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Los empleos para obreros sobrevivirán al crecimiento de la inteligencia artificial, pero las tareas cambiarán

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En la planta de motores a reacción de Rolls Royce, cerca de Petersburg, Virginia, están contratando. Doce candidatos se dividen en tres equipos y se les da la tarea de armar una caja. Doce empleados de Rolls Royce los rodean —uno asignado a cada candidato— y toman notas.

La caja es un utillaje, y la prueba no tiene nada que ver con programar o reparar los robots que hacen las piezas del motor aquí. Se trata de resolver problemas en colaboración.

“Estamos viendo lo que dicen, lo que hacen; vemos el lenguaje corporal de cómo interactúan”, afirma Lorin Sodell, gerente de la planta.

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A pesar de todas las maravillas técnicas dentro de esta instalación completamente automatizada de ocho años de antigüedad, Sodell habla mucho sobre habilidades sociales, como la resolución de problemas y la intuición.

“Ya casi no hay operaciones manuales aquí”, afirma. La gente “no está tan atada al equipo como lo estaba en el pasado, y está realmente liberada para trabajar en más actividades de orden superior”.

Llamémoslo la paradoja de la automatización: la inclusión de inteligencia artificial, robótica y big data en el lugar de trabajo está elevando la demanda de ingenio de las personas, para reinventar un proceso o resolver rápidamente los problemas en una emergencia.

De acuerdo con Jim Wilson, director gerente de Accenture Plc, la nueva fuerza laboral obrera necesitará cuatro competencias básicas “distintivamente más humanas” para la producción avanzada: razonamiento complejo, inteligencia social y emocional, creatividad y ciertas formas de percepción sensorial.

“El trabajo en cierto sentido, y globalmente en la manufactura, se está volviendo más humano y menos robótico”, afirma Wilson, quien ayudó a dirigir un estudio de Accenture sobre tecnologías emergentes y necesidades de empleo que cubren 14,000 compañías en 14 grandes naciones industrializadas.

Pocos discursos en economía y política social son tan alarmistas como la penetración de la automatización y la inteligencia artificial en el lugar de trabajo, especialmente en la manufactura.

Los economistas hablan sobre el vaciamiento del empleo de ingresos medios. El discurso político estadounidense está lleno de nostalgia por los trabajos bien pagados para obreros. La administración Trump impone aranceles y reescribe los acuerdos comerciales para que las compañías mantengan sus plantas en Estados Unidos o incluso las muden de regreso al país.

La cruda realidad es que la automatización continuará erosionando el trabajo repetitivo, sin importar dónde la gente lo haga. Pero también hay un mito en este discurso, que sugiere que Estados Unidos ha perdido permanentemente su ventaja. Las fábricas vacías en el sureste y el medio oeste, y las ciudades en apuros que las rodean, son evidencia de cómo la tecnología y la mano de obra barata pueden acabar rápidamente con las industrias menos ágiles. Sin embargo, esto no es necesariamente un prólogo de lo que vendrá.

La fabricación de vanguardia no sólo implica la extrema precisión de un disco turbofan de Rolls Royce. También se avanza hacia la personalización masiva y lo que Erica Fuchs denomina “consolidación de piezas”, lo que hace que los bloques de componentes sean más complejos para que un automóvil, por ejemplo, tenga muchas menos partes. Esta nueva frontera a menudo implica experimentación, y los ingenieros aprenden a través del contacto frecuente con el personal de producción, lo cual requiere que los trabajadores realicen nuevos tipos de aportes.

“Esta es una oportunidad para que Estados Unidos lidere. Tenemos el conocimiento y las habilidades”, dice Fuchs, profesora de ingeniería y políticas públicas en la Universidad Carnegie Mellon. “Cuando se traslada la fabricación al extranjero, puede resultar poco rentable producir con las tecnologías más avanzadas”.

La nueva alianza entre mano de obra y máquinas inteligentes es evidente en el taller de Rolls Royce. Los 33 maquinistas no repiten una sola operación, sino que son responsables del flujo de producción del disco de ventilador y la pala de turbina. Ellos están a cargo de su día, monitoreando las operaciones, consultando con los ingenieros y manteniendo el equipamiento.

Esto demuestra lo que realmente hace la automatización: cambia la forma en que las personas usan su tiempo. Una visita a la planta también revela por qué los trabajadores de fábricas en instalaciones automatizadas necesitan más que un poco de conocimiento sobre mantenimiento y programación de máquinas torno: son parte de un proceso que funciona mediante un equipo.

Sodell abre lo que parece una maleta gigante. Dentro hay un disco de titanio del tamaño de un neumático de camión. Sin terminar cuesta $35,000, y vale más del doble una vez que se mecaniza lo más cerca posible de la descripción matemática perfecta de los ingenieros. El producto final está tan finamente cortado y estriado que se asemeja a una pieza de joyería industrial.

“No me molesta en absoluto el hecho de que no haya una persona aquí que se ocupe de esto”, indica, de pie junto a una estación de corte de aproximadamente la mitad del tamaño de un vagón del metro. En el interior, un brazo robot mide por sí mismo, selecciona sus propias herramientas y registra datos en el camino.

Las variaciones en el material, las temperaturas y la vibración pueden hacer que el robot se desvíe del modelo de los ingenieros. Por lo tanto, se requieren instintos humanos y conocimientos para idear nuevas técnicas que reduzcan la variación. Simplemente observando la manera en que el titanio se desprende de un disco en la celda de corte, por ejemplo, un maquinista puede decir que algo anda mal, relata Sodell. Con materias primas caras, tal agudeza técnica es crucial.

También es importante porque los sistemas actuales de inteligencia artificial no tienen una comprensión completa de los eventos no estándar, tal como un GPS en un automóvil no puede comprender un desvío repentino. Y no siempre tienen la capacidad de generar innovaciones que mejoren el proceso.

Sodell remarca que los trabajadores buscan constantemente formas de refinar la automatización. Cuenta la historia de un nuevo empleado que descubrió cómo lograr que una de las máquinas se limpie por sí misma. El hombre desarrolló una herramienta y escribió un programa que ahora forma parte del sistema de producción.

Los técnicos comienzan ganando $48,000 al año y pueden ganar hasta $70,000, según el nivel de habilidad y los logros. La mayoría necesita al menos dos años de experiencia o certificación de mecanizado de precisión de un colegio comunitario.

Rolls Royce colabora con estas escuelas y confía en instructores como Tim Robertson, entre las primeras 50 personas que contrató en Virginia. Ahora él enseña fabricación avanzada en Danville Community College y afirma que es difícil explicar cómo es el trabajo en una instalación automatizada. Los empleos requieren mucho más compromiso mental, explica, porque los operarios de máquinas observan los datos tanto como los materiales y equipos.

El programa Danville incluye una clase para hablar sobre el conflicto, junto con la producción en vivo, donde los estudiantes deben cumplir con un plazo para crear diferentes componentes en una planta simulada. El grupo detiene la actividad dos veces al día y discute cómo optimizar el flujo de trabajo.

“Se puede enviar un torno a cualquier país del mundo”, dice Robertson. “Pero la clave será el técnico de alto nivel que pueda interactuar con los datos en una actividad de alto nivel y ser flexible”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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