Opinión: Sin saberlo, mi prima podría ayudar a boxeadores mexicanos a reclamar un fondo de pensión
A veces descubres más sobre las personas después de su muerte que cuando estuvieron en vida, especialmente examinando sus pertenencias privadas. Hace dos años, mi prima Maricella Manzano me preguntó si podía acompañarla a Apple Valley al norte de Riverside para ayudarla a limpiar la casa de su padre biológico. Armando Manzano, de 92 años, murió por causas naturales. No dejó testamento, por lo que su casa de California terminó en el tribunal sucesorio. Mi prima y su medio hermano en México se repartirían las ganancias de la casa. Ahora ella tenía la tarea de limpiarla.
Mi prima mantuvo el apellido de su padre, pero lamentablemente nunca tuvo una relación cercana con él. Él y mi tía se separaron cuando mi prima tenía 5 años. Armando se quedó en Los Ángeles, abrió un taller de reparación de radiadores en el este de Los Ángeles y construyó una nueva vida. Mi prima y su madre, Ascensión, se fueron a Illinois.
Armando tuvo muy poco contacto con su hija biológica hasta que ella decidió, cuando era adolescente, que quería intentar conocerlo y se mudó al otro lado del país con él y su nueva esposa. No duró mucho. La relación fue, en el mejor de los casos, tibia. Pero en los aproximadamente seis meses que Maricella estuvo en California, aprendió un poco sobre el hombre que apenas conocía. Descubrió que él era un gran fanático del boxeo. Ella recuerda haberlo acompañado a algunos grandes combates de boxeo en Los Ángeles.
El expresidente tiene un historial comprobado de atraer a los votantes antiinmigrantes. Los rivales deberían dejar de intentar pasarlo por la derecha.
Dentro de su casa, encontró algo que él atesoraba, una vitrina con un gran guante de boxeo rojo, adornado con autógrafos. El guante fue fabricado en México y tiene las palabras “Cleto Reyes” en la parte superior. Tiene un logo de dos gallos peleando y las palabras “Pelea de Campeones”. También había una cartelera de boxeo en Inglewood del 23 de abril de 1977, con los nombres de boxeadores mexicanos que ahora son miembros del Salón de la Fama del Boxeo Internacional como Rubén Olivares Ávila y Carlos Zárate Serna, Pipino Isidro Cuevas González (campeón de peso welter de la AMB de 1976 a 1980) y el medallista de plata olímpico de 1972, Alfonzo Zamora.
Y había un sobre que encontró con algunas fotografías brillantes en blanco y negro de los boxeadores estrella posando con su padre. Una de las fotografías está estampada por un famoso fotógrafo, Rogelio Sordo Obregón. La hija de Obregón, Mona Obregón, que vive en el área de Chicago, recuerda que su padre viajó por todo el país tomando y vendiendo sus fotografías para mantener a su familia. Desde entonces, el señor Obregón falleció. Pero sus famosas fotografías capturaron momentos emocionantes en la historia del deporte y el entretenimiento.
El dictador venezolano Nicolás Maduro hace declaraciones disparatadas casi a diario, pero su reciente amenaza de invadir la vecina Guyana y tomar el control de sus fabulosas reservas petroleras no debe tomarse a la ligera.
Resulta que estos boxeadores eran parte de un circuito de atletas mexicanos que atraían grandes multitudes en California en los años setenta. La bolsa por ganar un campeonato no se parecía en nada a los encuentros televisados y muy promocionados de hoy. Pero poco sabían estos atletas entonces que en 1982 el estado de California crearía un fondo de pensiones y que el año pasado el gobernador Gavin Newsom firmaría una enmienda a la ley de California, el Proyecto de Ley 1136 de la Asamblea, para ayudar a proporcionar fondos para boxeadores en sus últimos años.
El dinero proviene del Fondo de Pensiones de Boxeadores Profesionales, el único fondo de pensiones para boxeadores en Estados Unidos. Para obtener el beneficio, no es necesario ser residente de California.
Actualmente, el fondo asciende a más de $5.3 millones . Pero incluso con el dinero ahí, encontrar a los boxeadores sigue siendo un desafío.
Por eso, a principios de este año, la Comisión Atlética del Estado de California comenzó a contactar al gobierno mexicano para pedir ayuda para localizar a boxeadores mexicanos y otros peleadores internacionales (y sus familias) que compitieron en California y podrían ser elegibles para recibir los fondos de jubilación.
Preguntamos si quizás los boxeadores en las fotos de mi prima podrían calificar solo por curiosidad, pero no es así.
Los boxeadores que pelearon en California pueden calificar para una pensión si cumplen con los siguientes requisitos: Tener al menos 50 años. Haber participado en al menos 10 rounds al año durante cuatro años en California con un descanso de no más de tres años. Y haber peleado en al menos 75 rounds profesionales programados en California con un descanso de no más de tres años.
Según una portavoz del Departamento de Asuntos del Consumidor de California, que supervisa la Comisión Atlética del Estado de California, desde 1999, se han distribuido más de $4 millones a más de 240 exboxeadores a través del plan de pensiones. La Comisión Atlética del Estado de California ha realizado actividades de divulgación con promotores y organizaciones, incluido el Consulado de México en San Diego y el Consejo Mundial de Boxeo con sede en la Ciudad de México. La Comisión Atlética del Estado de California no tiene la cantidad exacta que se ha destinado a los boxeadores de México, específicamente.
Mi prima nunca conocerá a los boxeadores de las fotos que conocieron a su padre, pero espera que, como resultado de esta casualidad del destino, los fanáticos del boxeo puedan ayudar a correr la voz entre aquellos atletas que podrían calificar para el fondo de pensiones, para que no pierdan esta oportunidad.
En su búsqueda por localizar boxeadores en todo el mundo, la Comisión Atlética del Estado de California tradujo la información de su sitio web al español, ruso, tagalo, ucraniano y swahili con la esperanza de encontrar más boxeadores elegibles y sus familias.
Para obtener más información, puede llamar a la Comisión Atlética del Estado de California al (916) 263-2195.
Castañeda es editora adjunta del San Diego Union-Tribune y vive en Chula Vista.
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