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Se necesitan más rescatistas en el popular Parque Nacional Joshua Tree

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David Sewell yacía sobre una pila de rocas de granito, luchando para moverse. Se dijo a sí mismo que si iba a morir, debería escribir una nota a sus hijos.

Tres días antes, un sábado por la tarde en abril, el ciudadano de 76 años, legalmente ciego y con un historial de problemas cardíacos, había colapsado de agotamiento en una apartada ladera mientras realizaba una caminata en el Parque Nacional Joshua Tree.

El domingo, con temperaturas en los 90 grados, solo le quedaba una onza de agua. El lunes, escuchó helicópteros de rescate pero se fueron rápidamente. El martes, se despertó creyendo que no sobreviviría un día más.

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En los últimos cinco años, el Parque Nacional Joshua Tree ha experimentado un boom de visitantes como nunca antes se había visto, impulsado en parte por festivales de música como Coachella y la creciente popularidad de los parques nacionales en todo el país. Este año, el parque espera 3.1 millones de visitantes, más del doble que los 1.4 millones que tuvo en 2013.

Hay días en que los autos se alinean a una milla de largo en la entrada y decenas de miles de visitantes se disputan los 3,000 lugares de estacionamiento. En diciembre, los funcionarios del parque preocupados por ser invadidos pidieron a las personas que consideraran visitar el Death Valley National Park o el Mojave National Preserve.

Más allá de los inconvenientes, el auge del parque también ha aumentado las posibilidades de que suceda alguna tragedia en este paisaje engañosamente acogedor, donde incluso los excursionistas experimentados pueden desviarse de los senderos o subestimar la rapidez con que el clima pasa de frío a intolerablemente caliente.

En marzo de 2017, un escalador de rocas, de 25 años, murió después de una caída, el mismo día que otro escalador cayó y tuvo que ser rescatado en un incidente separado. En octubre, los cuerpos de Rachel Nguyen y Joseph Orbeso fueron encontrados con heridas de bala después de haber estado desaparecidos durante tres meses. Sus amigos y familiares han dicho que creen que Nguyen se lesionó mientras caminaba con Orbeso y él le disparó en un acto de misericordia antes de apuntarse con el arma.

En marzo de 2018, un abogado de 54 años, desapareció durante cinco días antes de ser rescatado, bebió su orina y comió cactus para sobrevivir. Y luego está Sewell, quien un martes de abril se encontró buscando en su mochila papel para poder escribir unas últimas palabras a sus hijos mientras los socorristas recorrían el desierto en busca de alguna señal de él.

El aumento en los incidentes de personas que necesitan ayuda tiene un alto costo para los recursos del parque, particularmente para los trabajadores voluntarios de búsqueda y rescate.

“Los visitantes del parque tienen que asumir un cierto nivel de responsabilidad personal”, dijo el Supt. David Smith. “Simplemente no tenemos el personal disponible para responder a todo lo que pasa ahí”.

Para un parque que maneja a millones de visitantes al año, Joshua Tree tiene un personal relativamente pequeño de alrededor de 110 personas, un número que se ha mantenido igual incluso cuando el parque ha crecido en popularidad, dijo Smith.

Entonces, cuando alguien desaparece o se mete en problemas, los funcionarios a menudo llaman a los voluntarios de Joshua Tree National Park Search and Rescu (JOSAR). Están entrenados para rastrear huellas de zapatos, escalar rocas y bridar confort a las familias de los desaparecidos; un puñado de ellos han entrenado a sus perros como rastreadores. La mayoría de estos voluntarios son jubilados; los mayores tienen 80 años.

Hace cinco años, los rescatistas voluntarios recibían quizás tres llamadas al mes en busca de ayuda. Ahora, podrían obtener tres a la semana durante la temporada alta, dijo John Lauretig, de 56 años, voluntario de rescate.

En 2017, cuando Nguyen y Orbeso desaparecieron después de realizar un viaje de senderismo para celebrar el vigésimo aniversario de Nguyen, cientos de personas de varios grupos los buscaron inicialmente.

A medida que pasaron los meses, el equipo de JOSAR siguió buscando. Un voluntario buscó durante 19 días seguidos, comenzando a las 4 a.m., luego se iba a trabajar y regresaba después del trabajo para buscar hasta la medianoche. Casi tres meses después de que la pareja desapareció, los voluntarios finalmente encontraron sus cuerpos en un cañón remoto y empinado, abrazados.

En una mañana de domingo a fines de mayo, unas dos docenas de voluntarios del equipo de rescate se reunieron en un estacionamiento cerca de Cottonwood Spring para buscar a Ali Sandoval, de 40 años, de El Monte. Su familia había informado que había desaparecido la noche anterior.

Se había encontrado el SUV de Sandoval en el estacionamiento.

Los voluntarios que se reunieron para ubicar a Sandoval vestían camisetas de colores, rojas para los aprendices y amarillas para los buscadores experimentados. Poco después de las 7 a.m., partieron en equipos de dos personas, por una serie de senderos que se extienden desde el camino principal.

