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Otra víctima del coronavirus: las fiestas mexicanas

Mariachi singer Nancy Velasco performs in Mexico City.
La cantante de mariachi Nancy Velasco, que solía presentarse en algunos de los escenarios más grandes de México, canta por propinas en los mercados de la Ciudad de México desde que azotó la pandemia de COVID-19.
(Kate Linthicum / Los Angeles Times)
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En los viejos tiempos, cuando la gente podía reunirse en grandes grupos sin miedo, la cantante de mariachi Nancy Velasco era el alma de la fiesta.

Ella y su grupo anunciaban su llegada a eventos sociales en la Ciudad de México y sus alrededores con una catarata de trompetas y violines. Los invitados se volvían locos, se abrazaban y a veces lloraban mientras entonaban las canciones.

Pero las fiestas, como tantas tradiciones dadas por sentado antes de la pandemia de COVID-19, ahora están indefinidamente en suspenso en esta ciudad.

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El tema puede parecer una pérdida trivial en un país donde el COVID-19 ha matado a más de 44.800 personas y la recesión concomitante desechó más de un millón de empleos.

Pero en México, las fiestas son mucho más que pasar un buen momento. Las celebraciones elaboradas de quinceañeras, la carne asada del fin de semana, los festivales religiosos en honor a los santos patronos, todos son rituales críticos -y a menudo catárticos- que unen a la familia y la comunidad. Y su ausencia se siente profundamente en medio del estrés de la pandemia.

“Somos gente muy social”, consideró Velasco, de 37 años, quien no actúa en una fiesta desde marzo. “Ahora todo es triste y tenso”.

Algunos han tratado de adaptarse a la nueva realidad, incluidos los líderes en el estado de Oaxaca, que celebraron el festival Guelaguetza de la región completamente en línea este mes, en lugar de mediante coloridos desfiles en las calles.

Pero el distanciamiento social es contrario a la mayoría de las celebraciones aquí, donde los invitados se saludan con un habitual beso en la mejilla y casi todos, incluso los niños, salen a conquistar la pista de baile.

“El objetivo es estar cerca”, reflexionó Miguel Nieto, propietario del Salón Los Ángeles, el salón de baile más antiguo de México. “Eso se vuelve peligroso durante una pandemia”.

Salon Los Angeles, one of the oldest dance halls in Mexico City, in 2017.
Salón Los Ángeles, una de las salas de baile más antiguas de la Ciudad de México, en 2017.
(Meghan Dhaliwal / For The Times)

Su salón, típicamente lleno de gente bailando mambo o cha-cha-chá frente a una orquesta en vivo, cerró sus puertas en marzo pasado. En ocho décadas de funcionamiento, la única otra vez que había estado inactivo fue por dos semanas durante el brote de gripe H1N1, en 2009.

Nieto espera reanudar la actividad tan pronto como la Ciudad de México entre en su etapa final de reapertura, cuando los bares y discotecas reciban luz verde. Pero todo depende de que pueda mantenerse a flote hasta entonces.

Recientemente lanzó una campaña de recaudación de fondos. Los primeros en donar fueron una pareja mayor, que no podía imaginar su vida sin su cita semanal de baile.

“Si el salón muere, una parte de nosotros morirá también”.

Si el club vuelve a abrir, será con estrictas nuevas reglas, advirtió Nieto. A menos que los bailarines lleguen con una pareja, se les pedirá que dancen solos, y como mínimo a seis pies de distancia del resto.

Miguel Nieto, owner of Salon Los Angeles in Mexico.
Miguel Nieto, dueño del Salón Los Ángeles en la Ciudad de México.
(Meghan Dhaliwal / For The Times)

Otros han estado explorando soluciones para mantener viva la fiesta. Algunos DJ comenzaron a instalar equipos en sus tejados y alientan a los vecinos a reunirse en las terrazas de edificios cercanos; una especie de fiesta flotante que permite a las personas celebrar desde una distancia segura.

