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Migración, el tema inesperado para AMLO

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Ganar elecciones y gobernar son dos cosas diferentes. Al llegar a la tarea de gobernar, el presidente mexicano apostó a dos o tres temas.

El combate a la corrupción por supuesto como eje de sus acciones de gobierno, tema rentable que controla o puede controlar totalmente.

Sobretodo aquella vinculada a los funcionarios de alto nivel y a las frivolidades de ellos y sus familias: aviones, casas, chefs, guardaespaldas, etcétera.

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Todos los hemos visto y aunque algunos formalmente no son actos de corrupción, molestan al ciudadano común, por eso, todavía tiene un importante apoyo popular.

Sin embargo, gobernar no es tan fácil, ni siquiera en el tema de la corrupción y si lo duda pregunte a los funcionarios del sector salud que con el estandarte de acabar con la corrupción los está dejando sin medicinas para los enfermos, o a los funcionarios del servicio exterior quienes con el pretexto de no financiar frivolidades con recursos públicos, no pueden desarrollar sus funciones más elementales.

Sin embargo, hay temas que no estaban en el script original. Al presidente mexicano se le aparecieron asuntos frente a los cuales no tenía -y no tiene aún-, ninguna estrategia ni asesores mínimamente informados. Uno que hoy ocupa un papel central es el de la migración. Tanto la que está en Estados Unidos -aunque hoy no aparezca como problemática-, y la de centroamericanos que usan a México como país de tránsito hacia Estados Unidos.

Si analizamos el tiempo que el presidente y su equipo le han dedicado a este tema en las últimas semanas, concluiríamos que es el más importante de su gobierno y estamos frente a un problema que nosotros mismos creamos.

Esa importancia y dedicación contrasta con las muy escasas probabilidades de éxito y lo poco que obtendrá. La torpeza de su equipo lo puso en una posición muy delicada. Claro, lo que recibió fue muy malo, ya que si hay un tema en el que los gobiernos anteriores fueron omisos es justamente el migratorio.

La migración centroamericana de tránsito. Por más que se quiera presentar como algo novedoso, este flujo ya existía desde hace por lo menos 15 años. Quizá en volúmenes menores. Datos de El Colegio de la Frontera Norte muestran que cientos de miles de centroamericanos entraban por año a México con la intención de llegar a Estados Unidos. En algunos años cerca de un millón.

Las tragedias de los migrantes en tránsito, los abusos y vejaciones que sufrían en territorio mexicano están ampliamente documentadas.

Seguramente mal asesorado, rodeado de personas que se vendieron como especialistas y que él compró como tales, consideró que era un buen discurso decir que la migración se detendría cuando hubiera empleo y oportunidades en los países de salida y que él crearía esas oportunidades, convencería a Estados Unidos de invertir en la región y se acabarían los abusos sobre los migrantes.

El resultado fue fatal.

Muchos migrantes centroamericanos que estaban esperando la oportunidad de reunirse con sus familiares en Estados Unidos y por miedo no lo hacían, escucharon en ese discurso una invitación a migrar en condiciones más seguras.

El presidente y sus asesores no entendieron algo muy simple, que esto tensaría la relación con Estados Unidos y le daría a Donald Trump la oportunidad que estaba esperando para arrodillar a México con propósitos electorales.

La migración al norte. La de los mexicanos en Estados Unidos. AMLO es aún más ignorante en este tema y no está rodeado de asesores que lo aconsejen correctamente, vaya ni en los datos más elementales.

Varias veces mencionó que en Estados Unidos había 24 millones de mexicanos (en realidad son 37 millones si se toma en cuenta a los de ascendencia mexicana, o son 11.7 millones si solo se considera a quienes son nacidos en México, pero no 24 millones); que los mexicanos ya no se irían a Estados Unidos, cuando en realidad el número de mexicanos que viven en Estados Unidos tienen casi 15 años siendo el mismo y ya no hay salidas masivas, que los consulados se dedicarían a proteger a los migrantes, labor que ya hacían -de hecho es la que mejor hacen-, y nada dijo de cómo ayudar a que la comunidad mexicana en Estados Unidos mejore sus condiciones de vida.

No hay en su gobierno un posicionamiento frente a esta comunidad. Ni siquiera, como acaba de suceder, en lo que llamaron acuerdo migratorio, cuando se dan cuenta de que nadie habla a favor de México, de que esa comunidad podría ser la primera línea de defensa de los intereses de México y que no tenemos (más bien desperdiciamos) quién hable en Estados Unidos por nosotros. Esa comunidad está destinada a serlo, si los dejamos, y por si fuera poco, enfrentarán un golpeteo constante en la ya muy cercana campaña presidencial de Donald Trump. Incluso posibles deportaciones que separarán familias. ¿Se seguirá apostando al silencio, a no “engancharse”? ¿A someter en votaciones a mano alzada si se reacciona o no? No va a ser suficiente.

Hoy el gobierno mexicano está en una ecuación que no tiene solución. Ahí nos metimos solos.

Acceder al control migratorio que Trump necesita para su campaña electoral, seguir subordinando nuestra soberanía a evaluaciones unilaterales “a discreción” de nuestras acciones, cediendo todo a nuestro vecino y presentarlo como excelente negociación, hacernos cargo de sus solicitantes de asilo deteriorando la vida en las localidades fronterizas y perjudicando a esos mismos solicitantes, no reaccionar ante los ataques a la comunidad mexicana en Estados Unidos y una inminente campaña de denostación y deportación, decir que los migrantes centroamericanos son bienvenidos y serán protegidos, usar la guardia nacional para detenerlos y deportarlos, regalar dinero a Centroamérica para que “se desarrolle” y termine la migración. Todo eso al mismo tiempo y en el mismo paquete es imposible. Gobernar es más difícil.

*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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