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López Obrador viaja a Washington para encontrarse con Trump, en medio de las críticas

Mexican President-elect Andres Manuel Lopez Obrador
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a la izquierda, aplaude antes de pronunciar un discurso durante su visita a un hospital público en Cuernavaca, en ese país, el 19 de junio de 2020. Migrantes, comercio, delito, el muro fronterizo: los desafíos de la moderna relación Estados Unidos-México quizá nunca hayan sido tan duros y divisivos como ahora, en una coyuntura crítica para ambos países.
(Fernando Llano/Associated Press)

El primer viaje al extranjero del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador suscita controversia a ambos lados de la frontera.

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Donald Trump inició notoriamente su candidatura presidencial en 2015 menospreciando a los inmigrantes mexicanos, a los que definió como narcotraficantes, delincuentes y “violadores”, aunque agregó: “Y algunos, supongo, son buenas personas”.

Durante su propia campaña, dos años después, Andrés Manuel López Obrador, por entonces candidato a la presidencia mexicana-, atacó la “política de odio” y el proyecto emblemático del muro fronterizo del presidente de Estados Unidos, y comparó las diatribas antimexicanas de Trump con los ataques de Adolf Hitler contra el pueblo judío.

Los dos líderes tienen previsto reunirse en persona por primera vez esta semana en Washington. Para López Obrador, será su viaje inicial al extranjero como jefe de estado desde que asumió la dirigencia mexicana, en diciembre de 2018.

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Mucho ha cambiado desde que los dos populistas de contrastantes pedigríes políticos -López Obrador es un político izquierdista de larga carrera; Trump, un magnate republicano conservador dedicado a las bienes raíces- lanzaran retóricas bombas molotov durante sus respectivas campañas.

Los dos mandatarios ahora se elogian regularmente como “amigos”, y sus gobiernos han colaborado estrechamente en diversos asuntos espinosos, como la inmigración, la delincuencia transfronteriza y el comercio bilateral. Sus tratos cordiales pero a distancia hasta la fecha han contradicho las expectativas de los expertos, de que la ascensión de López Obrador marcaría una era más polarizada en las relaciones entre Estados Unidos y México.

El propósito declarado de la visita de esta semana es marcar el lanzamiento, el pasado 1º de julio, del nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá, que reemplaza al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), de más de un cuarto de siglo de duración, al cual Trump califica de “fracaso y asesino de empleos”. Según el presidente estadounidense, el TLCAN trasladó puestos de trabajo estadounidenses bien remunerados a fábricas de bajos salarios en México, mientras que los críticos remarcan que el nuevo acuerdo es básicamente un TLCAN con otro nombre, que no hará que dichos puestos retornen a suelo estadounidense.

Pero el viaje planeado -iniciado por la Casa Blanca en medio de la campaña de reelección de Trump- ha provocado una feroz controversia a ambos lados de la frontera. El lenguaje y el estilo incendiario de Trump transformaron lo que normalmente podía ser un encuentro de rutina entre los jefes de estado vecinos, en una furiosa tormenta política.

Conocedor como pocos de la realidad mexicana y estadounidense, el doctor Jorge Castañeda Gutman es quizá uno de los críticos más agudos cuando se trata de analizar la realidad política, económica y social de ambos países que comparten 2.000 millas de frontera e infinidad de problemas y realidades.

Jul. 6, 2020

Durante semanas, los observadores políticos aquí han instado al líder mexicano a rechazar la invitación, a la que consideran un truco diseñado para colaborar con la reelección de Trump, especialmente entre los votantes latinos estadounidenses. “No hay argumento para negar que una visita del presidente mexicano en este momento... implica un acto de intervención que, aunque indirectamente, terminará beneficiando a la campaña de Donald Trump”, escribió el columnista Ricardo Raphael en el semanario mexicano Proceso.

La reunión, según los críticos, también podría tener consecuencias perjudiciales a largo plazo si el elegido resultara ser el demócrata Joe Biden, lo cual posiblemente agriaría la relación entre la nueva Casa Blanca y el liderazgo de López Obrador. “Si Biden gana la presidencia, su antagonismo hacia México será evidente en las políticas bilaterales que adopte”, argumentó Bernardo Sepúlveda, ex embajador de México en Washington y ex secretario de Asuntos Exteriores, en una carta abierta publicada en el periódico La Jornada.

En Estados Unidos, los legisladores demócratas y los leales a ese partido denunciaron el viaje y lo tildaron de una “sesión de fotos” de Trump, en palabras de Tom Pérez, quien preside el Comité Nacional Demócrata.

En un mensaje en video publicado en Twitter, Pérez sugirió que el presidente mexicano le pregunte a su homólogo estadounidense: “¿Todavía piensa que los mexicanos son violadores y asesinos?”.

Los funcionarios aquí etiquetan la visita como un viaje de trabajo lleno de segundas intenciones y no relacionado con la política de EE.UU, en gran parte diseñado para mejorar el comercio y abordar otras preocupaciones mutuas. Si bien López Obrador recibió muchas invitaciones en Washington, las autoridades mexicanas no han detallado ningún plan de reunión con legisladores demócratas o representantes de la comunidad inmigrante mexicana.

En un mensaje destinado al pueblo de Estados Unidos y México, el pasado sábado, López Obrador, quien en la campaña se mostraba escéptico del libre comercio, elogió el pacto comercial revisado como “un gran acuerdo” que “permitirá la reactivación de la economía de nuestro país, generará empleos y creará bienestar para nuestra gente”.

