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La misión para hacer gasolina a partir del aire

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Rob McGinnis se mudó recientemente a Santa Cruz y ahora conduce por la ciudad en un VW Golf, con soporte para una tabla de surf en la parte superior. Al igual que muchos vehículos, este automóvil es tanto una forma de transporte como una manera de comunicar una parte vital de la identidad del propietario. “Solía conducir un Tesla Roadster”, afirmó. “Pero ahora estoy haciendo que la gasolina vuelva a ser genial”.

Basta con decir que la gasolina -importante responsable del cambio climático- no se considera muy genial en este momento en lugares como Santa Cruz, una ciudad liberal que está en proceso de ser tragada por el Océano Pacífico. El plan de McGinnis para resucitar la posición social de ese combustible depende de la máquina que está construyendo, la cual genera gasolina utilizable a partir del aire, en lugar de los depósitos de petróleo que se encuentran bajo tierra.

Él es uno, de un número cada vez mayor de empresarios que prueban la tecnología de captura directa de carbono, que extrae carbono del aire y el agua y lo transforma en sustancias utilizables, como gasolina, materiales de construcción y productos químicos industriales. Al igual que los combustibles fósiles estándar, el de McGinnis liberaría carbono en el aire al quemarse, pero no más de lo que su máquina extrajo para fabricarlo. En teoría, es un proceso circular que podría mantener su Golf funcionando indefinidamente, sin perjudicar los niveles de gases de efecto invernadero.

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Los expertos creen cada vez más que cualquier respuesta seria al cambio climático debe incluir la eliminación proactiva del carbono de la atmósfera. El otoño pasado, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (ONU) describió por primera vez la eliminación de carbono como “esencial”. Y aunque existen algunas estrategias para ello, la captura directa de carbono en el aire es el proceso que más ha encendido la imaginación del público. La ciencia básica de este enfoque se ha comprendido durante décadas, pero el cuándo, o si acaso será posible alguna vez, el capturar el carbono en el aire a una escala tal que pueda crear una diferencia, aún es una pregunta abierta.

Casi inmediatamente después del informe de la ONU, la reconocida firma de inversión para etapas iniciales llamada Y Combinator explicitó el llamamiento a nuevas compañías que trabajan en la eliminación de carbono. La firma, famosa por su papel en el fomento de firmas de software como Airbnb Inc., Dropbox Inc. y Stripe Inc., dijo que estaba interesada en proyectos que eran “riesgosos, no demostrados, incluso con poca probabilidad de funcionar” y sugirió ideas exóticas, como construir enormes depósitos en el desierto, con fitoplancton genéticamente modificado. “Es hora de hacer grandes cambios en esto”, escribió Y Combinator en su llamado a la acción.

La compañía de McGinnis, llamada Prometheus, ofrecía exactamente esa alta apuesta que Y Combinator parecía buscar: una idea descabellada que tenía sentido por escrito y podía cambiarlo todo en el caso improbable de que se desarrollara. Cuando Y Combinator repasó las docenas de propuestas recibidas, la suya fue una, de sólo dos, en las que decidió invertir.

McGinnis llevó su maquinaria -una caja de seis pies de altura, con varias puertas cerradas con candados- al ‘Día de las Demostraciones’ de Y Combinator, en marzo. Al evento, un maratón de propuestas nuevas que se extiende por dos días, asisten algunos de los inversores más destacados del mundo. McGinnis le dijo a la multitud que podría producir combustible y obtener ganancias por su venta tan rápido como el próximo año.

Este era exactamente el tipo de cosas que las personas querían escuchar, según Gustaf Alströmer, un socio de Y Combinator que trabaja en el proyecto de carbono. “Si dices: ‘Estoy fabricando gasolina’, incluso si hay una posibilidad entre 500 o una entre mil de que realmente funcione, eso le gustará mucho a los inversores”, consideró. En pocas semanas, McGinnis había recaudado el dinero suficiente para contratar a varios empleados y comenzar a planear ir más allá de una máquina prototipo.

McGinnis tomó un camino inusual para ser un defensor del combustible alternativo. Asistió a Yale como estudiante de pregrado de teatro, donde escribió obras que describió como “mini epopeyas, extrañas y tecnológicamente optimistas”. En su tiempo libre, construyó su propia máquina de desalinización. El proyecto paralelo finalmente lo inspiró a abandonar el teatro y obtener un doctorado en química.

