Niños estadounidenses también llegan a frontera con sus padres a pedir asilo
Los Ángeles — Entre los miles de niños que llegan con sus padres a los puertos fronterizos para pedir asilo hay también menores estadounidenses que conocen de primera mano una dolorosa realidad que ni imaginan millones de conciudadanos de su misma edad.
Uno de estos casos es el de dos hijos de la mexicana Vanesa Barrios, a la que advirtieron que las autoridades estadounidenses podían separarla de sus hijos. Ella asumió el riesgo para proteger a sus cuatro pequeños, dos de ellos nacidos en Estados Unidos.
“Tenía que arriesgarme, es la vida de mis hijos la que estaba en peligro, no tenía otro camino”, dice a Efe Vanessa, que pide ser identificada con un nombre falso por temor a que su caso se vea afectado.
Casi seis meses antes de que el Gobierno del presidente Trump anunciara su política de “tolerancia cero” con los indocumentados, Barrios llegó junto a sus cuatro hijos, de 12, 11, 8 y 3 años de edad, al puerto fronterizo de San Ysidro, en California, para pedir asilo.
La mayor preocupación de esta mexicana, de 31 años y cuyo marido permaneció en su país de origen, era que las autoridades rechazaran su petición y se quedasen con la custodia de su hija de 11 años y su hijo de 8 años, ambos nacidos en Estados Unidos.
“Sabía que a los mexicanos casi nunca les dan asilo y que lo más fácil para los agentes era regresarme”, recuerda.
Esta madre ya había arriesgado todo por dar una mejor vida a su hijo mayor. En 2006 dejó al menor al cuidado de su suegra en México y emigró a California junto a su esposo en busca de un futuro mejor.
La pareja había logrado establecerse en San Francisco, y allí fue donde nació la niña, y luego el tercer hijo.
Barrios y su esposo no tuvieron un solo encuentro con las autoridades locales o de inmigración durante toda su estancia en EE.UU, pero el dolor de no tener a su hijo mayor con ella comenzó a pesar y una grave enfermedad de su madre le hizo tomar la decisión de regresar a Guerrero junto sus dos hijos.
Barrios cuenta que al principio fue muy difícil acercarse a su hijo mayor, los 7 años de separación habían comenzado a hacer estragos en su relación.
El niño siempre le preguntaba por qué lo había dejado y en ese momento Barrios se prometió no volver a separarse de sus vástagos. Pronto llegó el cuarto hijo.
Con los ahorros logrados por el trabajo en Estados Unidos, la familia comenzó un negocio de reciclaje en Acapulco, y las cosas para el matrimonio y los cuatro niños parecían ir bien.
Pero la violencia los tocó rápidamente. Una banda criminal les exigió un pago por dejar que su negocio funcionara, a lo que el matrimonio se negó.
A los pocos días varios sujetos llegaron a buscarlos a la casa de sus suegros. “Ese día no estábamos, pero igual incendiaron la casa”, relata.
Barrios no dudó en huir con sus hijos para llegar a la frontera el 27 de noviembre del 2017 y pedir a los agentes fronterizos que le dieran la oportunidad de exponer su caso ante un juez de inmigración.
Barrios pasó tres días en el puerto fronterizo junto a una quincena de mujeres y sus respectivos hijos. La mexicana recuerda que la mayoría eran centroamericanas, pero ella no era la única que tenía hijos nacidos en Estados Unidos.
Enrique Morones, director del grupo Ángeles de la Frontera, asegura que no es extraño ver que madres con niños estadounidenses busquen asilo. “La mayoría fueron deportadas con sus hijos y la violencia no las da otra opción”, asegura a Efe.
La inmigrante finalmente pudo salir con sus hijos en libertad condicional y un brazalete electrónico en su tobillo, no como la gran mayoría de las mujeres que esperaban con ella. Barrios cree que no fue la cárcel por tener hijos estadounidenses.
El abogado de inmigración Fernando Romo, que representa a Barrios, asegura que el caso de la mexicana, al igual que el de decenas de madres, está siendo afectado por las decisiones del fiscal general Jeff Sessions, que ordenó desestimar la violencia doméstica y la de las pandillas como razones para otorgar asilo.
“El juez podría negar el caso”, lamenta Romo, que estima que la nacionalidad de los niños no afectará especialmente al juez.
Ella por su parte confía en poder quedarse en EE.UU. con sus cuatro hijos: “Si me deportan no sé si me llevaría a mis hijos conmigo, espero no tener que tomar la decisión”.