los migrantes crucen sus fronteras, o incluso a veces se aproximen, lo que ha provocado la protesta de grupos de derechos humanos.

“España ha implementado una política de externalización del control fronterizo con los marroquíes”, dijo Virginia Álvarez, investigadora de Amnistía Internacional en España. “Y Marruecos no cumple con las normas de derechos humanos”.

Los bosques en las afueras de Ceuta, donde los migrantes esperaban para poder cruzar la frontera con España, son tranquilos; los que han ingresado a la ciudad intentan pasan desapercibidos por temor a ser deportados. Y en la ciudad de Tánger, en el norte de Marruecos, los inmigrantes que esperan cruzar el Estrecho de Gibraltar hablan de que la policía allana las casas y traslada a las personas en autobuses hacia el sur del país.

A medida que los destinos migratorios históricamente populares, incluida Italia, cerraron sus fronteras a los refugiados, España se convirtió en la ruta más usada hacia Europa. El año pasado, 57.000 personas cruzaron ilegalmente a España, según Frontex, la agencia de fronteras y costas de la Unión Europea, superando los 23.000 que cruzan a Italia y 56.000 a Grecia y Chipre.

El aumento de la migración a España, que incluye un barco con más de 600 inmigrantes desalojados por Italia y Malta en junio, llevó a la nación a abrir un campo de refugiados temporal en Cádiz.

Pero los grupos de derechos humanos sostienen que Europa, y especialmente España, que ha luchado para acomodar a los recién llegados, están subcontratando la policía fronteriza a Marruecos.

El año pasado, la Unión Europea prometió unos $159 millones a Marruecos para contener la migración a España. En 2018, los funcionarios marroquíes interceptaron 89.000 intentos de cruzar ilegalmente a España, según el ministerio del interior del país.

Marruecos está construyendo nuevos campamentos para oficiales que patrullan su frontera con Ceuta, una ciudad autónoma con gobierno propio como las regiones españolas de Cataluña o el País Vasco. Los marroquíes trabajan en conjunto con la guardia civil española, que monitorea las cámaras de la cerca y los sensores de movimiento para detectar posibles cruces en la frontera.

Y en todo el país el año pasado, la policía marroquí arrestó a miles de inmigrantes en redadas domiciliarias, según los datos recopilados por Amnistía Internacional.

En muchos casos, la policía envía a los inmigrantes al sur de Marruecos en lugar de regresar a sus países de origen.

“Los tratan como si fueran sus dueños, como si [los inmigrantes] fueran ovejas”, dijo Santiago Agrelo Martínez, arzobispo de Tánger. “Se sienten con el derecho de ponerlos y llevarlos a donde quieran”.

A treinta millas al suroeste de Ceuta, en Tánger, cinco inmigrantes senegaleses comparten el piso inferior de un edificio en el tranquilo vecindario de Souani. Cada mes, juntan $460 para pagar el apartamento de dos dormitorios ubicado en un callejón de una calle bordeada de naranjos y restaurantes.

Su situación de vida es inusual, dijo Cheikh Mbaye, quien ha vivido en el apartamento durante tres años y planea regresar a Senegal; muchos inmigrantes ahorran su dinero para pagar a los contrabandistas de personas, y en su lugar se amontonan en departamentos más pequeños con otras 20 o 30 personas.

Mbaye y los demás eligieron vivir en Souani porque el riesgo de una redada policial es menor en comparación con otros vecindarios.

“Cada día [la policía] viene a irrumpir en las casas de los migrantes que están aquí, para atraparlos y llevarlos a Tiznit”, una ciudad en el sur de Marruecos, dijo Mbaye, de 30 años.

Lamine Diop, de 25 años, se sentó en un cojín rojo descolorido mientras contaba las cuatro veces que había sido detenido y enviado a Tiznit. Una mañana temprano, la policía derribó la puerta de un apartamento donde había estado viviendo con más de 25 inmigrantes. Lo esposaron, lo llevaron a un centro de detención y luego lo llevaron a Tiznit. Luego se dirigió hacia el norte de nuevo.

Ndeye Marieme Diop, de 28 años, quien no está relacionada con Lamine Diop, también ha sido deportada varias veces. Vivía en Arabia Saudita y Casablanca antes de pagar a los contrabandistas 500 euros para ser llevada a un lugar en Tánger mientras esperaba cruzar a España. Su padre había muerto y ella consideraba que era su responsabilidad como la hija mayor encontrar una manera de ganar dinero para su familia, incluida su hija de 7 años.

En octubre, la policía derribó la puerta de su apartamento y ella también fue enviada a Tiznit, dijo. Cuando regresó a Tánger, conoció a Mbaye, quien le ofreció un lugar más estable para quedarse.

Tanto Marieme como Lamine Diop dijeron que planeaban pagar a los contrabandistas por un viaje en bote por el Estrecho de Gibraltar, un tramo de nueve millas donde la unión del Océano Atlántico con el Mar Mediterráneo crea corrientes concurrentes y peligrosas.

