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Construir un puente entre dos mundos: el del español y el del inglés, es la misión del nuevo columnista del L.A. Times

Una familia hace compras en El Mercadito Mariachi en Los Ángeles el jueves 6 de abril de 2023.
(James Carbone/Los Anngeles Times en Espanol)
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A Estados Unidos lo he conocido siempre de una manera u otra. Nací en Mexicali, Baja California, y desde niño he visto a la región fronteriza transformarse de acuerdo con los tiempos políticos. Vi los últimos vestigios del Programa Bracero, que trajo mano de obra mexicana para sustituir la escasez de trabajadores inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.

También recuerdo lejanamente las marchas en las que participaban los papás de varios amigos míos que trabajaban en los campos agrícolas de Coachella y que se unieron a las huelgas y boicots de César Chávez, cuando estaba organizando la Unión de Trabajadores Agrícolas.

Mientras la frontera seguía transformándose me fui a estudiar periodismo a la Universidad Nacional Autónoma de México. Allá dediqué los primeros seis años de mi vida profesional al análisis de los movimientos sindicales de México. Después decidí emigrar a Estados Unidos.

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He vivido aquí al menos 35 años. En mi carrera como periodista he radicado en San Diego, Santa Ana, Long Beach, San José, Nueva York, y New Jersey y los últimos 10 en Los Ángeles. He trabajado en periódicos chiquititos y sin recursos y en grandes publicaciones como People Magazine en Español, The Orange County Register, San José Mercury News o Los Angeles Times.

En la foto Alejandro Maciel durante una serie de entrevistas con trabajadores en la ciudad de Nueva York en enero de 2020.
(Alejandro Maciel.)

Después de dirigir periódicos por más de 20 años, tengo el enorme placer de poder dedicar más tiempo a escribir y a contar las historias de nuestra comunidad, esas que pocas veces llegan a las grandes publicaciones y que narran la vida cotidiana de personas que sin mucho ruido son verdaderos modelos a seguir en sus comunidades.

En este recorrido por Estados Unidos, he sido un inmigrante más, con las mismas necesidades y miedos que los demás, pero también con los mismos deseos de salir adelante. Recuerdo que mi primer trabajo en Estados Unidos fue en Escondido, en una empacadora de aguacates. Ahí me tocó estibar cajas durante 8 largas horas y mientras yo me quejaba, las empacadoras, que trabajaban a destajo, me alentaban y me decían: “Ya te cansaste güerito, no aguantas nada” y se morían de la risa, pero no paraban un segundo.

En Del Rey Avocado Company Inc. los aguacates recién recolectados se clasifican para su envasado y envío.
(Charlie Neuman / San Diego Union-Tribune/Zuma Pre)

Eran 10 mujeres venidas de Oaxaca, Michoacán y Jalisco. Madres solteras y con grandes necesidades. Entre ellas organizaban cundinas y vendían tacos, aguas frescas y baratijas y cuidaban en turnos a los hijos para poder trabajar, porque no podían pagar las guarderías y se prestaban dinero entre ellas para poder pagar la renta. A pesar de todas sus necesidades, me separaban un taco para que comiera con ellas.

También conocí la vida alrededor de los swap meet, donde los trabajadores agrícolas, los de la construcción, los jardineros, las nanas, las trabajadoras domésticas y las obreras, se reunían para tener una vida social más allá de sus empleos. Allí se enamoraban y ahí mismo se divorciaban. Ahí escuchaban la música de moda de sus artistas preferidos, y ahí compraban los vestidos de novia, las flores para la quinceañera y los vestiditos para el bautizo.

Vineland Swapmeet con as montañas de San Gabriel cubiertas de nieve.
Después de que pasó un frente frío, se pueden ver las montañas de San Gabriel cubiertas de nieve, con el monte Wilson a la izquierda, desde la Vineland Swapmeet en City of Industry en Febrero.
(Raul Roa / Los Angeles Times en Español)

Esos swap meets, fueron los centros de la vida social de este mundo que parecía oculto del resto de la sociedad, pero que crecía a la vista de todos. Ahí muchos inmigrantes encontraron su verdadera vocación de comerciantes o empresarios. Ahí, familias enteras sobrevivieron a las dificultades económicas cuando descubrieron que podían vender hasta piedras si se lo proponían.

En este recorrido vi cómo después de la amnistía de 1986 del presidente Ronald Reagan, llegaron cientos de miles de personas que decidieron que no querían estar separadas de sus familiares que ya habían sido admitidos en Estados Unidos. Ese proceso de reunificación familiar cambió la dinámica de muchas comunidades. Ciudades como Vista o San Marcos, en el norte del condado de San Diego, experimentaron en 10 años un crecimiento sin precedentes. En las escuelas empezaron a abundar los apellidos López, Pérez, Martínez o Gutiérrez, y los distritos escolares tuvieron que crear programas bilingües para sus nuevos estudiantes.

Vi con tristeza la pérdida del idioma español en los hijos de segunda generación. Y también he tenido el gusto de verlos recuperando el idioma cuando empezaron a darse cuenta de que no hablar español era también la pérdida de su identidad.