Tiempo después, su pasatiempo de la desalinización se convirtió en una empresa. Tuvo tanto éxito que se compró un Tesla, y su placa llevaba el nombre de la empresa: Oasys. McGinnis lanzó una segunda compañía, de fabricación de materiales útiles para separar los productos químicos en sus componentes. Las membranas, conocidas como nanotubos de carbono, le permitieron llevar a cabo varios pasos del proceso de separación mientras el carbono todavía estaba en forma líquida, lo cual permite que el proceso sea significativamente más barato. Esa idea le da a Prometheus su ventaja competitiva.

El avance de McGinnis impactó a Matt Eisaman, profesor asistente en el departamento de ingeniería de la Universidad de Stony Brook, cuya investigación había sido la base de una iniciativa de Google X para crear combustible a partir del agua de mar. El proyecto de dos años, que terminó en 2016 y fue apodado Foghorn, logró producir combustible. Pero Google lo rechazó de todos modos porque no vio un camino claro para fabricar el producto a precios competitivos.

Foghorn había estado trabajando con carbono e hidrógeno a altas temperaturas en forma gaseosa, así que Eisaman vio el trabajo de McGinnis como un posible paso adelante. “He visto muchos intentos de ¿cómo hacer que un combustible neutro en carbono sea rentable?”, explicó. “Tengo buen olfato desde el principio si veo que hay una oportunidad”.

Eisaman se unió a Prometheus como asesor, pero sigue siendo cauteloso acerca de sus posibilidades. Cuando se le preguntó si cree que alguien puede descubrir un proceso de conversión de carbón a combustible que sea económico a gran escala, reflexionó unos minutos y finalmente aseveró: “No lo sé”.

McGinnis, desde luego, es considerablemente más optimista, predice que venderá una pequeña cantidad de gasolina para el próximo año en el rango de los $3 por galón. McGinnis reconoce que alcanzar una escala lo suficientemente amplia como para marcar una diferencia en el clima sigue siendo tremendamente caro; considera que costaría $800 mil millones reemplazar el mercado de gasolina de Estados Unidos con combustible neutro en carbono. Pero no hay necesidad de esperar a ello; Prometheus puede vender la gasolina que fabrica en los mercados que ya existen y puede usarse para alimentar automóviles fabricados para quemar combustible convencional.

Para algunos, eso suena demasiado fácil. La propuesta para resolver el cambio climático con cambios mínimos de comportamiento o de infraestructura es el tipo de pensamiento salvador que hizo que algunos ambientalistas sigan siendo escépticos sobre la remoción de carbono. En diciembre, el ex vicepresidente, Al Gore, dijo que toda la idea de la captura de carbono era una “tontería” y comparó confiar en ella con creer en el hada de los dientes.

Pero Julio Friedmann, investigador principal del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, ha estudiado la gestión del carbono durante casi dos décadas y considera que ridiculizar los experimentos -aparentemente extravagantes- es contraproducente. No está claro qué tecnologías darán el salto del proyecto científico al producto comercial, afirmó, por lo tanto vale la pena intentar todo.

“Hay muchas empresas que se han involucrado en esto”, remarcó. “Hubo tantas compañías que decían: ‘Vamos a hacer algo que compita con la gasolina’, y finalmente están acabadas”. Friedmann se negó a comentar específicamente sobre la tecnología de Prometheus; en cambio, dijo que en la carrera para reemplazar los combustibles tradicionales, el tiempo es esencial: “Si nos lleva 70 años desplazarlo, perdemos y eso no es bueno”.

En marzo pasado, McGinnis mostró su máquina a este reportero en su espacio de trabajo de Santa Cruz donde la construyó. Después de advertir que no tomara fotos, la abrió y se mostró entusiasmado con el sistema de enfriamiento, mostró los nanotubos que hacían la separación química y señaló el grifo en la parte inferior, de donde saldría la gasolina.

Cada parte de su sistema ya había sido probada. Pero, el hecho de que vaya a funcionar, tal como él lo espera -o en un tiempo próximo- sigue siendo una pregunta abierta. ¿Prometheus generó ya suficiente gasolina para impulsar su Golf siquiera una milla? “No, no”, dijo. “Acabamos de terminar la máquina este viernes”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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