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OPINIÓN: ¿Se prepara México para los nuevos escenarios de la relación con Estados Unidos?

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Muchas cosas pueden cambiar como resultado de las elecciones del próximo 3 de noviembre en Estados Unidos. Aunque la atracción principal es la elección presidencial, no debemos olvidar que 35 de los 100 senadores y la totalidad de la cámara de representantes pasarán también por las urnas. Hoy los republicanos ostentan, además de la presidencia, la mayoría en el Senado, mientras que desde las elecciones intermedias de 2018 los demócratas tienen la mayoría en la Cámara de Representantes.

A diferencia de lo que ocurre en México, en Estados Unidos hay contrapesos formales, instituciones cuyos responsables y empleados se asumen como funcionarios gubernamentales responsables de una agenda y no como empleados de una persona, existen además verdaderos liderazgos sociales, políticos y económicos que no se subordinan al presidente en turno.

La presidencia puede cambiar de partido o incluso, en el caso de reelección de Donald Trump el senado puede cambiar de mayoría toda vez que de los 35 senadores que serán sometidos a las urnas, 23 están hoy en manos de los republicanos y la pregunta inevitable es ¿se está preparando México para los nuevos escenarios en el país del que depende la economía mexicana?

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AMLO ha demostrado con creces que la arena internacional no le interesa en lo más mínimo. La participación en foros internacionales es escasa y de bajo nivel, prácticamente no se reúne con mandatarios de otros países y no viaja al exterior, salvo la improcedente e inútil visita a Donald Trump. Ni siquiera podemos decir que ha cuidado la relación con Estados Unidos. En la tradición presidencialista mexicana no distingue entre tener una buena relación casi personal con su presidente y tener una buena relación con Estados Unidos.

El canciller mexicano no instrumenta una política exterior. Sabedor que de eso depende su futuro político, se ha limitado a ser un buen empleado de su jefe y a hacer bien lo que éste le pide. Poco importa si lo que le pide no es lo mejor para México. Ya solo por eso destaca en un gabinete en el que reina la inexperiencia y la improvisación. La relación reciente con Estados Unidos se ha caracterizado por una subordinación total a Donald Trump.

Así fue instruido y el canciller lo ha hecho bien. Sobran los ejemplos, el control en México de los flujos migratorios de centroamericanos, convertir a la frontera norte en sala de espera/rechazo de las solicitudes de asilo y refugio en Estados Unidos, el silencio ante los insultos hacia los mexicanos y la cereza del pastel, la visita a Donald Trump -que no a Estados Unidos-, considerada un éxito porque no hubo exabruptos y según se reconocieron las aportaciones de los mexicanos en EE.UU, sin embargo seguimos sin saber qué ganó México. ¿Es esa la base de una relación sustentable y duradera con Estados Unidos? ¿por lo menos en el corto plazo?

El riesgo es alto y las facturas pueden llegar todas juntas. En ambos países la situación interna puede deteriorarse considerablemente.

El presidente mexicano cree, probablemente con razón a juzgar por las encuestas, que su popularidad y aceptación residen en cómo distraer a los mexicanos de los enormes problemas que estamos enfrentando, en sus conferencias de cada mañana, en ataques y descalificaciones a sus adversarios y recientemente decidió bajarse a las cañerías de la política mexicana para garantizar que su partido ganará las elecciones de 2021. La apuesta es arriesgada pero incluso en el mejor escenario es estrictamente interna y gane o pierda, México quedará muy mal parado frente a la nueva configuración y distribución de poderes en Estados Unidos. Aún en el escenario de una reelección de Donald Trump.

Si los republicanos retienen la mayoría en el Senado y la Presidencia, las presiones sobre México se incrementarán en todos los frentes. Se exigirá un mayor control -sí, mayor aún-de los flujos migratorios y aplicando de manera estricta el T-MEC se tratará de recuperar para Estados Unidos todos los empleos que el “perverso” TLCAN transfirió a México. Si, por el contrario, los republicanos pierden la presidencia y la mayoría en el Senado y los demócratas mantienen la presidencia en la Cámara de Representantes, la polarización de este proceso electoral en EE.UU dejaría al gobierno de AMLO en una situación sumamente incómoda, como el amigo y subordinado del enemigo, sin capacidad de interlocución con los nuevos actores de poder de su vecino y socio.

¿Nos estamos preparando en México para los nuevos escenarios? O llegado el momento, como en otros tantos temas improvisaremos, apostándole a las mañaneras como instrumento casi único de gobierno.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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