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Columna de Adictos y adicciones: El dilema de Ana

“Me sentí humillada, fue como una puñalada a mi ego. Entonces le dije que se fuera, l
“Me sentí humillada, fue como una puñalada a mi ego. Entonces le dije que se fuera, lo hice por coraje, por resentimiento, en realidad no sentía lo que estaba diciendo.
(elenaleonova/Getty Images/iStockphoto)
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Quienes hemos vivido con un adicto, sabemos de frustraciones, enojos, desvelos y esa horrible sensación de sentir oprimido el pecho tan solo de pensar lo que puede llegar a pasar.

Así vive Ana, frustrada y con miedo, desconcertada por la actitud de su esposo. Hace unos días, Manuel prometió –por enésima vez- que dejaría el cristal; como buena rescatadora, Ana hizo hasta lo imposible para que Manuel sostuviera su promesa; mientras él pasaba su primera semana en casa, ella salía a trabajar animada, con un puño de esperanzas en el corazón.

Los primeros días fueron fatales, Manuel no encontraba su lugar, estaba de mal humor, sin ánimos de nada, con un enorme cansancio y desesperado, quería salir a buscar; se engañaba pensando que era mejor dejarla poco a poco, es decir, consumir un poco hoy y un poco menos mañana, aunque todo mundo sabe que ese método es el menos seguro.

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Después de doce días de abstinencia, Manuel no aguantó más, en cuanto Ana salió a trabajar, él llamó a su conecte y en menos de veinte minutos ya estaba consumiendo de nuevo.

Cuando Ana regresó de su jornada de trabajo, se armó el zafarrancho, hubo reclamos, gritos, lágrimas y amenazas; Manuel puso las cartas sobre la mesa, palabras más, palabras menos, dejó claro que él no iba a cambiar, que lo tenía que aceptar como es o mejor terminaban su relación.

“Me sentí humillada, fue como una puñalada a mi ego. Entonces le dije que se fuera, lo hice por coraje, por resentimiento, en realidad no sentía lo que estaba diciendo, me aterraba la idea de ser madre soltera, aunque de un tiempo a esa parte, Manuel es un cero a la izquierda”.

Desde ese día, Ana ha pedido ayuda a familiares y amigos, las opiniones se dividen, algunos piensan que debe apoyarlo, buscar algún centro de rehabilitación e internarlo, aunque Manuel se resiste, otros le aconsejan que lo deje y piense en ella y sus hijos. Los argumentos de cada uno son muy válidos: Un adicto es un enfermo que necesita ayuda, por otra parte, no se puede ayudar a quien no quiere; tratar de salvar a quien no quiere ser salvado, puede ser un esfuerzo inútil y desgastante, física y emocionalmente.

De manera sugerida, le recomiendo a Ana buscar un grupo de Nar Anon, para familiares y amigos de adictos. No encontrará la receta para que Manuel deje de consumir, pero conocerá a personas que comprenden su dilema y han pasado por situaciones parecidas.

Las sesiones son anónimas y no tienen costo; en cuanto a las herramientas del programa de doce pasos, están probadas mundialmente, nadie que siga los doce pasos, se ha arrepentido.

Si usted estuviera en el lugar de Ana, ¿Qué haría?

Me interesa conocer su opinión y su experiencia, le invito a que me escriba y nos comparta su punto de vista.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

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