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OPINIÓN: ¿Cuál es el saldo de la barbarie americana?

Joseph Avila (izquierda) reza mientras sostiene unas flores el miércoles 25 de mayo de 2022,
Joseph Avila (izquierda) reza mientras sostiene unas flores el miércoles 25 de mayo de 2022, en honor a las víctimas del tiroteo en la escuela primaria Robb, en Uvalde, Texas.
(Jae C. Hong / Associated Press)
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Las ventanas altas invitan a la curiosidad. Vivimos, por casualidad en una mansión parisina que en su época perteneció al marqués du Barry. Frente a nosotros tenemos una escuela pública. El escrutinio es mutuo.

Hace unos años el colegio César Franck honró la memoria de aquellos alumnos judíos muertos en campos de concentración. Calculan que más de 150 niños del segundo distrito (arrondissement) fueron víctimas en la monstruosidad nazi. En Estados Unidos, los niños no mueren en campos de concentración, mueren en sus propias escuelas a manos y con armas americanas.

Desde el primer día, mirándolos notamos una ausencia: la de los teléfonos celulares y, por ende, de las redes sociales y los videojuegos. No es que París pase por una crisis económica o desempleo. No hay más que ver los proyectos de construcción y remodelación que hacen el tráfico una pesadilla, para saber que no ésa la razón.

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La falta de teléfonos no obedece una estrechez económica. Los varones, ruidosos juegan al balompié en la callejuela que nos separa del colegio. Las niñas hacen grupos y conversan. Las madres recogen a los más chicos.

Fue en 2017 que el único tiroteo escolar tras la Segunda Guerra Mundial se registró en territorio francés, en Grasse. Desde entonces, las armas que tanto daño causan en Estados Unidos, quedaron prohibidas por órdenes de la Unión Europea. Para otras armas que obedecen a diferentes clasificaciones, requieren que el propietario sea mayor de 18 años y cumplir otros requisitos.

El colegio César Franck honró la memoria de aquellos alumnos judíos
El colegio César Franck honró la memoria de aquellos alumnos judíos muertos en campos de concentración. Calculan que más de 150 niños del segundo distrito (arrondissement) fueron víctimas de la monstruosidad nazi.
(Justo J. Sánchez.)

La categoría que incluye a los rifles requiere licencia de caza, tiro y un certificado al corriente sellado por un médico. Para un revólver el dueño debe estar afiliado a un campo de tiro, asistir al menos a 3 sesiones con un instructor y un certificado médico. El tirador luego recibe una autorización válida por 5 años para comprar y poseer armas de fuego de Categoría B. Para las armas de fuego de Categoría C deben estar inscritos en un campo de tiro. Europa, tan afín a las protestas, huelgas y manifestaciones, acata sin mayor estruendo estos reglamentos.

Esto nos hace pensar: ¿por qué Estados Unidos es el refugio para los enajenados armados que hacen de las escuelas, centros comerciales, iglesias y el transporte público sus campos de batalla?

Me pregunto: ¿cuántos crímenes se evitan con el tipo de armas que se utilizan para estas carnicerías? Aún más. Leyendo la Segunda Enmienda surge la duda de ¿cuál es la milicia necesaria para proteger al estado libre?

Las milicias de la que habla la Constitución eran milicias locales a las que pertenecían los hombres de 16 a 60 años. No se hacen notar las milicias en Beverly Hills, Malibú, SoHo, ni Miami Beach. Una milicia armada se basa en la premisa de que la sociedad norteamericana no es libre, e implica la necesidad de luchar contra el gobierno establecido.

Entre los grupos cabilderos más importantes para proteger la industria es la National Rifle Association. Su presente contradice su pasado. El grupo, basado en el modelo inglés, tenía como meta “promover y fomentar el tiro con rifle sobre una base científica” y mantener la actividad circunscrita a los campos de tiro.

Recuerdo cuando Rudy Giuliani, afirmaba “tenemos que hacer cumplir las leyes de armas que existen con firmeza. La Segunda Enmienda otorga a las personas el derecho individual a poseer y portar armas; sin embargo, el gobierno puede imponer regulaciones razonables”.

Recuerdo el apoyo de Giuliani a dos leyes importantes sobre el control de armas hechas válidas por Bill Clinton: la Ley Brady (1993) y la Federal Assault Weapons Ban (1994). Los Republicanos dejaron morir la Federal Assault Weapons Ban en el 2004. El Brady Bill ya había sido disminuido por el poder judicial.

Los niños que se asoman a nuestras ventanas y cuyas madres vienen a buscarlos a la escuela, tendrán teléfonos a una edad más avanzada. Mientras exista una cierta proximidad a los padres y no exista en sus casas acceso a armas de fuego, los adolescentes no llegarán al lycée (escuela superior) empuñando ametralladoras ni tendremos miedo de utilizar el metro o llegar a un centro comercial. Ninguno de ellos arremeterá a tiros contra los extranjeros o contra franceses afrodescendientes, aunque sabemos bien que el racismo no se ha erradicado.

Hay en Francia una extraña atracción por el Oeste americano. Los circos, “the greatest show on Earth” que a principios del siglo XX visitaban a París y que traían caballos para lazar y estrellas como Buffalo Bill y Annie Oakley, mujer estrella del tiro al blanco, creaban tumultos. Aún en el siglo XXI, el autor Jim Harrison, personificación del Oeste, es en muchos casos más conocido que en Estados Unidos. Es la curiosidad por los exóticos parajes violentos, tan distantes a su realidad protocolar.

Quizás es eso que han visto los franceses como algo a estudiar: la cultura americana violenta, machista, dada al aislamiento (Taxi Driver). Tanto en los asesinos como en el país en general, el individualismo es la espina dorsal, hacerse valer por sí (“self-made man”), sin necesidad de la comunidad, sin mostrar fragilidad. Como mecanismo de defensa compensatorio se requieren las armas de fuego.

El “otro” no es solidario sino posible enemigo del cual hay que protegerse.

Robert Frost capta el individualismo: “Buenas cercas, buenos vecinos”.

Llevémoslo más allá: “armas letales, protección y privacidad”. Al desaparecer los vecinos queda espacio abierto y se hace realidad el sueño de la “self-reliance” (autosuficiencia).

No hay forma de cambiar el parámetro cultural. Sin embargo, con voluntad política hay posibilidades de reforma. El liderazgo no ha renovado ni su visión ni su retórica. No se vislumbran nuevas estrategias. Con la stasis partidista no hay futuro ni para proyectos negociados.

Al final del callejón que nos separa del colegio César Franck hay una hilera de cafés donde se dan cita jóvenes que terminan su día laboral, personas mayores y adolescentes. Con temperatura deliciosa, todos prefieren la terraza o la acera, conversan animadamente. Esta tradición comunitaria no existe en Estados Unidos, el aislamiento impera. El encierro asfixiante ha aumentado cuando los medios sociales consumen gran parte del tiempo libre. La propaganda política, la retórica encendida, racista, xenofóbica y ultraderechista enciende la chispa de la violencia en usuarios solitarios frente a la pantalla. ¿Respuesta? La explosión armada.

Si 140 niños en el colegio César Franck y el 2do arrondissement fueron víctimas de la barbarie, ¿cuál es el saldo ante la barbarie americana?

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