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L.A. Affairs: Esta es la razón por la que nunca se debe salir con la persona que comparte casa

Illustration of a queen and knight on a chessboard shaped like a castle.
Finalmente me dijo durante una partida de ajedrez: “Sabes que me gustas mucho, ¿verdad?”. Y lo sabía.
(Carlos Zamora / Para El Times)
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Al principio, ignoré mi atracción hacia mi compañero de apartamento, pero claro, intentar que no te guste alguien casi siempre tiene el efecto contrario.

Eran los primeros días de la pandemia y yo acababa de mudarme de Tucson a Costa Mesa por un nuevo trabajo. No conocía a nadie en el sur de California. Pero pronto encontré una habitación en renta en un apartamento grande con cuatro personas que fueron muy acogedoras conmigo y mi perro, en particular el compañero con el que compartiría el baño.

No me sentía atraída por él. En absoluto. Hasta que ambos empezamos a trabajar desde casa.

A medida que la cuarentena se prolongaba, pasábamos cada vez más tiempo juntos, haciendo ejercicio, charlando durante horas y jugando mucho al ajedrez (que puede ser un juego muy coqueto). Me empecé a enamorar. Uno de sus amigos me invitó a cenar y, probablemente habría dicho que sí, si no fuera porque empezaba a imaginarme cómo sería salir con alguien con quien comparto apartamento.

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Después de varias semanas de creciente tensión sexual, me dijo durante una partida de ajedrez: “Sabes que me gustas mucho, ¿verdad?”.

Lo sabía.

También entendía que el sentido común dice que no salgas con alguien con quien compartes apartamento, pero pensé que quizá esto era diferente. ¿Tal vez estaba destinado a suceder?

Así que me lancé. Ambos dijimos que queríamos algo serio, no nada más a un compañero de apartamento con beneficios. Él conocía mucho sobre el condado de Orange y me enseñó los alrededores en la medida en que podíamos hacerlo en ese momento (principalmente excursiones y comida para llevar). Me sentía en la cima del mundo, a pesar de que estaba al revés. Empecé a sentirme más a gusto aquí, en el sur de California, y la pandemia no era más que un ruido de fondo.

Sin embargo, después de varias semanas, empezó a comportarse de forma extraña, como cuando los hombres tienen problemas de comunicación y quieren decir algo pero sienten demasiado miedo de sacarlo a relucir, así que esperan a que les preguntes. Finalmente lo soltó: No había superado a su ex.

Fue horrible al principio. Pero esa primera noche después de nuestra ruptura, tocó a mi puerta. Dijo que, aunque era él quien me hacía sentir mal, estaba allí para hablar si yo quería. Su amabilidad me impresionó y pareció demostrar que podíamos ser amigos. Y, al cabo de unas semanas, lo fuimos.

Pero al término del verano, ambos lo sentimos de nuevo. Me dijo que ya había superado de verdad a su ex y, como fue tan amable la última vez, pensé en darle una segunda oportunidad.

Finalmente lo hablamos.

Me dijo: “Soy tuyo. No me vas a compartir con nadie”. Así que les conté a mis amigos de Arizona que mi compañero de apartamento y yo estábamos saliendo seriamente, ¡un cuento de hadas de la pandemia!

Por supuesto, una semana después volvió a actuar de forma extraña, evitándome pero intentando fingir que no lo hacía. Así que lo acorralé en la cocina.

“Lo que estoy haciendo está tan mal que no puedo ni confesarlo”, dijo, pero finalmente admitió: “Estoy hablando con otra persona”.

El peor escenario se había manifestado.

Esta vez, no fue amable. No podía entender cómo sus sentimientos cambiaron tan repentinamente. Y no era solo la falta de interés romántico, lo que sucede todo el tiempo: perdí a mi mejor y único amigo aquí en California.

