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Las empresas de exámenes SAT y ACT venden la información de los estudiantes de preparatoria a especialistas en marketing

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Tenemos que hacer más para no ‘vender’ a nuestros niños.

Específicamente, estoy pensando en las grandes compañías que supervisan los exámenes estandarizados de los alumnos de preparatoria, y luego venden la información de los estudiantes a otros.

Mi hijo adolescente recibió una carta el otro día, de la Conferencia Nacional de Liderazgo Estudiantil, uno de varios eventos veraniegos de élite para alumnos de alto nivel académico. El costo de asistir, típicamente, oscila en miles de dólares.

No tengo ningún problema con estas reuniones. Parecen buenas oportunidades para que los jóvenes se reúnan con amigos de ideas afines, aprendan cosas nuevas y escuchen a interesantes oradores invitados.

 Lo que me molesta, sin embargo, es la forma en que estas cuestiones se ofrecen a los adolescentes, a menudo en la forma de un falso honor académico, con una sugerencia añadida de que asistir aumentará sus posibilidades de entrar en una buena universidad, algo que probablemente no sea así.

 Este es marketing engañoso, puro y simple, y el hecho de que esté orientado a los jóvenes lo hace doblemente ofensivo.

Peor aún, estas organizaciones de “liderazgo estudiantil” compran su acceso a los estudiantes de preparatoria a través de las empresas dedicadas a la formulación de exámenes, que deberían ser más cautas y saber que los jóvenes no son lo suficientemente inteligentes sobre las cuestiones de privacidad para salvaguardar su información personal.


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“Es preocupante”, aseguró Diana Graber, fundadora de un programa educativo llamado Cyber Civics y profesora de alfabetización digital en el Journey School en Aliso Viejo. “Los niños voluntariamente entregarán su información, especialmente a algo respetable como una compañía de pruebas”, expuso. “Nadie les dice que no lo hagan”.



ACT, una de las principales empresas de exámenes, me dijo que casi tres cuartas partes de los participantes aceptan compartir su información personal.

El año pasado escribí sobre una carta que mi hijo recibió de la Academia Nacional de Futuros Científicos y Tecnólogos, que le otorgó su “Premio de Excelencia por logros académicos sobresalientes, potencial de liderazgo y determinación para servir a la humanidad en el campo de la ciencia y la tecnología”.

La nota decía que mi hijo había sido elegido como delegado en el Congreso “altamente selectivo” de Futuros Líderes de Ciencia y Tecnología, que se realizaría ese verano en Boston. Señalaba que asistir al evento podría convertirlo en “un candidato mucho más fuerte para las admisiones competitivas de las universidades y escuelas de posgrado”.

 Quizás la parte más desvergonzada del paquete era donde decía que mi hijo había sido nominado personalmente por una estudiante sénior de Harvard llamada Shree Bose, a quien logré localizar. La joven me dijo por teléfono que nunca había conocido o escuchado hablar de mi hijo, pero que había trabajado con la Academia Nacional de Futuros Científicos y Tecnólogos, y consideraba sus “nominaciones” más como invitaciones. “Es una invitación a asistir”, afirmó.

No, es una nominación, como para un Oscar o un Grammy. Y decirle a un joven que ha sido ‘nominado’ para el reconocimiento de sus logros es la más falsa de las falsas pretensiones en la venta de un producto.

La última carta de la Conferencia Nacional de Liderazgo Estudiantil argumenta que mi hijo está invitado a unirse a “un grupo selecto de líderes estudiantiles de todo el país y el mundo” en ese evento, el próximo verano.

Dice que, si asiste al programa -que puede costar entre $2,500 y más de $5,000- se le “otorgará un certificado académico, cartas de recomendación y un certificado de logros para incluir en sus solicitudes para la universidad”.

Hablé con varios funcionarios de admisiones universitarias. Todos dijeron que tales materiales tienen poca o ninguna importancia en la decisión de aceptar a un estudiante.

 David Lowitz, director de mercadotecnia de la Conferencia Nacional de Liderazgo Estudiantil, afirmó que la organización envía sus cartas a aproximadamente el 4% de los estudiantes de preparatoria de los Estados Unidos. Por lo tanto, dijo, es correcto decir que si mi hijo se inscribiera, estaría entre “un grupo selecto” de sus pares.

Por otro lado, hay alrededor de 15 millones de chicos entre noveno y doceavo grado, según el Centro Nacional de Estadísticas de la Educación. Eso significa que la Conferencia Nacional de Liderazgo Estudiantil envía hasta 600,000 solicitudes, lo cual es una campaña de correo directo bastante agresiva.

 Los grandes jugadores en el campo de pruebas son el College Board -responsable de los exámenes SAT y PSAT- y el ACT, que administra las pruebas homónimas.

Una demanda presentada en 2013 acusó a ambas compañías de vender la información personal identificable de los alumnos por una ganancia de al menos 33 centavos por examinado. Un tribunal federal de apelaciones desestimó la demanda en 2015 porque los alumnos no sufrieron daños materiales. “El hecho de que los demandados supuestamente cobraron una tarifa de las organizaciones educativas participantes y no divulgaron esta venta no empeoró la situación de los demandantes”, dictaminó el tribunal.

La tasa actual en estos días está más cerca de 42 centavos por estudiante, según el ACT. Si multiplicamos eso por un estimado de 3.6 millones de alumnos de último año de preparatoria, entonces el resultado es dinero bastante real.

Paul Weeks, vicepresidente sénior de relaciones con los clientes de ACT, afirmó que proporcionar información a las universidades y otras organizaciones “relacionadas con la educación” representa “una fuente de ingresos saludable para nosotros”. Sin embargo, aseveró que su compañía se esfuerza por eliminar a los malos actores, que usan la información de los estudiantes para manipularlos y hacer que gasten dinero. “Negamos muchas solicitudes cada año”, confesó Weeks sobre las solicitudes de clientes potenciales de marketing.

El College Board envió un correo electrónico donde describe sus políticas de intercambio de información, pero se negó a que un representante discuta el tema conmigo personalmente.

Tanto el ACT como el College Board argumentan que la divulgación de información por parte de los estudiantes es voluntaria, es decir, que el examinado opta por participar, generalmente durante el proceso de registro.

Pero es justo cuestionar si los jóvenes entienden completamente las opciones de inclusión y exclusión. Además, muchos adolescentes podrían concluir naturalmente que pueden perjudicar sus posibilidades de aceptación a la universidad al no divulgar toda la información solicitada.

“Se sienten obligados a hacerlo”, aseguró Hayley Kaplan, una defensora de la privacidad, residente en Los Ángeles. “Pensarán que si no marcan todas las casillas pueden perder una oportunidad”.

 Con los adultos, tal vez se pueda decir “comprador, tenga cuidado”. Pero con los menores, preferimos pecar de cautelosos. Del mismo modo en que regulamos la publicidad de diversos productos para los jóvenes, se puede pedir que no se comercialice con adolescentes mediante las pruebas estandarizadas.

De no ser así, entonces la Comisión Federal de Comercio debería establecer pautas claras para la comercialización de los eventos de “liderazgo” de la escuela preparatoria, con una prohibición estricta de presentarlos como honores individuales o reconocimientos de logros personales. Estas conferencias son campamentos de verano con esteroides. No cuestiono su valor para algunos estudiantes de preparatoria, pero no las vendan como algo que no son.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo inglés, haga clic aquí

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