Estanislao Maqueos de Oaxaca, imparte clases de música en su academia desde el 2005.
Estanislao Maqueos imparte clases de música en su academia desde el 2005, centro de arte ubicado en el 2833 W. Pico Boulevard.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times)

Y así como vi la solidaridad amorosa de las mujeres de Escondido, vi la explotación de latinos hacia latinos en los campamentos de trabajadores agrícolas, como en el Rancho Los Diablos, también en el norte del condado de San Diego, donde algunos de los que tenían documentos para trabajar legalmente, los alquilaban a cambio del 30 por ciento del salario de los que no tenían documentos.

En ese mismo campamento vi el espíritu empresarial de algunos, como el joven impecable que manejaba en ese tiempo una camioneta roja último modelo y vivía en una casita de cartón y lámina a un lado de un arroyo maloliente.

Recuerdo haber preguntado intrigado. “A qué se dedica”.

“A vender cerveza”, me dijo uno de sus clientes.

Mentalmente hice cuentas. En aquel entonces en Los Diablos vivían alrededor de 1,200 personas. Si vendía 600 cervezas al día a dólar, podía conseguir unos 18,000 al mes. Los fines de semana la venta era de al menos 3 cervezas per cápita. Nada mal, y sin pagar impuestos.

Pero él era uno de los pocos que no pagaban impuestos, porque el resto, tuviera o no tuviera documentos, pagaban puntualmente sus impuestos, sin tener derecho de recibir ningún servicio público a cambio.

También pude ver la llegada del gobernador Pete Wilson y la tensión que generó su infame proposición 187, que por cierto fue aprobada por los electores y cuyo objetivo, como él mismo me lo dijo en una entrevista, era hacerles la vida miserable a los inmigrantes indocumentados.

Don Justin Jones de Eagle Rock, asistió a celebración en parque del impulso que condujo a la derrota de la Proposición 187.
“ESTOY AQUÍ para recordar lo que empezamos”, dice Don Justin Jones de Eagle Rock, quien asistió a la celebración en el parque que condujo a la derrota de la Proposición 187.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Como nunca, vi al estado de California, dividido y rencoroso.

Pero también vi salir a mis hijos, y a los hijos de mis amigos, y a los de los vecinos, a las calles a marchar contra la proposición 187.

Los vi haciendo paros en las escuelas y enfrentando a los numerosos grupos racistas que empezaron a proliferar en los lugares más insólitos, como en Fallbrook, donde tuve la oportunidad de entrevistar a Tom Metzger, líder de White Aryan Resistance, que me decía: “Yo sinceramente quiero a los mexicanos, pero los quiero en México”.

Tom Metzger
Tom Metzger, gran dragón de los Caballeros del Ku Klux Klan de California, sentado frente a la bandera en forma de cruz del Klan en su casa de Fallbrook, California, el 15 de agosto de 1979.

Y después vi a esos jóvenes convertirse en activistas y empezar a ocupar puestos políticos en diferentes partes del estado. Dando la esperanza de un estado mejor para todos.

6 de octubre de 1994: Estudiantes de UCLA marchan en protesta por la proposición 187.
6 de octubre de 1994: Estudiantes de UCLA marchan en protesta por la proposición 187. Se celebran protestas en otros 20 campus universitarios de California.
(Paul Morse/Los Angeles Times)
Tom y Martha Lang de Laguna Niguel ondean banderas americanas y muestran su apoyo a la Proposición 187
Tom y Martha Lang de Laguna Niguel ondean banderas americanas y muestran su apoyo a la Proposición 187 durante un mitin en el Phoenix Club. Esta foto apareció en el Los Angeles Times del 29 de octubre de 1994.
(Al Schaben/Los Angeles Times)

Después aparecieron oportunidades laborales en Nueva York y New Jersey. Allá conocí un rostro que no conocía de la comunidad hispana: el de la Costa Este. Con los dominicanos desplazando a los boricuas y a los cubanos en la gran manzana y la incipiente llegada de la comunidad mexicana a los barrios colombianos. También vi la llegada de latinos adinerados procedentes de todas partes de América Latina que hicieron de Miami una de las principales capitales latinoamericanas.

En Nueva York conocí a latinos del Caribe y Sudamérica.
En Nueva York conocí a latinos del Caribe y Sudamérica. Y al igual que aquí, luchan todos los días por salir adelante.

(Alejandro Maciel)
" A eso venimos, a trabajar", me dijo este mensajero en Nueva York.
” A eso venimos, a trabajar”, me dijo este mensajero en Nueva York, al que ni la nieve pudo detener. “Hay que pagar la renta”, me dijo.
(Alejandro Maciel)

Conocí el mofongo dominicano; la ropa vieja cubana, el coquito puertorriqueño, y escuché las plenas, el son, la salsa, el merengue y la bachata y entendí que a pesar de que tenemos muchísimas cosas en común, tenemos costumbres, tradiciones, sabores y acentos diferentes.

Y es ahí donde esta columna tiene sentido. El objetivo es tender un puente hacia todo este mundo que vive en español y que parece no existir para el resto de la sociedad. Y no es como piensan algunos, de que “deberían aprender inglés para integrarse a la sociedad”. Muchos hablan inglés, pero prefieren comunicarse en español, porque en este idioma está parte de su identidad.

Quiero mostrar sus rostros y sus historias. Quiero que a través de esta columna se conozca el quehacer cotidiano de estos hombres, mujeres y niños que además de trabajar, crean, disfrutan, y se divierten en un español que se mezcla todos los días con el inglés.

Este puente es para contar esas historias, como la mía, como la del vecino, como la del jardinero o la cocinera. Les garantizo que se sorprenderán de la riqueza de sus vidas.

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