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OPINIÓN: México y los migrantes venezolanos

El migrante venezolano Jesús González, quien se fracturó una pierna cuando cruzaba la selva del Darién,
El migrante venezolano Jesús González, quien se fracturó una pierna cuando cruzaba la selva del Darién, camina con su familia que forma parte de una caravana migrante que hizo escala para descansar en Huixtla, en el estado de Chiapas, México, el miércoles 8 de junio de 2022. (AP Foto/Marco Ugarte)
(Marco Ugarte / Associated Press)
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En las últimas semanas la migración de venezolanos hacia Estados Unidos ha recibido especial atención. En muy poco tiempo pasaron de cientos por año a decenas de miles. El proceso tiene varios ángulos.

Primero, algo está pasando en Venezuela que particularmente en México debería prender todas las alertas. Los datos son peores que en las guerras. Más allá de los reconocimientos del actual gobierno mexicano al de Maduro, de 2015 a la fecha, con estimaciones de la ONU, en un país cuya población es de 29 millones, casi 7 millones de venezolanos han decidido abandonarlo. La cuarta parte de su población.

AMLO podrá decir que es un gobierno revolucionario y de transformación y que Maduro es un demócrata elegido y admirado por su pueblo (o lo que queda de él). Pero sus gobernados huyen. La recuperación, si algún día llega, será cada vez más difícil.

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Ahora son más visibles porque a diferencia de lo que ocurrió en el inicio del éxodo que fue hacia otros países de Sudamérica, agotada esa posibilidad, buscan llegar a Estados Unidos.

Según declaraciones de los propios migrantes, los dos mayores obstáculos que enfrentan son atravesar los 90 kilómetros de la región selvática y pantanosa del Darién entre Colombia y Panamá, en la cual no hay vías de comunicación, y enfrentar la corrupción y al crimen organizado en México.

El segundo tema es la reacción estadounidense. Los gobiernos estatales rechazan la presencia venezolana. El gobernador Texano, con una agenda político-electoral y nada humanitaria, los envía a Nueva York en donde la ciudad con muchas limitaciones trata de ayudarlos y proporcionarles lo básico para ellos y sus familias.

El gobierno federal, reaccionando al problema, ha tomado algunas medidas que no resolverán nada en el mediano plazo. De entrada, aceptó las solicitudes de asilo dejándolos en territorio estadounidense. Después trató de fraccionar el problema permitiendo que algunos, los que tienen apoyo en Estados Unidos, evitaran el tormento de la travesía por México y como a los ucranianos les permitió llegar por avión y finalmente recurrió a la de siempre, que México los reciba. Como si se tratara de meterlos debajo de la alfombra. Ésta última medida se aplica solo a quienes no tienen quien los apoye en Estados Unidos y el argumento central es que el gobierno no tiene los recursos para mantenerlos junto con sus familias, ni darles acceso a servicios básicos. ¿Y México si los tiene?

El tercer ángulo es la vergonzosa actitud del gobierno mexicano.

El actual gobierno ha encontrado como método ofrecer el control migratorio en suelo mexicano a cambio de concesiones en otros temas que son políticamente rentables para AMLO y su canciller. Desde aquel nefasto programa concedido a Trump para evitar supuestos aranceles a productos mexicanos y que obligaba a los migrantes solicitantes de asilo a esperar su trámite en México.

El canciller mexicano, artífice de esa política, la usa como plataforma para “quedar bien con su jefe”. Poco importa si el problema es real o inventado, si la “solución” no resuelve nada o si México asume obligaciones difíciles de cumplir o que costarán a los contribuyentes mexicanos. Lo único importante es ser considerado el “empleado de la semana” en una de las conferencias matutinas del presidente por haber evitado un problema o por lo menos dar esa apariencia. Da miedo cuando va a Washington.

Ahora en el marco del encuentro llamado de alto nivel, México se comprometió a aceptar a los venezolanos que fueran rechazados por Estados Unidos. Lo que no dijo el canciller es cómo serán atendidos estos migrantes en México, dónde estarán los albergues, cómo se canalizarán recursos a los municipios fronterizos. Quién se hará cargo de darles vivienda, comida, trabajo o escuela para sus hijos. Se trata de familias.

Ya sabemos lo que pasará. Serán abandonados en las ciudades fronterizas, amenazados de deportación, expuestos a cualquier abuso y listos para echarse a cualquier precio en brazos de organizaciones criminales. En realidad solo se trata de hacerle el trabajo sucio al gobierno estadounidense que no los puede deportar directamente a Venezuela.

Este acuerdo es incluso peor que al que se llegó con Trump porque en esa ocasión, por lo menos los migrantes aceptados estarían en espera de sus trámites. Ahora se trata de una aceptación indefinida que no espera nada.

Casualmente, el mismo día, AMLO anunció que Estados Unidos se desistiría de recurrir al panel de arbitraje T-MEC en el tema de energía, algo que el gobierno estadounidense desmintió casi inmediatamente. ¿Eso es lo que negoció el canciller? ¿Eso es lo que le dijo al presidente mexicano? Ese es el problema cuando la mentira es parte central de la cultura de un gobierno.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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