Miles intentaron cruzar el año pasado. Muchos no lo lograron. Tan sólo el 12 de enero, 53 inmigrantes se ahogaron cuando su barco volcó en el Mar de Alborán.

Los inmigrantes están eligiendo cada vez más una ruta marítima a España, según un funcionario del gobierno en Ceuta no autorizado para hablar sobre el tema. España no deportaría inmigrantes rescatados en el mar, dijo el funcionario.

Pero el país actúa muy rápido para deportar a los inmigrantes cuando cruzan por tierra. Durante años, los funcionarios han utilizado una práctica controvertida conocida como “rechazos” para devolver inmediatamente a los inmigrantes a Marruecos desde las dos ciudades históricamente controladas por los españoles en el norte de África, Melilla y Ceuta.

En 2018, alrededor de 1.977 inmigrantes llegaron ilegalmente a Ceuta, según la delegación del gobierno español en la ciudad, una disminución con respecto a años anteriores.

Pero después de que 800 inmigrantes llegaron a la frontera en julio, España reactivó un acuerdo de 1992 con Marruecos que permite la deportación expresa de migrantes a su punto de entrada, legalizando efectivamente las deportaciones rápidas que ya se están produciendo. Por ello, cuando los 118 migrantes subsaharianos cruzaron la cerca de Ceuta en agosto, la política estaba implementada.

“Rara vez tienen una oportunidad genuina de solicitar asilo”, dijo Judith Sunderland, directora asociada de la división de Europa y Asia Central de Human Rights Watch. “El objetivo central de estos acuerdos de readmisión es un proceso rápido para regresarlos”.

Las autoridades españolas dicen que se les dio a los migrantes la oportunidad de solicitar asilo, pero se negaron. El gobierno central de Madrid recibió 100 solicitudes de asilo en Ceuta el año pasado, la mayoría de argelinos.

El gobierno español defendió sus prácticas en la frontera marroquí, diciendo que los inmigrantes que intentaron ingresar a Ceuta en julio y agosto fueron violentos, lanzando ácido y cal viva a la policía en la frontera.

“Legalmente, es una situación muy distinta a la de los migrantes que a veces tenemos que rescatar”, dijo en agosto Carmen Calvo, la vicepresidenta española, diciendo que lo que ocurrió en la frontera de Ceuta es “inaceptable”.

Dentro de las cercas de la ciudad, los funcionarios españoles se enfrentan a un problema de inmigración diferente: se estima que más de 300 marroquíes no acompañados menores de 18 años viven en Ceuta.

Algunos entraron legalmente con sus padres y se quedaron. Otros se escondieron debajo de los camiones o se escabulleron a través de la frontera con los miles de marroquíes que cruzan a Ceuta cada día para trabajar.

A pesar de que pueden permanecer en un centro lleno de menores, muchos duermen entre los bloques de concreto de un embarcadero cerca del puerto.

Una nueva propuesta del gobierno regional de Melilla daría a los menores no acompañados un plazo de tres meses antes de que los envíen a sus países de origen o a otros centros de inmigrantes en España. Una noche, de pie en un bordillo cerca del muro occidental del puerto, un grupo de inmigrantes marroquíes preocupados de que una propuesta similar pudiera entrar en vigencia en Ceuta discutió el planteamiento.

Taufek Liaduni, de 17 años, dijo que quería salir de Ceuta lo antes posible. Taufek abandonó la escuela a los 14 años y no pudo encontrar trabajo en Tetuán, su ciudad natal. Hace dos meses, cruzó a Ceuta debajo de un remolque, agarrando su parte inferior de metal y respirando los humos del escape.

Duerme bajo el embarcadero, desafiando el aire frío del mar y las ratas que pasan por su espacio para dormir. Durante el día, recorre el centro de la ciudad pidiendo comida y dinero. Por la noche, se retira al puerto, esperando el momento perfecto para subirse a un barco con destino a la Península Ibérica.

“No hay otra manera”.

Algunos de los residentes de la ciudad se quejan de los inmigrantes y los menores no acompañados. Los mensajes en el grupo de 3.000 miembros de Facebook “Citizen Insecurity Ceuta” acusan a los inmigrantes de cometer delitos y exigen una mayor seguridad en la frontera.

Pero algunos en Ceuta son más comprensivos con los inmigrantes.

José Berrocal vivió en la granja de su familia en la frontera con Marruecos hasta que se mudó al centro de la ciudad hace cinco décadas, cuando tenía 15 años. En ese entonces no había una valla fronteriza, y las personas que deseaban cruzar la frontera podían hacerlo fácilmente.

Ahora, dijo, desde detrás del mostrador de su tienda de tabaco, todo ha cambiado. Sus primos aún viven en la granja, cerca de donde los inmigrantes irrumpieron en Ceuta en agosto. Los miembros de la guardia civil española patrullan la carretera que conduce a la granja, y no se permiten visitantes no autorizados.

Berrocal habló de los migrantes mientras entregaba el cambio a su cliente: “Sólo están tratando de encontrar una manera de ganarse la vida. Entiendo eso”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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