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OPINIÓN: Es tiempo de que el Departamento del Sheriff se haga responsable de sus actos

Franky Carrillo, al abogar en favor de la Medida A.
“La razón por la cual mi vida fue sacudida de tal manera tuvo que ver con un crimen terrible en una calle oscura de Lynwood, California, epicentro de la infame pandilla de los agentes del Sheriff llamada The Vikings’”, dice Franky Carrillo, al abogar en favor de la Medida A.
(Los Angeles Times )
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El 16 de marzo, 2011 después de 20 años tras las rejas, logré lo que parecía imposible y comprobé que el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles me incriminó injustamente por un asesinato que no cometí.

Las prisiones estában administradas por el mismo departamento que tenía que enfrentar lo que había hecho, por lo que no tuvieron más opción que obedecer las órdenes del juez y darme la libertad. Salí de la Prisión Central del Condado de Los Ángeles exonerado y como un hombre libre.

Mi familia y mis amigos, a quienes no había visto en dos décadas, me recibieron con los brazos abiertos. Ya no era ese joven de 16 años que ellos recordaban y la verdad es que, a los 37 años, yo tampoco sabía quién era o qué era lo que me esperaba.

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Había estado abogando por justicia y esa era la persona en la que me había convertido y en quien me convertí al salir de la prisión. Uno de los muchos reporteros que asistieron el día que fui liberado me preguntó cuál mensaje tenía yo para la comunidad para que esta tragedia no se repitiera. Y como si estuviera prediciendo el futuro le contesté al reportero que todos los que estuvieran escuchando debían votar por leyes y funcionarios justos para evitar que esto volviera a suceder.

La razón por la cual mi vida fue sacudida de tal manera tuvo que ver con un crimen terrible en una calle oscura de Lynwood, California, epicentro de la infame pandilla de los agentes del Sheriff llamada “The Vikings”. Donald Sarpy salió de su casa para decirle a su hijo y sus amigos que le bajaran al volumen cuando un auto pasó y le disparó. Todos los muchachos huyeron o se dejaron caer al suelo cuando escucharon los disparos y cuando el auto huyó, vieron a Donald en el piso sangrando. Lo llevaron inmediatamente al hospital donde desafortunadamente falleció.

Esta tragedia no culminó ahí, pues todos los jóvenes fueron interrogados y ninguno tenía información confiable sobre los agresores. Una persona sostuvo que el auto era blanco, mientras que otro dijo que el auto era negro. La investigación realmente había llegado a un callejón sin salida hasta que el oficial Ditsch apareció.

Este oficial presionó a uno de los chicos a que seleccionara mi foto de la rueda de identificación y cuando lo hizo, la investigación que hacía apenas un par de horas había concluido como un caso sin resolver ahora repentinamente había sido solucionado. Tenían ahora a un testigo que positivamente me identificaba como el responsable de la muerte de Donald Sarpy.

Me arrestaron frente a mi padre, quien estaba tan aterrorizado como yo lo estuve cuando los agentes hicieron una redada en mi domicilio. Les preguntamos qué sucedía y nos ignoraron. Mi padre, un inmigrante mexicano, no se rindió, pero lo hicieron sentir invisible e insignificante y fue testigo del momento en que me arrestaron.

Una vez en la comisaría, esperaba que mi padre estuviera conmigo mientras me interrogaban, pero lo hicieron sin él. Me informaron de lo que se me acusaba y que si aceptaba la culpa le informarían al juez que yo había cooperado. Les dije que yo no sabía nada sobre el crimen y que yo no era culpable.

Mi primer intento en decir la verdad fue inútil e inmediatamente después me llevaron al Centro de Detención Juvenil Los Padrinos donde mi odisea comenzó. Se me juzgó como adulto y después de dos juicios con jurado se me declaró culpable. Tanto yo como mi padre dijimos la verdad, pero los oficiales y los testigos mintieron y ganaron.

Al final, fue así de fácil. Creímos en el sistema y ellos abusaron de su poder para obtener el resultado que ellos querían. Recibí una sentencia de 30 años en prisión con seis sentencias de vida adicionales.

En retrospectiva, realmente no sé cómo sobreviví, pero lo logré. Tristemente, mi padre ya había fallecido cuando salí exonerado de la cárcel y empezar una vida nueva. Como mencioné anteriormente, nadie sabía lo que iba a suceder después, incluido yo mismo. Honestamente, lo único que tenía claro era que las personas que estaban en el poder habían abusado de su posición y que este problema no era sólo con los oficiales que patrullan las calles, sino que iba más allá hasta los puestos más altos.

En el transcurso de las últimas décadas, los agentes del Sheriff han dedicado más tiempo a proteger a sus oficiales en vez de tratar con los problemas que estos mismos están causando en nuestra comunidad y dentro del Departamento del Sheriff.

Este noviembre la esperanza y la visión que tenía para el futuro de Los Ángeles cuando salí de la pesadilla finalmente ha llegado en la forma de la Medida A. Por fin tendremos un mecanismo para presionar al Sheriff a que haga lo que es correcto. Este condado ha sido demasiado paciente y por mucho tiempo les creímos cuando nos dijeron que ellos mismos solucionarían los problemas de corrupción.

No podemos esperar más y la comunidad finalmente ha dicho BASTA, ya no soportamos su abuso de poder. Todo el dolor causado por las personas que fueron juramentadas para protegernos ahora debe usarse para convencer a nuestra comunidad de votar SI en la Medida A.

Es tiempo de que el Departamento del Sheriff de Los Ángeles rinda cuentas a la comunidad y sea responsable de corregir la corrupción y la violencia que ha atormentado a miles de víctimas inocentes y sus familias.

*Franky Carrillo es padre de familia y copresidente de la campaña Yes on A for Sheriff Accountability. Copresidente de las Nominaciones judiciales para el Partido Demócrata del Condado de Los Ángeles. Presidente de la Comisión que supervisa la libertad condicional en el Condado de Los Ángeles.

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