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Más de 1.000 pequeños sismos azotan el sur de California, ¿Qué tan nerviosos debemos estar?

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La tormenta sísmica que desató más de 1.000 pequeños movimientos en los condados de San Bernardino y Riverside durante las últimas tres semanas desencadenó lo que se ha convertido en una reacción típica en la zona de terremotos.

Para algunos, el “swarmageddon” que tuvo lugar 40 millas al este del centro de Los Ángeles generó el temor de una posible amenaza mayor. Para otros, siempre y cuando no sintieran una sacudida, fue fácil simplemente borrarlo de sus mentes.

California experimenta pequeños terremotos todo el tiempo: de magnitud 3 en días alternos, en promedio. Pero no todos actúan de la misma manera, y algunos traen más peligro que otros.

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A medida que los funcionarios instalan más sensores sísmicos como parte del sistema de alerta temprana del estado, los expertos pueden analizar cada vez mejor los pequeños movimientos de California.

Actualmente existe un consenso general de que el reciente cúmulo de sismos probablemente no sea un precursor de un terremoto catastrófico. Pero otros pequeños movimientos telúricos, especialmente los que están cerca de las fallas importantes, como San Andrés, son advertencias potenciales.

“Yo redefiniría normal como: aún hay que estar preparado para un gran terremoto”, afirmó una geofísica de investigación del Centro Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), Andrea Llenos. “Sabemos que va a ocurrir un gran sismo”, pero no cuándo ni dónde.

La última vez que los sismólogos estuvieron especialmente preocupados en California por un gran terremoto provocado fue hace casi tres años.

El 26 de septiembre de 2016, una rápida sucesión de pequeños movimientos -la más fuerte de un trío, de magnitud superior a 4.0-, se originó bajo el lago Salton (en inglés Salton Sea), cerca de la falla de San Andrés. Los científicos temen que esos sismos puedan provocar un efecto dominó y despertar a la falla -capaz de producir un terremoto de magnitud 8.2- de su largo reposo.

Sus peores temores, sin embargo, no se materializaron.

Pero “cada vez que aumenta la cantidad de pequeños movimientos”, consideró Llenos, “es probable que se incremente la posibilidad de que ocurra un terremoto un poco más grande”.

Durante mucho tiempo ha habido mitos asociados con los pequeños sismos. “La mitad de la gente dice: ‘Oh, está habiendo muchos temblores; se libera energía, por lo tanto es más seguro’. Pero la otra mitad piensa: ‘Oh, Dios mío, hay terremotos. Pronto llegará el Big One (El Grande)”, afirmó la sismóloga Lucy Jones. “La idea de que los pequeños movimientos telúricos hacen menos probable que se desencadene el Big One es errónea. Y el postulado de que con seguridad sucederá, también está equivocado”, remarcó. “Cualquier terremoto marca un ligero aumento en la posibilidad de sismos peores a continuación”, agregó. “Pero mayormente, es muy pequeña” (hay sólo un 5% de probabilidad de que un temblor en particular sea seguido por algo más grande).

El cúmulo de terremotos de Fontana, que comenzó el 25 de mayo pasado, cuyo evento más grande fue de magnitud 3.2, fue mucho menos preocupante: está bastante lejos de las fallas de San Andrés y San Jacinto, dos de las más temibles de California. Por eso, indicó Llenos, “posiblemente no afectará la probabilidad de que ocurran movimientos más grandes”.

La mayoría de estos cúmulos no son motivo de preocupación y se pueden considerar simplemente como “un grupo de pequeños terremotos, más irritantes que otra cosa”, remarcó un sismólogo de Caltech, Egill Hauksson. El grupo de temblores de Fillmore, en 2015, en el condado de Ventura, por ejemplo -que generó más de 1.400 movimientos- tuvo una magnitud máxima de 2.8.

Según Jones, no hay nada en particular que sea más inquietante en estos cúmulos que en un temblor pequeño.

Los lugares donde hay fluidos que se mueven en el subsuelo, donde el magma puede calentar el agua subterránea, tienen más probabilidades de manifestar estos enjambres. Ellos incluyen el campo geotérmico del lago Salton, en el condado Imperial; el campo volcánico Coso, del condado de Inyo, las montañas de Mammoth, en el condado de Mono y el campo geotérmico Geysers, en los condados de Lake, Mendocino y Sonoma.

Hay un cúmulo constante de terremotos alrededor de la ciudad de Cahuilla, unas 20 millas al este de Temécula en el condado de Riverside, que comenzó en 2016, se mueve hacia el oeste y se está volviendo menos profundo, probablemente provocado por el movimiento de aguas subterráneas. Pero no está particularmente cerca de fallas importantes.

