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Los datos económicos no lo muestran, pero muchas firmas estadounidenses, en el país y en China, ya sienten la herida de los gravámenes

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Parcialmente enmascarados por la bonanza económica y el mercado bursátil, los gravámenes impuestos por la administración Trump y las represalias de los socios comerciales de EE.UU. han comenzado a dañar a una amplia y creciente franja de empresas estadounidenses, dentro y fuera del país.

Las compañías y establecimientos de una extensa gama de industrias (fabricantes, granjas, firmas de construcción, minoristas, astilleros y aeropuertos) comenzaron a sentir los efectos de los precios más altos o las interrupciones del suministro, y el congelamiento de sus nuevos proyectos e inversiones.

“Entre las empresas que ya se vieron afectadas, los contactos a menudo mencionan aumentos de precios de dos dígitos; algunas respuestas típicas son que los gravámenes los han ‘arruinado’ con ciertos productos y ‘son una nube en todas las facetas de nuestra planificación comercial’”, destacó el Banco de la Reserva Federal de Filadelfia en un informe publicado el miércoles 12 de septiembre.

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El tema parece más grave para las firmas que operan en China, según otra encuesta realizada por las cámaras de comercio estadounidenses en Shanghái y Beijing, y también dada a conocer el miércoles 12.

Más del 60% de las compañías encuestadas entre agosto y septiembre afirmaron que los aranceles -impuestos sobre las importaciones- ya gravaron bienes por $50 mil millones de dólares de EE.UU. y China, y les han costado negocios. Una de cada cuatro empresas informó que sus ganancias bajaron más del 10% como resultado de ello.

Alrededor de la mitad de las firmas estadounidenses indicaron que, además de las tasas, experimentaron un aumento en otras barreras de China en los últimos meses, incluyendo inspecciones aceleradas y despachos de aduana más lentos. Los ejecutivos de muchas firmas estadounidenses temen que ese tipo de obstáculos no arancelarios se extiendan a medida que China busca contrarrestar los crecientes impuestos de la administración sobre las exportaciones chinas a EE.UU.

Kenneth Jarrett, presidente de la cámara estadounidense en Shanghai, donde funcionan alrededor de 6,000 empresas e inversiones de EE.UU., quedó atónito ante la naturaleza generalizada de las nuevas barreras. La explicación puede deberse a que “hay funcionarios excesivamente celosos, que piensan que deberían ser más duros o están advirtiendo que podrían ejercer la autoridad más firmemente si así lo desean”, afirmó en una entrevista.

De cualquier manera, el mensaje -que Jarrett y su equipo de la cámara intentarán transmitir a la Casa Blanca y al Congreso en una visita pautada para septiembre- es claro. “Las tasas son perjudiciales y queremos evitar un daño más grave”, aseguró.

Hasta ahora, el fuerte crecimiento económico de la nación, impulsado en parte por los recortes de impuestos y la desregulación de las empresas, suavizó el golpe para muchas compañías. Al igual que otros economistas, Michael Gapen, del Barclays Bank, pronostica que la economía del país se expandirá a una vigorosa tasa anual del 3% en los dos trimestres restantes del 2018, similar a lo ocurrido en la primera mitad. Eso debería ser lo suficientemente fuerte como para absorber los vientos en contra del comercio, explicó.

Pero las primeras señales de inconvenientes para las empresas estadounidenses podrían ser pronóstico de un problema más amplio en el futuro. Con la disminución del estímulo de exenciones tributarias de Estados Unidos previsto para 2019, y la expectativa de merma del crecimiento económico más amplio al 2% el próximo año, la economía estadounidense estaría más vulnerable en una lucha comercial prolongada, afirmó Gapen.

Ya en la actualidad, señaló, hay señales emergentes de un debilitamiento de los pedidos de nuevas exportaciones en todo el mundo.

El efecto se puede ver tanto con las empresas que operan en el extranjero como en EE.UU.

Impulsado en parte por la revisión de impuestos corporativos, Marc LeBaron, propietario de Lincoln Industries en Lincoln, Nebraska, ordenó una máquina de fabricación de metales de primera línea por $1.5 millones, a fines del 2017. Era una inversión grande y, a su criterio, muy inteligente para su compañía, que había crecido a 1,300 empleados después de ser un humilde negocio unipersonal iniciado por su padre en 1952, para pulir teteras y adornos para el capó.