Tiempo después, la invitó a pasar el fin de semana para su fiesta de cumpleaños. (Ella vivía a unas horas de distancia en su ciudad natal). Parecía demasiado pronto para tener como invitada a la chica con la que me reemplazó tan de repente. Pero conocerla no fue tan traumático como imaginaba; afortunadamente no era Helena de Troya, como había temido. Asistí a su fiesta de cumpleaños porque esconderme en mi habitación era mi única opción.

Cuando se quedaba por días, yo intentaba mantenerme tranquila, pero no me resultaba fácil. Era ruidosa y odiosa, tanto en las conversaciones cotidianas como durante las relaciones sexuales (podía escuchar sus ridículos gemidos desde el baño entre nuestras dos habitaciones). Lo peor ocurría cuando él se iba a la oficina y yo trabajaba desde casa mientras ella continuaba durmiendo. Su presencia constante me irritaba. Se pasaba todo el día sin hacer nada, excepto ducharse durante horas y prepararle la cena sin limpiar.

Durante una estadía prolongada, le pregunté cuándo se iba a ir. Me dijo: “El viernes, creo”. Esto superó fácilmente el límite de ocho días que habíamos establecido para los invitados. Así que me volví loca. Como le ocurrió a mucha gente, el 2020 sacó a relucir comportamientos y emociones muy alejados de mi actitud habitual: le grité, lloré, lo amenacé con contarle lo nuestro (dudo que lo supiera) y destrocé mi habitación en un ataque de rabia. Se fue al día siguiente.

Más tarde lo escuché hablar por teléfono sobre su “loca” compañera de apartamento (por supuesto omitiendo los detalles de lo que hizo para ponerme así).

Pero la verdad es que me sentía perturbada, atrapada y completamente fuera de control.

Lo que realmente sucedía, solo que no me di cuenta en ese momento, era que estaba sufriendo la pérdida de la primera persona con la que había establecido una conexión significativa aquí en el sur de California. Era un vínculo que necesitaba desesperadamente, residiendo en este nuevo lugar y tratando de lidiar con una “nueva normalidad”.

Mientras tanto, estaba buscado en Craigslist y Facebook habitaciones para alquilar, pero muchas no admitían mascotas, otras se encontraban demasiado lejos del trabajo y el resto dentro de mi presupuesto, eran sombrías. Así que me quedé.

También había otro factor: no quería permitir que me corriera.

He superado el rechazo romántico, y ahora es más bien un desconsiderado compañero de apartamento con una molesta novia a larga distancia. Aunque ya lo he superado, sigue doliendo perder a un amigo cercano y ver cómo se convierte en un simple desconocido que rara vez limpia el baño que compartimos.

También he empezado a salir con alguien nuevo: el amigo suyo que me invitó a salir cuando todo esto empezó. No parece molestar a mi compañero de apartamento, además no me importaría si lo hiciera, porque este hombre es una joya. Nacido y criado en Los Ángeles, realmente sabe cómo mostrarle a una chica la ciudad.

A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta de que no hay una manera fácil de dejar de salir con tu compañero de apartamento, y tal vez eso fue lo mejor que él pudo hacer. Ahora apenas hablamos, salvo para asuntos oficiales del alquiler, y a los dos nos sigue gustando la casa más de lo que odiamos vivir el uno con el otro. Así que nos las arreglamos para convivir a pesar de la brutal ruptura.

Pero, para que conste: todavía no lo he perdonado, aún no se ha disculpado y sigue siendo su turno de limpiar el baño.

La autora es artista y productora teatral en el South Coast Repertory en Costa Mesa. Puede encontrarla en Instagram en @annabananajennings.

L.A. Affairs narra la búsqueda del amor romántico en todas sus gloriosas expresiones en el área de Los Ángeles, y queremos escuchar su verdadera historia. Pagamos $300 por un ensayo publicado. Envíe un correo electrónico a LAAffairs@latimes.com. Puede encontrar las pautas de envío aquí.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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