Cuando los excursionistas parten por la tarde y la luz comienza a disminuir, a menudo confunden los cauces secos con el sendero y terminan perdidos, dijo Bill Bulkley, un voluntario que ayudó a coordinar la búsqueda. Por la radio, un voluntario alertó a los rescatistas para que buscaran las huellas de una bota de trekking marca Merrell, probablemente de 13½ pulgadas de largo.

Los trabajadores no solo reciben más llamadas ahora que el parque es cada vez más popular, dijo Bulkley, los visitantes desaparecidos o lesionados a menudo necesitan más ayuda de la que solían tener.
“Se sienten más cómodos con el GPS. Van más lejos. Asumen más riesgos”, dijo.

Shelby Baran, de 73 años, se despertó a las 3 a.m. y manejó a unas 90 millas de su casa en Canyon Lake, con Chaos y DiDi, los perros belgas Malinois que ella ha entrenado para rastrear los olores.

Ella usó gasa para capturar el olor del volante del auto de Sandoval y tomó un sombrero del asiento del pasajero antes de salir al camino principal con Chaos.

Baran se ha ofrecido como voluntario en el grupo de rescate durante 20 años, pero aún considera que el parque de casi 800,000 acres es muy complicado.

“Si salgo del camino de un cuarto de milla, podría perderme”, dijo. “Todo se ve igual”.

El equipo a veces tiene problemas para reunir suficientes personas para responder de manera efectiva a las llamadas, dijo. La búsqueda de Sandoval ocurrió un domingo, por lo que había muchos voluntarios. En un día laborable, el grupo probablemente sería mucho más pequeño.

El problema, dijo Lauretig, voluntario por más de siete años, es que la mayoría de los voluntarios provienen de las pequeñas comunidades alrededor del parque.

“Estamos dependiendo de un grupo muy pequeño de personas que tienen tiempo para entrenar”, dijo.

Alrededor de las 9 a.m., la familia de Sandoval llegó y se acercó al equipo de búsqueda. Su madre estaba llorando y una voluntaria le rodeó los hombros con los brazos: “Tenemos mucha gente que está buscando a su bebé”, le dijo el voluntario. Un helicóptero de la Patrulla de Caminos de California pronto podría verse dando vueltas en las alturas.

Alrededor de la 1:30 p.m., la tripulación del helicóptero vio a Sandoval a una milla al norte del sendero, saludándoles con la mano. Había pasado la noche en el parque y parecía exhausto. Pero después de que un helicóptero lo evacuó, pudo caminar solo hacia su SUV.

Sewell, que ha estado haciendo senderismo en Joshua Tree durante años, partió con dos botellas pequeñas de agua y un emparedado, confiando en su habilidad para recorrer el parque.

Aunque ha sufrido degeneración macular desde que era joven, dice que no lo ha limitado demasiado. Vive solo, puede conducir y ha sido un ávido amante de la naturaleza durante gran parte de su vida.

Después de que Sewell colapsó de agotamiento, pudo encender fuego las primeras dos noches. Encontró una meseta donde creía que un helicóptero podía aterrizar y usó rocas blancas para hacer una “H” en busca de ayuda en el suelo. Pero cuando nadie vino, comenzó a sentir que se le estaba agotando el tiempo.

Los voluntarios del equipo de rescate lo habían estado buscando desde que fue reportado como desaparecido, pero fue Tiowa Reynolds, un instructor para escalar rocas de 26 años, quien finalmente encontró a Sewell.

Reynolds no es un rescatista capacitado, pero se sintió obligado a ayudar, dijo. Se acercó al equipo, pero le dijeron que no estaban tomando voluntarios no capacitados porque hacerlo puede ser peligroso.

Reynolds decidió seguir de todos modos.

“Tenía esta extraña intuición de que mis posibilidades de encontrarlo eran bastante altas”, recuerda.

Cuando Reynolds vio un buitre dando vueltas sobre un valle, lo siguió, gritando el nombre de Sewell hasta que oyó una débil voz pidiendo ayuda.

Encontró a Sewell acurrucado contra una roca, su boca y ojos cubiertos de tierra. Sewell le dijo que se estaba muriendo. Fue trasladado en avión y finalmente llevado a un hospital en Palm Springs, donde permaneció durante varios días mientras se recuperaba.

De regreso a casa esa misma semana, Sewell reflexionó sobre cómo, a pesar de décadas de experiencia en el senderismo en el parque, estuvo tan cerca de la muerte.

“Me perdí ... mi fuerza física se desvaneció y me perdí. En cierto modo es algo simple. Esto es lo que sucede en el desierto”, dijo. “No estoy tan orgulloso de negarme a admitir que me pasó a mí”.

Dijo que estaba profundamente agradecido de que la gente hubiera dado su tiempo para buscarlo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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