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La frontera entre EE.UU. y México es una frontera con el mundo

A Honduran man wears a shirt that reads "Biden please let us in."
Un hombre hondureño en Tijuana que quiere obtener asilo en EE.UU., entre tiendas de campaña que bordean la entrada al cruce fronterizo, el 1º de marzo de 2021.
(Gregory Bull / Associated Press)
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Hace unos 15 años, estaba siguiendo a un periodista local en la costa norte de Perú, que informaba sobre un grupo de 20 personas de nacionalidad china que la policía local había hallado perdidos en el desierto cercano. Habían llegado en un barco de contenedores que navegaba de China a Lima y habían pagado a los traficantes para que los llevaran a Ecuador. Desde allí, planeaban volar a Panamá y dirigirse a la frontera entre Estados Unidos y México. El hecho de que la gente estuviera dispuesta a cruzar un océano en un contenedor de carga y atravesar partes de dos continentes a pie y en autobús me dejó alucinado. Ya no.

Pasé los últimos cuatro años dirigiendo un proyecto de noticias humanitarias llamado El Migrante, que brinda información sobre recursos a los migrantes en México. Como parte de la organización sin fines de lucro Internews, pasamos nuestros días hablando con las personas sobre qué los hizo abandonar sus hogares, cuáles son sus objetivos y qué necesitan saber para estar seguros y encontrar estabilidad. Compartimos las respuestas a sus preguntas a través de WhatsApp, un periódico impreso y un programa de radio.

Hemos escrito sobre cómo obtener atención médica después de perder un brazo y una pierna en la Bestia -el tren de carga que va desde el sur de México hasta la frontera con EE.UU. y es conocido por mutilar a los que resbalan-, cómo tratar con los empleadores locales que discriminan a los inmigrantes, y sobre políticas específicas de inmigración de EE.UU.

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Tratamos de contrarrestar la información errónea y la desinformación que los migrantes a menudo enfrentan, conectarlos con fuentes de información verificadas sobre temas migratorios como derechos legales, vivienda y salud pública. Llegamos a unos 40.000 migrantes y mexicanos al mes.

Una lección que aprendí haciendo este trabajo es que la frontera sur de los Estados Unidos no solo se comparte con México, sino con el mundo.

Si hay problemas en cualquier parte del mundo, los residentes de esa región pronto llegan a la frontera entre Estados Unidos y México. Quienes huyen de los abusos contra los derechos humanos, la pobreza y la guerra ven a Estados Unidos como un lugar donde pueden conseguir trabajo y estar relativamente seguros. También es un sitio al que pueden llegar. Por ejemplo, muchos vuelan a un país sudamericano como Brasil, que ofrece visas a la llegada, y luego se dirigen hacia el norte, hasta la frontera con México.

En los cuatro meses previos a la invasión rusa de Ucrania, alrededor de 6400 rusos y más de 1000 ucranianos fueron detenidos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. Según un informe de Reuters, los ucranianos y rusos que ingresaron a EE.UU. comparten consejos en YouTube y la aplicación de mensajería Telegram, que incluyen cómo volar a México y comprar un automóvil usado, e intentar cruzar la frontera conduciendo.

Recientemente, un pequeño campamento de alrededor de 30 ciudadanos rusos comenzó a vivir en la calle, junto a un cruce fronterizo en Tijuana. Uno de ellos, que dio el nombre de Mark, hablaba inglés bastante bien y le dijo a mi colega: “Incluso aquí, durmiendo en la acera, me siento más seguro que en Rusia”.

Debido a que temía una represión en Rusia por la disidencia contra su ataque a Ucrania, Mark llegó un día a casa y le dijo a su esposa que tenía 10 minutos para hacer las maletas, porque se dirigían al aeropuerto. Primero volaron a Alemania, pero temerosos de una reacción violenta contra los rusos en Europa occidental, se quedaron en el aeropuerto y planearon su próximo movimiento. Finalmente se dirigieron a Cancún, donde obtuvieron visas de turista a su llegada. Mark no dijo cómo llegaron a Tijuana, pero otro migrante ruso relató que los traficantes en Cancún se habían ofrecido a llevarlos al norte.

Mientras trabajaba en la frontera, conocí a inmigrantes de Afganistán, Siria, China, Eritrea y muchos otros países. En un café de Tijuana que atrae a muchos migrantes, me relacioné con un grupo de ocho cameruneses. Para comunicarnos, hicimos lo que pudimos entre el español, el inglés y el francés, lo suficiente como para que ellos expresaran que habían huido de la persecución religiosa en Camerún al volar a Brasil y caminar a través de la traicionera región selvática del Tapón del Darién, que conecta Colombia y Panamá, mientras se dirigían a México.

Los migrantes de América Central constituyen la audiencia principal de El Migrante, en función de la frecuencia de sus llegadas y la gran cantidad de personas de esos países que buscan asilo en EE.UU. y, cada vez más, en México. El año pasado, México detuvo a más de 300.000 migrantes y recibió un récord de 130.000 solicitudes de asilo.

También llegamos a los haitianos, que resistieron un asesinato presidencial, un terremoto y las inundaciones de una tormenta tropical el año pasado, y más de 60.000 solicitaron asilo en México. Muchos terminan en localidades fronterizas como Tijuana y Mexicali, y luego de largas esperas para que se conozcan sus casos de asilo, algunos deciden quedarse allí. Últimamente, nos hemos conectado con más familias mexicanas, que acuden a refugios para migrantes a lo largo de la frontera mientras huyen de la violencia en narcoestados como Michoacán y Guerrero.

Más de 82 millones de personas en todo el mundo han sido desplazadas de sus hogares, según estimaciones de las Naciones Unidas, y la guerra en Ucrania está provocando que ese número crezca. El Migrante ha ayudado a documentar las historias de algunos detrás de estos números. Las cosechas y la casa de un migrante en Guatemala fueron arrasadas por tormentas tropicales. Un adolescente haitiano lidiando con un hambre debilitante se marchó a Ecuador. Una joven madre maya que temía por su vida escapó de una relación abusiva. Un hombre de la República Democrática del Congo huyó del conflicto armado. Una enfermera en Nicaragua que brindó atención médica a los manifestantes políticos terminó en una lista de vigilancia del gobierno.

Una de las primeras preguntas que recibimos de un migrante fue “dime cómo salir de este laberinto”. Muchos aseguran que nunca quisieron irse de sus países, pero que no podían soportar más la violencia y la pobreza. Quieren perseguir sus sueños y criar a sus familias.

Estados Unidos necesita un sistema de inmigración con un enfoque más humanitario. Por supuesto, todos los solicitantes de asilo no pueden ser admitidos, pero sus casos deben ser escuchados más rápidamente, para que no permanezcan viviendo en condiciones a menudo peligrosas, en México, a lo largo de la frontera.

Con demasiada frecuencia, las políticas estadounidenses como “Permanecer en México” parecen enfocadas en bloquear la entrada de inmigrantes, algo que no los desalienta, sin importar qué tan lejos vivan. Las personas tienen una razón fuerte para viajar por el mundo, a través de terrenos peligrosos y en condiciones horribles, hacia una frontera que probablemente no podrán cruzar de manera legal:lo hacen porque es su última esperanza.

Jesse Hardman es asesor principal de Internews y fundador del proyecto El Migrante. @jesseahardman.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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