Otros sí son más preocupantes. En el Área de la Bahía, el Valle de San Ramón ha tenido muchos cúmulos en las últimas décadas que no han provocado grandes terremotos, consideró Llenos. Un enjambre en 2015 generó 4.000 sismos en cinco meses, según el Laboratorio de Sismología de Berkeley.

Aún así, esa actividad ocurre cerca de la falla de Calaveras, capaz de producir un terremoto tan grande como el de magnitud 7, que ocurrió a lo largo de la falla de Hayward, en East Bay, en 1868. “El hecho de que no lo hayamos tenido en el pasado no significa que no pueda ocurrir en el futuro”, destacó Llenos.

Durante décadas, precisó Jones, los científicos han detectado una línea de pequeños sismos que se extienden de suroeste a noreste entre Jurupa Valley y Fontana, en una característica geológica llamada ‘tendencia de sismicidad de Fontana’, que no es oficialmente una falla. “Probablemente sea una falla tan joven, que no se ha unido a otra estructura en curso”, explicó Jones.

Si bien hay pocas posibilidades de que un terremoto en particular provoque algo mucho peor, según los expertos, no hay que relajarse por completo.

Cuando un cúmulo de movimientos ocurrió en el centro de Italia, en 2009, según el sismólogo Tom Jordan, un funcionario de protección civil trató de calmar el nerviosismo de los residentes declarando ante los reporteros: “La comunidad científica dice que no hay peligro, porque hay una descarga continua de energía. La situación parece favorable”.

Unas pocas horas después de que un terremoto de magnitud 3.9 sacudió la ciudad de L’Aquila, el 5 de abril de ese año, hubo otro de magnitud 6.3, que dejó un saldo de más de 300 muertos.

Y un temblor de magnitud 7.3 frente a la costa este de Japón, el 9 de marzo de 2011, dejó a algunas personas tranquilas aunque, dos días después, ocurrió el histórico terremoto de magnitud 9. Muchos ignoraron el protocolo y no lograron evacuar inmediatamente antes del tsunami catastrófico.

Entonces, si bien algunos podrían centrarse en la posibilidad de que el cúmulo de Fontana no dé lugar a un terremoto mucho mayor, remarcó Ross Stein, director ejecutivo de Temblor.net y ex geofísico de investigación del USGS, no sería sorprendente que un movimiento de magnitud 6 o 6.5 golpeara el área. “Puedes olvidarte del enjambre por completo, pero... aún hay un problema por resolver”, afirmó.

Para John Vidale, profesor de sismología en la USC, puede ser difícil comunicar los riesgos al público. “El aumento del peligro [a partir de un enjambre] simplemente pasa de nivel “muy bajo” a “bajo”. Decirle al público que existe una probabilidad de terremoto de uno en 1.000, en lugar de uno en 10.000, hoy en día es muy difícil”, consideró Vidale.

Sin embargo, esas escasas posibilidades ocurren.

Al menos tres veces en la historia moderna de California, se han producido grandes terremotos a raíz de temblores más pequeños:

El centro y el sur de California, 1857, magnitud 7.8: El último megaterremoto en el sur de California ocurrió el 9 de enero de ese año, provocando temblores extremos en todas partes, desde el sur del condado de Monterey hasta los condados de Los Ángeles y San Bernardino. La descarga principal, a las 8:24 a.m., fue precedida en el área del condado de Monterey por un temblor de magnitud 5.6 y otro de 6.1, en la hora anterior.

Norte de California, 1989, magnitud 6.9: La tierra había temblado en los meses previos al terremoto del 17 de octubre de 1989, en las montañas de Santa Cruz, que interrumpió la Serie Mundial entre los A’s de Oakland y los Giants de San Francisco. Se había registrado un terremoto de magnitud 5.4, dos meses antes, y otro de magnitud de 5.3, en junio de 1988. Según Jones, muchos científicos creían que esos temblores -que no se conocen como monitores (foreshocks) sino como pretemblores (preshocks)- estaban relacionados de alguna manera con el terremoto de Loma Prieta, que mató a 63 personas.

Sur de California, 1992, Joshua Tree-Landers-Big Bear: Terremotos después del de magnitud 6.1, de Joshua Tree, ocurrido el 22 de abril de 1992 -lo suficientemente fuerte como para sacudir edificios de oficinas de gran altura en el centro de Los Ángeles, a más de 100 millas de distancia- siguieron migrando hacia el norte. Así comenzó “la secuencia de temblores más importante en California en los últimos 40 años”, según un estudio publicado en 1993 y escrito en conjunto por Hauksson y Jones. Se cree que el movimiento telúrico de Joshua Tree provocó el sismo de Landers, el 28 de junio del mismo año, de magnitud 7.3, en el desierto de Mojave, tan fuerte que hizo temblar hasta a Denver. Unas horas más tarde, otro de magnitud 6.3 sacudió Big Bear.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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