Llega a EE.UU. una cerveza artesanal, elaborada por monjes en Italia
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En el Monasterio di San Benedetto, en el centro de Italia, todos comprenden el potencial del mercado de la cerveza en los EE.UU., especialmente porque los monjes son estadounidenses.
“Yo reconocía la diferencia entre una cerveza artesanal y una de fábrica”, dice el padre Benedict Nivakoff, en base a su experiencia antes de dedicarse a la vida monástica. Nivakoff es oriundo de Connecticut, pero este dato podría pasar totalmente inadvertido gracias a su túnica negra tradicional, su larga barba y su acento peculiar, resultado de su multilingüismo.
Los monjes tienen una ilustre historia en la fabricación de cerveza, pero en Italia el foco ha sido siempre el vino. Hoy, estos monjes benedictinos preparan y exportan Birra Nursia a los EE.UU., como un medio para el cumplimiento de la Regla de San Benito, que requiere la autosuficiencia a través del trabajo.
En abril pasado, las dos variedades de Birra Nursia -una rubia y otra belga fuerte- llegaron al mercado estadounidense. Los clientes pueden hacer sus pedidos a través de la página web del monasterio y, poco después, la bebida llega a sus puertas.
“Para nosotros era muy importante que los monjes hagan todo”, asegura el padre Benedict. En Bélgica, donde la fabricación de cerveza en los monasterios ya lleva siglos, algunas operaciones se han comercializado. “Muchos de los monasterios han crecido y fabrican tanta cerveza que pueden exportarla al mundo”, afirma.
Para integrar la elaboración de la cerveza a pequeña escala dentro de las rígidas exigencias de la vida monástica, los monjes de Norcia visitaron a sus hermanos trapenses en pequeñas fábricas de cerveza a lo largo de Bélgica. “Nuestra vida se centra mayormente en la oración”, cuenta el padre Benedict, “por lo tanto nos levantamos a las 3:30 de la mañana, rezamos siete veces al día, y frecuentamos la iglesia todo el día. No hay mucho más que hacer, además de fabricar cerveza”.
Los monjes no contratan ayuda externa, por lo cual necesitan gestionar todo de cerca. “Una de las formas en que podemos ser exitosos con esto es teniendo muy pocos intermediarios”, detalla el padre Benedict. Luego de envasar y embotellar la cerveza, los monjes la envían por barco a su distribuidor, Holiday Wine Cellar, en el sur de California, y de éste pasa directamente a la puerta del consumidor. “Controlamos todos los pasos del proceso”, agrega.
Entonces, ¿cuánta de la cerveza que elaboran es la que realmente pueden beber? “No es poco”, asegura el padre Benedict, entre risas. “Tenemos estándares muy altos, por lo tanto, todo lo que no cumple con ellos termina en nuestra mesa”.
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