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OPINIÓN: ¿Qué pretende AMLO con Biden?

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.
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El presidente mexicano fue y es uno de los más empáticos con Donald Trump. Todavía, recientemente, después del ataque al Capitolio en Washington, claramente instigado por un Trump en franca caída libre, cuando lideres en todo el mundo y hasta sus partidarios condenaron los acontecimientos y miembros de su gabinete renunciaron, AMLO se abstuvo de emitir comentario alguno, sacando de su chistera el gastado argumento de la no intervención en asuntos internos de otro país, aunque minutos después condenó que las plataformas de redes sociales hayan cancelado la cuenta del presidente saliente.

A pesar de sus similitudes, no acabo de entender porqué AMLO es uno de los defensores más leales y acérrimos de Trump y eso se convierte en un obstáculo para su relación con el nuevo gobierno de Joe Biden.

Es poco probable que se llegue a escenarios extremos entre AMLO y Biden, a choques o rupturas entre las dos administraciones, que lleven a retirar embajadores o a medidas como embargos comerciales o al cierre de fronteras. Tampoco habrá declaraciones de Biden en contra de AMLO. Esto lleva a que los fanáticos de AMLO, cada vez menos, pero más fanáticos, concluyan prematuramente que la relación se adaptará y acabará siendo buena.

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Desafortunadamente, no lo creo. Si bien es cierto, la interdependencia entre los dos países evitará un escenario áspero y estruendoso, México tiene mucho que perder si no existe la comunicación y canales de cooperación en muchos temas que van más allá de las conferencias de prensa matutinas. Para como se ven hoy las cosas, parece ser el caso.

Uno de los temas más preocupantes es el de la cooperación en seguridad. Lo ocurrido con el exsecretario de Defensa mexicano es ilustrativo. Haber solicitado y obtenido que el Departamento de Justicia retirara los cargos en su contra representó en sí misma, una afrenta a la DEA y otras instituciones estadounidenses que participaron en la investigación y a las que Trump nunca valoró positivamente. Quizá por ello decidieron enviar a México al exsecretario con su expediente. El argumento de que los delitos deberían ser primero perseguidos en México porque ahí habrían ocurrido aplica casi para todos los integrantes de organizaciones criminales mexicanas que hoy purgan penas en Estados Unidos.

Lo que siguió fue peor, a propuesta de AMLO, el congreso mexicano aprobó una ley con dedicatoria a la DEA y al FBI restringiendo y controlando la presencia de agentes extranjeros en México. Con un aval innecesariamente explícito se liberó de toda responsabilidad al exsecretario, acusando a la DEA y al FBI de “fabricar” delitos en épocas electorales y, el colmo, sin consultar con quien le dio ese expediente, se hizo pública toda la información que sobre este caso fue transmitida oficialmente por las instituciones estadounidenses.

Más allá de que el exsecretario sea culpable o no, el manejo del asunto es fatal. El presidente mexicano presentó a una de las agencias con las que se tiene (o tenía) mayor cooperación, como incompetentes, mentirosos y con sesgos políticos. Además, limitará su presencia. Si AMLO cree que la lucha contra las organizaciones criminales es la misma con la DEA que sin ella a su lado, está rotundamente equivocado. Baste revisar todas las últimas detenciones importantes de capos de estas organizaciones que fueron detenidos gracias a información proporcionada por agentes estadounidenses.

¿Que no hay nadie en las reuniones de gabinete que le diga Señor presidente, con su permiso y con todo respeto, su idea de hacer pública toda la información que nos dieron, es genial y ratifica su compromiso con la transparencia, pero no sería bueno consultarlo con la DEA y el FBI o por lo menos avisarles? La cooperación con esas agencias podría deteriorarse. ¿Nadie?

¿Que no hay nadie que le explique que su tren Maya para llenarse de turistas requiere de las empresas estadounidenses? Que su política energética será un fracaso y muy costosa para los mexicanos si tiene a las corporaciones y gobierno estadounidenses en contra. Que el T-MEC no servirá de nada si se tiene a los sindicatos estadounidenses en contra. ¿Nadie?

Porque es ahí donde la buena relación se expresa de manera constante y sonante.

O nadie le dice esas cosas, o si se las dicen, pero no los escucha, o esos temas ni siquiera aparecen en las reuniones de gabinete. No se cuál de los tres escenarios sea el más malo para México y los mexicanos.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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