La DJ Marisol Mendoza Gómez ahora trabaja desde la distancia más segura: en línea. Ella se hizo conocida hace un tiempo presentándose en sonideros, fiestas callejeras en barrios de clase trabajadora, conocidas por sus elaborados espectáculos de luces y delirantes mezclas de cumbia y música electrónica.

Después de que casi todas las fiestas que había organizado este año se cancelaron, no tuvo más remedio que comenzar a transmitir sus sets y pedir donaciones.

Hacia el final de una actuación reciente, una joven que miraba desde su casa comenzó a llorar. “Ha pasado tanto tiempo desde que bailé”, expuso la chica.

Mendoza decidió seguir tocando. “La gente necesita música”, reflexionó.

Hija de un DJ sonidero, Mendoza creció acompañando a su padre a las fiestas para cuidar de su preciada colección de discos. Era un ambiente mágico, comentó, un lugar donde las personas que trabajaban duro durante la semana iban y, por un breve momento, olvidaban sus problemas.

El célebre escritor mexicano Octavio Paz, en su famoso ensayo “El laberinto de la soledad”, describió las fiestas como cruciales para la identidad mexicana y el funcionamiento de la sociedad. “Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo…”, escribió.

Algunas personas no han podido resistirse al atractivo de las fiestas. En el estado de Veracruz, en la costa del golfo, los residentes de Xico este mes desafiaron las órdenes locales de quedarse en casa el día de la santa patrona de la ciudad, Santa María Magdalena. Las fotos en redes sociales mostraron a un gran número de individuos bailando en las calles, sin mascarillas faciales.

Es demasiado pronto para ver si tal celebración provocó un aumento en las infecciones.

En su mayor parte, todo el mundo cancela sus eventos. Los bautizos y las graduaciones se celebran solo con la familia inmediata. Las fiestas de quinceañeras se posponen hasta 2021, cuando, en lugar de cumplir 15, la joven deba rebautizar la celebración como sus “Dulces 16”.

Érika Gómez Regalado, de 30 años, se casó el 23 de mayo. Ella y su esposo habían invitado a 250 personas, un número modesto para los estándares mexicanos, y habían elegido flores, anillos y el menú. Pero después de que ambos perdieron el trabajo, decidieron posponer el evento indefinidamente. “No podemos hacerlo por la pandemia, y además por la economía”, comentó.

La ansiedad es alta: el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica que la economía de México se contraerá un 11% este año, más que en cualquier otro lugar de América Latina. Las Naciones Unidas (ONU) estiman que medio millón de empresas podrían cerrar aquí en los próximos seis meses.

Velasco, la mariachi, perdió el seguro de su automóvil y descartó su servicio telefónico porque no podía pagar sus facturas. Hace años estuvo de gira por Europa y actuó en algunos de los escenarios más grandes de México. Ahora canta a cambio de propinas en autobuses públicos y esquinas, y se preocupa constantemente por cómo ella y su esposo alimentarán a su hijo pequeño. “Si no hay fiestas, si la gente no quiere música, ¿cómo sobreviviré?”, se preguntó. “No voy a pararme aquí con los brazos cruzados y esperar a que el trabajo caiga del cielo”.

Por ello está considerando otras carreras; cualquier cosa para poner comida en la mesa, aunque sabe que extrañaría lo que más disfruta al ser mariachi: unir a la gente.

En una mañana soleada reciente, se estacionó en medio de un mercado al aire libre y comenzó a rasguear su guitarra. Los compradores con mascarillas ralentizaban su marcha para escucharla, mientras ella entonaba una serie de baladas para poner de relieve su vibrato operístico.

Algunos grababan videos de la actuación para enviar a familiares o amigos. Otros se balanceaban al ritmo. Y todos, uno por uno, dejaron caer monedas en el estuche de su guitarra.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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