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Descrea de la Asociación Cardiológica Estadounidense: la mantequilla, la carne y el aceite de coco no le causarán la muerte

Of nine separate reviews, none could find evidence in the data that saturated fats had had an effect on cardiovascular mortality or total mortality. (July 24, 2017)

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El mes pasado, la Asociación Cardiológica Estadounidense (AHA, por sus siglas en inglés) reiteró su advertencia acerca de la mantequilla, la carne y especialmente el aceite de coco: las grasas saturadas de estos alimentos causan enfermedades del corazón. El ‘asesoramiento presidencial’ de la organización fue una nueva mirada a la ciencia, en respuesta a un creciente número de investigadores -quien firma este artículo, entre ellos- que examinamos estos datos en años recientes y nos permitimos disentir. Una revisión rigurosa de la evidencia demuestra que, cuando se trata de ataques al corazón o mortalidad, las grasas saturadas son inocentes.

En mi opinión, la advertencia emitida en junio pasado fue desconcertante. ¿Cómo podrían sus científicos examinar los mismos estudios que yo, y reafirmar su postura contra las grasas saturadas? Junto con un cardiólogo, revisé íntegramente el informe de la AHA y llegué a esta conclusión: probablemente está basado menos en la ciencia dura que en sus prejuicios de larga data, sus intereses comerciales y la necesidad de reafirmar casi 70 años del consejo acerca de cómo lograr “un corazón saludable”.

Las primeras recomendaciones oficiales de la AHA para evitar el consumo de grasas saturadas y el colesterol de la dieta se conocieron en 1961, como una forma de prevenir los ataques cardíacos. Esta “hipótesis de dieta-corazón” fue adoptada por la mayoría de los expertos principales, aunque nunca se había probado en ensayos clínicos; la única ciencia que puede establecer una lógica de causa y efecto. Por ende, desde el principio, el parloteo acerca de las grasas saturadas careció de una sólida base científica.

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La hipótesis tenía cierto respaldo en los datos preliminares, y tuvo un sentido intuitivo: la grasa obstruye las arterias como el aceite caliente lo hace con un tubo de desagüe frío, ¿cierto? Eso fue suficiente para los miembros de la AHA que buscaban hacer frente a la creciente oleada de enfermedades cardíacas.

Aún así, se necesitaban datos rigurosos, por lo cual los gobiernos de todo el mundo -entre ellos el nuestro, a través de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés)- gastaron miles de millones de dólares intentando probar que la hipótesis era cierta. Entre 10,000 y 53,000 personas fueron parte de pruebas con dietas donde las grasas saturadas eran reemplazadas por aceites vegetales no saturados. Los resultados no fueron los esperados: las grasas saturadas no estaban matando a la gente.

En un impactante ejemplo de menosprecio por la ciencia, los investigadores, incapaces o reacios a creer en los resultados del estudio, no hablaron de estos datos por décadas. Los hallazgos de una de las pruebas olvidadas, un gran estudio financiado por los NIH, no se publicaron durante 16 años. Otro análisis que no pudo vincular las grasas saturadas con las enfermedades del corazón, parte del famoso “Estudio Framingham”, languideció en un sótano de los NIH, sin publicarse.

A partir de 2010, sin embargo, investigadores de todo el mundo desenterraron estos estudios y volvieron a examinarlos. De nueve revisiones separadas, ninguna pudo hallar evidencia de que las grasas saturadas tuvieran efecto sobre la mortalidad cardiovascular o general. Como muchos de los autores de la revisión declararon en sus conclusiones, tales resultados claramente no apoyan las gubernamentales Guías Alimentarias para los Estadounidenses, que limitan las grasas saturadas al 10% de las calorías diarias, ni el consejo de la AHA de limitarlas entre el 5% y 6%.

La disparidad entre estas revisiones independientes y el asesoramiento de la AHA depende principalmente del criterio de evaluación elegido para su consideración. En lugar de buscar resultados “duros” indiscutibles -ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, mortalidad cardiovascular o mortalidad total-, la AHA examinó sólo “eventos cardiovasculares” menos concluyentes, una categoría que combina ataques cardíacos con otras condiciones más subjetivas, tales como anginas o dolor de pecho. Al usar este criterio de evaluación “intermedio” y combinado e ignorar las muertes, los datos pueden arrojar resultados negativos para las grasas saturadas. Hacerlo es como informar sobre los tiempos a medio camino en un maratón, pero no decir quién ganó la carrera.

El consejo de la AHA no tiene en cuenta otros datos importantes. Mientras que los otro nueve artículos revisaron un promedio de diez ensayos cada uno, la AHA examinó sólo cuatro. También son cuestionables las elecciones de la AHA acerca de qué ensayos revisar y cuáles excluir, por ejemplo el Experimento Coronario de Minnesota, basado en el razonamiento de que de los 9,750 hombres y mujeres que pasaron más de un año con una dieta intervenida no cumplieron el estándar de duración de estudios de la AHA, de al menos dos años. No obstante, en el pasado, la AHA recomendó la dieta DASH, basada en estudios con menos de 1,200 participantes y cuya duración no superó los cinco meses. Tal como me dijo Andre Mente, un epidemiólogo nutricionista de la Universidad McMaster, las decisiones de la AHA acerca de qué estudio incluir en su revisión fueron “manipuladas”.

Que la AHA se resista tanto a actualizar sus pareceres sobre las grasas saturadas, a pesar de la ciencia legítima, podría simplemente reflejar la devoción inquebrantable de la entidad a una creencia que promovió durante décadas. También podría deberse a su importante y prolongada dependencia de los fondos de las industrias vinculadas, como el fabricante de aceite vegetal Procter & Gamble, que comercializa Crisco, un producto que prácticamente lanzó la AHA como una potencia nacional en 1948 al cederle los fondos derivados de un concurso radial (cerca de $17 millones) que patrocinó en ese momento. Más recientemente, Bayer, propietario de la soja LibertyLink, prometió hasta $500,000 a la AHA, quizás alentado por el apoyo continuo de la asociación al aceite de soja, el ingrediente más dominante en el mercado del ‘aceite vegetal’ consumido hoy en día en el país.

Aún es factible que un ensayo clínico muy extenso y de largo plazo pueda demostrar, en última instancia, que las grasas saturadas causan la muerte cardiovascular, o incluso ataques cardíacos prematuros. Y quizás sea prudente restringir el consumo del aceite de coco o la carne, por razones que no tienen nada que ver con las grasas saturadas. Pero en el último medio siglo, la hipótesis de la dieta y el corazón fue puesta a prueba más que ninguna otra en la historia de la nutrición, y hasta el momento los resultados han sido nulos. Si la AHA se valiera plenamente de esta evidencia, se alejaría de su veredicto de culpabilidad para estas grasas. A falta de evidencia para condenar, lo correcto es absolver.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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