Lo que LeBaron no esperaba era que las políticas comerciales del presidente Trump cambiarían el cálculo de esa inversión. A pesar de haber hecho el pedido en noviembre 2017, el equipo no llegará ni estará listo para su uso hasta principios del 2019.

Mientras LeBaron esperaba la entrega, Trump impuso fuertes aranceles al acero y aluminio importados, lo cual provocó que uno de los clientes más antiguos de Lincoln, Harley Davidson, anunciara sus planes de trasladar parte de su producción a Europa, algo que podría amenazar el futuro trabajo de Lincoln para el fabricante de motocicletas.

“¿Me gustan los recortes de impuestos? Claro”, aseguró LeBaron. Pero los gravámenes y la incertidumbre ya le han costado $400,000 dólares más este 2018 en acero y aluminio.

Según las tendencias actuales, el empresario cree que perderá $1.5 millones en 2019 si los impuestos continúan. En última instancia, los aranceles eliminarían gran parte de las ganancias que esperaba recibir por los recortes tributarios. “No estoy seguro de que nos beneficiemos como resultado de todas las cosas que están sucediendo”, indicó.

Trump y sus asesores afirmaron que cualquier impacto negativo en los empleos en el país sería compensado con las empresas estadounidenses que traerían empleos del extranjero. De hecho, algunas firmas nacionales que operan en China ya están buscando reubicar sus cadenas manufactureras y de suministro; algunas podrían regresar a EE.UU.

Harry Moser, director de un grupo con sede en Chicago llamado Reshoring Initiative, que hace un seguimiento de las iniciativas empresariales para traer empleos al país, indicó que de enero a julio contó 16 casos de compañías que trasladaron empleos o inversiones a Estados Unidos, debido -al menos en parte- a los impuestos o la amenaza de estos. La cifra representa un aumento de las 14 registradas durante todo 2017, y solo un puñado en los años anteriores.

Sin embargo, esas son excepciones. La mayoría de las firmas estadounidenses que consideran trasladarse buscan nuevas ubicaciones en el sudeste de Asia y la India, dos de las principales opciones de fabricación a bajo costo.

Para los dueños de negocios, de cara hacia el futuro, señaló Gapen, “no sabemos en qué momento dirán ‘Vamos a pausar estos gastos y los planes de contratación’”.

En tanto, la industria y los grupos empresariales estadounidenses están intensificando el cabildeo para convencer a Trump de atenuar sus guerras comerciales.

El miércoles, unas 80 asociaciones que representan a industrias tan variadas como juguetes, pesca, calzado y tecnología, anunciaron conjuntamente su unión en una coalición antigravámenes llamada Tariffs Hurt the Heartland.

Trump está batallando por el comercio en varios frentes, después de haber aplicado fuertes tasas al acero, aluminio, los paneles solares y las lavadoras. Sus aranceles del 25% sobre las importaciones chinas hasta ahora se han centrado en cientos de productos químicos, repuestos de máquinas y componentes. Pero, enojado por la venganza impositiva de Pekín, que afecta a la soja y otros productos estadounidenses, el presidente está considerando imponer nuevas tasas a productos chinos adicionales por valor de $200 mil millones de dólares, lo cual gravaría muchos bienes domésticos y de consumo ordinarios.

Los últimos días aportaron más esperanzas de evitar una guerra comercial cada vez más amplia. La administración de Trump parece estar cerca de llegar a un acuerdo sobre un nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) con Canadá y México. Sumado a ello, el miércoles, funcionarios gubernamentales mantuvieron conversaciones con funcionarios comerciales y económicos de Alemania, el mayor exportador de Europa.

En ambos casos, los diálogos podrían allanar el camino para mejorar las relaciones comerciales y, en última instancia, eliminar los impuestos sobre los metales -así como los contraaranceles- y prevenir nuevos gravámenes que Trump considera actualmente para los automóviles provenientes de Europa y diversas naciones.

La Casa Blanca también podría estar buscando enfriar las tensiones a fuego lento con Pekín. Los funcionarios de la administración parecen haber hecho propuestas a China para reanudar las conversaciones comerciales de alto nivel, una medida reportada originalmente por el Wall Street Journal.

Cuando, este miércoles, se le preguntó sobre las perspectivas de reanudar las conversaciones comerciales con los chinos, el director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, respondió a los periodistas: Estamos hablando en este momento, y podríamos decir que la comunicación ha mejorado.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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