L.A. Affairs: Tuvimos una cita antes del encierro por coronavirus. ¿Ahora qué?

)
- Share via
Una semana antes del encierro por coronavirus, cuando no sabíamos que estábamos al borde del apocalipsis, volví a descargar Hinge, una aplicación de citas que afirma que está “diseñada para ser eliminada” porque es muy probable que encuentres a tu pareja, aunque mis razones para eliminarla repetidamente se han debido a la decepción en lugar de a la satisfacción.
Esta vez, sin embargo, parecía diferente: después de meses de abstenerme de salir con alguien, acepté encontrarme con un hombre que vivía en Newport Beach. A pesar del indeseable viaje de 30 millas hacia el sur desde mi casa en Long Beach, me encogí de hombros y traté de aceptar la idea de que “salir con alguien se supone que es divertido” en lugar de descartarlo por vivir en un lugar inconveniente.
Nos encontramos a mitad de camino en Huntington Beach y bebimos un par de cervezas frente al océano. Hablamos de viajes pasados, la dinámica familiar, las noches de desenfreno e inevitablemente nuestras preocupaciones sobre las potenciales restricciones por COVID-19. Era atractivo, divertido y humilde. Por una vez había conocido a alguien que quería volver a ver.
Terminamos y nos abrazamos, pecho a pecho. No tenía ni idea de que un abrazo tan inocente, o el haber compartido bebidas a sólo un pie de distancia, pronto se consideraría demasiado íntimo.
Me envió un mensaje de texto esa misma noche.
“Deberíamos hacerlo de nuevo pronto”, dijo.
Me hizo sonreír.
Al día siguiente, le envié un artículo sobre el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, prohibiendo las grandes reuniones públicas en la ciudad. “Bueno, afortunadamente vivo en el condado de Orange”, respondió, acompañado de una carita guiñando.
Hicimos planes para una segunda cita.
No estaba segura de desobedecer las directrices inminentes de coronavirus. Pero no pude evitar preguntarme: ¿podría encontrar el amor antes de un cierre estatal? En los días siguientes nos enviamos mensajes de texto, incluyendo algunos memes alegres relacionados con el coronavirus, al tiempo que reflexionamos sobre nuestras preocupaciones genuinas sobre la posibilidad de una muerte inminente.
El día antes de que nos reuniéramos, se supo que el condado de Orange corría la misma suerte que Los Ángeles: todas las reuniones públicas estaban prohibidas.
“Podríamos tener que posponer”, mandó un mensaje. “¿Quizá podamos FaceTime?”
Era una cita (virtual).
Unas horas antes de nuestra llamada, me senté en el sofá con un chongo desordenado, gafas y los mismos pantalones de chándal que llevaba desde hace más días de lo que me gustaría admitir. ¡En realidad tenía que prepararme! Me puse maquillaje por primera vez en una semana. Era reconfortante sentir que tenía un lugar a donde ir, incluso si ese lugar era mi cama, asegurándome de sostener mi teléfono en un ángulo favorecedor para no crear una espantosa papada. Charlamos durante una hora antes de despedirnos, y después de nuestra llamada me di cuenta de que todavía me gustaba. Era alegre y quizá lo más importante, parecía interesado en mí.
¿Dos citas eran suficientes para justificar una reunión en persona, a pesar de las órdenes de distanciamiento social? ¿Podrías siquiera considerar esas como dos citas, o era una y media?
Acordamos reunirnos siempre y cuando cumpliéramos con la regla de los seis pies. Intercambiamos ideas: podría patinar mientras él andaba en bicicleta por el carril ciclista, o tal vez disfrutar de una cerveza al atardecer en la arena.
Pero llegó el día, y él canceló.
“Tengo que ir a recoger unos muebles a Los Ángeles”, escribió. “¿Quizá mañana?”
Está bien, supongo. No tenía planes para el futuro inmediato, después de todo, y no me importaba reprogramar para el día siguiente.
A la mañana siguiente, volvió a reprogramar. “Me di cuenta de que la rueda de mi bicicleta está desinflada, además el pronóstico predice lluvia para hoy”. Bueno, tengo una bomba para bicicleta, pensé para mí misma, y el pronóstico no pronosticaba lluvia hasta la noche.
Intenté darle el beneficio de la duda, pero dos cancelaciones seguidas es sospechoso, incluso si las razones son relativamente lógicas. ¿Ya no estaba interesado o sólo tenía miedo del COVID-19? ¿O esas excusas eran genuinas?
De cualquier manera, decidí manifestarle que estaba indecisa sobre nuestra cita socialmente distante para empezar. “Para ser honesta, no creo que los CDC aprueben que nos reunamos, ¿tal vez deberíamos esperar hasta que esto se calme?” estuvo de acuerdo.
Continuamos enviándonos mensajes de texto, y la noche siguiente me dijo que él y sus compañeros de cuarto organizaron una mini fiesta, con las novias de sus compañeros de cuarto y un par de amigos adicionales. “¿No puedes dar un paseo en bicicleta, pero sí organizar una mini fiesta?” bromeé, medio en serio. “Espero que no tengamos el ‘Rona’”, bromeó, mientras me estremecía.
Nuestros textos se hicieron cada vez menos frecuentes, hasta que finalmente no hubo ninguno. He eliminado Hinge una vez más.
La autora es nativa de Los Ángeles y creadora de contenido. La pueden encontrar en Instagram y Twitter @nancy_raven y su sitio web es nancyravenkirk.com
Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí
Suscríbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.