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EL VIAJE A JUÁREZ: Miles de migrantes llegan a esa ciudad a resolver su futuro

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“Cuando me despedí de mi mamá, le dije, pues me voy, cuídame a mi hija…”

“Él me dijo que todo iba a salir bien, primero Dios, ‘tu record está limpio, no tienes problemas con la policía, no te ha agarrado migración, tenemos las dos niñas’”, recuerda Viridian. Video cortesía de: Paulo Martínez Medeles

Con el corazón partido en dos, Viridiana Mora partió a su cita consular, último paso para obtener la residencia permanente por medio del matrimonio. Regresaba al México que había dejado hace 13 años.

Mora es una de los miles de inmigrantes beneficiarios del perdón provisional que otorga la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) a cónyuges, padres e hijos que entraron al país de manera ilegal y que para poder resolver su situación, tienen que salir de Estados Unidos y viajar a Ciudad Juárez, Chihuahua.

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En esa ciudad fronteriza todo es suspenso. Si se tiene suerte y todo sale bien, la persona podrá regresar a Estados Unidos y continuar con su vida, si no, tendrá que quedarse y buscar reconstruir su vida.

La última palabra la tiene un oficial de inmigración en una entrevista que, puede durar escasos cinco minutos dependiendo del caso.

Tomar el riesgo sabiendo que era “todo o nada” fue difícil para Mora de 28 años de edad, quien lleva casi la mitad de su vida viviendo en San Francisco, California. En casa dejó a su esposo y a las dos hijas de ambos.

“Él me dijo que todo iba a salir bien, primero Dios, ‘tu record está limpio, no tienes problemas con la policía, no te ha agarrado migración, tenemos las dos niñas’”, recuerda Viridiana sobre los días previos a su viaje con el que podría por fin legalizar su estancia en Estados Unidos.

Armada con fe, los papeles que resumían su vida en Estados Unidos y citas para las huellas y examen físico, Mora llegó a Ciudad Juárez una semana antes de la cita. Quería tener tiempo suficiente para resolver cualquier problema en caso de que se presentara.

“Dios mío, que me lo den hoy, porque ya así uno descansa”, murmuraba Mora en los días previos.

Pero, aunque no se quiera, los nervios se acumulan cuando se acerca la hora de la entrevista. El oficial bajo el mostrador tiene dos papelitos, uno verde, que significa que el aspirante ha sido aprobado, y uno azul, que significa que ha sido rechazado.

Por supuesto, todos anhelan poder salir con el “papelito verde” en la mano.

“Cuando me dieron el papel (verde) sentí como si se me hubiera quitado un gran peso de encima. Es un estrés horrible. El futuro de uno está en las manos de ellos, de un sí o un no depende todo”, dijo con júbilo Mora. De no haber sido aprobada tendría que permanecer en México hasta 10 años, que es el castigo que impone el gobierno estadounidense.

Con su papel en mano, Mora dejó Juárez rumbo a Tulancingo, Hidalgo para darle un abrazo a su padre después de 13 años de no verlo. Una vez que regrese a San Francisco con una visa y con la ansiada “green card” aprobada, su meta es buscar un trabajo.

Cada caso es distinto

Como ella, cada inmigrante llega a Juárez con una carpeta bajo el brazo y la historia de su vida en la maleta. Ningún caso es igual, y el resultado final de la gestión tampoco.

José Hidalgo llegó de Indiana para enfrentar su futuro después de vivir 17 años como indocumentado. Por medio de su esposa se le abría la puerta a la estabilidad y la tan deseada libertad en Estados Unidos.

Para Hidalgo, como para muchos que han vivido bajo las sombras, el enfrentar un momento que definirá su futuro, también significa viajar a lo desconocido.

“Cuando llegué a México después de 17 años, tuve miedo, no sé porque, es mi país, pero me sentí extraño. Ahora qué hago, para donde voy”, dijo Hidalgo sobre el momento que cruzó de El Paso, Texas a Ciudad Juárez.

Hidalgo hizo nuevos amigos en Ciudad Juárez casi de inmediato. La zona del consulado está rodeada de hoteles donde se hospedan, en su mayoría personas que viajan para realizar trámites consulares. En el aire se respira angustia y preocupación, pero también hay brisas de esperanza cuando hay buenas noticias.

Los patios y cafeterías de los hoteles se vuelven una mesa redonda para hablar de cada caso. Los que ya pasaron el susto, aconsejan. Otros reciben palabras de consuelo y ánimo cuando sus casos son negados.

Para Hidalgo el momento de la entrevista fue algo así como hablar con el cajero de un banco. “Todos te pueden escuchar y también puedes oír todo lo que se está diciendo atrás y delante de ti y eso es lo que te pone más nervioso”.

Pero su abogado y sus amigos, que ya habían pasado por la experiencia, le habían aconsejado enfocarse en su caso e ignorar todo a su alrededor. Entonces llegó su turno en la ventanilla.

“Todo marchaba bien hasta que me dijeron que me hacía falta un papel, un certificado de mi esposa”. Con voz entre cortada, Hidalgo cuenta que no llevaba el acta de nacimiento oficial de su esposa que requiere el servicio de inmigración.

“La verdad no lo esperaba. Cuando me dijeron sentí mucha tristeza, muchas ganas de llorar”, dijo del momento cuando el oficial de inmigración sacó el papel azul, negándole la visa en ese momento y con instrucciones y pasos a seguir. Ahora tendrá que esperar en México un mínimo de 30 días para resolver su caso.

Pero dicen que “al mal tiempo buena cara”. Hidalgo empacó de nuevos sus sueños y con emociones encontradas se despidió de sus nuevos amigos para viajar a su natal Tabasco para darle un abrazo a sus padres, a quienes no había visto en 17 años.

“Seguiré esperando hasta tener una buena noticia, hasta que me digan, aquí tienes tu visa, bienvenido otra vez a Estados Unidos”.

Video cortesía de: Paulo Martínez Medeles

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