Junípero Serra fue declarado santo en 2015. Pero su papel en la colonización de California a través del sistema de misiones lo convierte en un objetivo para el derribo de estatuas.

Jun. 22, 2020

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, aún no se ha comprometido a realizar una cumbre en Washington pero adelantó su preocupación por los posibles aranceles estadounidenses al aluminio canadiense. Las autoridades mexicanas esperan que el líder canadiense asista, en parte para diluir la atención de la conexión Trump-López Obrador.

Sobre la visita se cierne el espectro de la parada de campaña de Trump en México para reunirse con el predecesor de López Obrador, el ex presidente Enrique Peña Nieto. Ese episodio de 2016 es ampliamente considerado aquí como un error político catastrófico, que destrozó la posición electoral del partido gobernante y ayudó a impulsar al retador, López Obrador, a una victoria electoral aplastante. López Obrador fue un duro crítico de la visita de Trump. “En ese momento”, señaló el columnista Raphael en Proceso, “el magnate [Trump] era un candidato republicano que había construido su popularidad demonizando a México y a los mexicanos”.

La relación entre Estados Unidos y México ha sido dura para los líderes la nación latinoamericana. Deben ubicarse a veces en una delgada línea entre la cooperación y no parecer sumisos a una superpotencia vecina que en el pasado distante invadió y se apoderó del territorio mexicano, y más recientemente brindó una “válvula de escape” para millones de mexicanos empobrecidos, cuyas remesas vuelven a casa y ayudan a apuntalar la economía del país.

López Obrador no parece haber presionado para tener una reunión personal con Trump, quien sigue siendo un pararrayos para las críticas en México. El líder mexicano puede ser un visitante reacio en Washington, pero según los analistas negarse a celebrar un pacto que Trump considera un logro importante de la política exterior ofendería al presidente estadounidense, algo que López Obrador se ha esforzado por evitar.

A lo largo de su mandato, el presidente mexicano ha tenido que defenderse de quienes lo acusan de ser demasiado complaciente con Trump, especialmente en el tema de la inmigración. Ha eludido deliberadamente la confrontación con la Casa Blanca y recibió a Ivanka Trump en su toma de mando, mientras se reunía con Jared Kushner, el yerno de Trump, en la Ciudad de México. El mes pasado, el primer mandatario de EE.UU afirmó que su par mexicano era “realmente un gran tipo”.

López Obrador, de 66 años, asumió el cargo prometiendo ayudar a multitudes de inmigrantes centroamericanos y otros no mexicanos que habitualmente atraviesan su país en ruta a Estados Unidos. Pero esos compromisos se atenuaron rápidamente cuando Trump amenazó con imponer aranceles potencialmente ruinosos sobre las importaciones a EE.UU -durante mucho tiempo un motor clave de la economía mexicana- si no ponían un alto a la inmigración hacia Estados Unidos.

El año pasado, en respuesta al forcejeo de EE.UU, México acordó enviar tropas para frenar la inmigración ilegal, y también accedió a las demandas de albergar en suelo mexicano a decenas de miles de solicitantes de asilo en Estados Unidos.

A pesar de que más allá de sus colaboradores y porristas, nadie en ninguno de los dos países, considera oportuna la visita de AMLO a Trump, esta se llevará cabo.

Jul. 6, 2020

López Obrador a menudo remarca que la “mejor política exterior” se basa en un sólido liderazgo interno. Mientras que su predecesor, Peña Nieto, realizó más de una docena de viajes al extranjero durante su primer año en el cargo, López Obrador insiste en que estaba demasiado ocupado con su prometida “transformación” de México para viajar a otros países. Aún así, calificó la relación de México con Estados Unidos como “fundamental”, citando el comercio activo, los vínculos culturales y la presencia de millones de mexicanos en la vecina nación.

Ahora, López Obrador inicia su viaje al norte en una coyuntura difícil: en su país, se enfrenta a múltiples crisis -una economía devastada por el coronavirus, una curva cada vez mayor de casos de COVID-19 y muertes relacionadas, y una serie de ataques en relación a pandillas, incluidos los asesinatos de 26 jóvenes, la semana pasada, en un centro de rehabilitación de drogas, y el descarado intento de asesinato del jefe de seguridad de la capital-.

Su popularidad ha bajado de sus máximos del 80%, aunque aún mantiene un índice de aprobación respetable, del 56%, a los 19 meses de su mandato de seis años, según una encuesta reciente del periódico El Financiero. Su estilo de vida frugal, sus denuncias de corrupción y modales populares ayudan a mantener su prestigio entre muchos mexicanos, a pesar de los problemas del país.

En un movimiento de austeridad, el líder mexicano ha intentado vender el lujoso avión presidencial -al cual tildó de “embrujado”- y siempre se mueve en aerolíneas comerciales, una práctica que planea seguir cuando se dirija, este martes, a Washington.

Desde que surgió la noticia de la visita, López Obrador negó estar sucumbiendo a las demandas de EE.UU para que vaya a Washington y demuestre su reverencia a Trump en un momento especialmente inoportuno. “No tengo remordimientos de conciencia por ir a Estados Unidos porque... siempre sostuve que México es un país libre, independiente y soberano”, remarcó López Obrador a fines de junio. “Quiero decir claramente que no estoy vendiendo mi país”.

La corresponsal especial Cecilia Sánchez contribuyó con este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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