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El destrozo de la estrella de Trump: ¿La resistencia creativa de L.A. fue demasiado lejos?

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Cuando un artista callejero que se hace llamar “Plastic Jesus” quiso colocar una instalación de protesta contra la administración Trump, en junio -una jaula de alambre llena de osos de peluche, llamada “Trump Hotel”-, había una elección obvia en cuanto al sitio: la estrella de Donald Trump en el Paseo de la fama de Hollywood.

Después, cuando el británico, de 50 años de edad, recorrió casualmente el lugar para evaluar las reacciones a su obra, rápidamente le quedó en claro cuántas personas parecían ver en la estrella un símbolo de que todo aquello que es positivo o negativo en el presidente.

Un hombre canoso se arrodilló, besó su mano y luego la puso sobre la estrella. Otro clavó los talones en la baldosa, como si apagara en ella un cigarrillo. Un transeúnte se inclinó y la escupió, y fue perseguido por un enfadado partidario de Trump durante toda la cuadra. “No creo que tengamos ninguna propiedad de Trump en L.A., por lo cual la gente ventila su frustración en la estrella”, afirmó el artista, quien pidió permanecer en el anonimato porque muchas de sus obras coquetean con la ilegalidad. “La estrella es un símbolo muy visible de su fama, un lugar obvio para atacar, de alguna manera”.

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Este sentimiento anti-Trump alcanzó un nuevo máximo el 25 de julio, cuando la estrella fue destrozada con un pico por un vándalo que rápidamente se entregó a la policía.

Si bien no quedó inmediatamente en claro cuáles fueron las motivaciones del hombre, de 24 años de edad, las imágenes de la estrella deteriorada se extendieron rápidamente a través de las redes sociales, adquiriendo un significado propio: se trataba de la más reciente protesta política en el lienzo que son las calles de Los Ángeles, para bien o para mal.

“Es una declaración visual muy visceral que claro”, aseguró Rosa Lowinger, una crítica de arte y curadora que reside en la ciudad y ha estudiado el vandalismo en espacios públicos. “Estas son antiguas tradiciones de expresión”.

En Los Ángeles, donde los críticos del presidente superan con creces a sus admiradores, Trump ha sido representado en artes callejeros mientras un luchador le aplica una llave de cabeza; desnudo o con los ojos vendados, y sosteniendo un dardo mientras su mano es guiada por el presidente ruso, Vladimir Putin.

Desde las elecciones de 2016, la estrella de Trump en el Paseo de la Fama de Hollywood ha sido objeto de escupitajos, besos, heces de perros, selfies y orina. También ha sido escrita con marcadores, grafitis, vallada y martillada.

El colectivo de artistas INDECLINE colocó una estatua desnuda de Trump en Hollywood Boulevard durante las elecciones, que definió como una metáfora basada en la historia de Hans Christian Andersen “The Emperor’s New Clothes” (conocida en español como El rey desnudo). El grupo además vandalizó hoteles y campos de golf de Trump, en protesta contra el mandatario y sus políticas.

“Siempre hay una delgada línea entre la destrucción y el arte”, aseguró un representante de INDECLINE, que pidió permanecer en el anonimato porque muchas de las actividades del grupo van en contra de la ley.

Debido a que los artistas de grafiti y los creativos son mucho más propensos a despreciar a Trump que a ser partidarios del líder, su presidencia generó un aumento de arte callejero con temas políticos. “Dormimos una buena siesta durante Obama”, aseguró. “Ya sea [mediante la instalación de] una estatua desnuda o llevando un pico a la acera, veremos más manifestaciones durante los próximos dos años, hasta que salga del cargo”.

El miércoles 25, la policía detuvo a Austin Mikel Clay bajo sospecha de vandalismo grave en relación con la destrucción de la estrella. Clay, quien permanecía en custodia y con una fianza de $20,000, presuntamente se acercó al homenaje y golpeó la placa de Trump alrededor de las 3:30 a.m., según las autoridades.

A primeras horas de la tarde, trabajadores de construcción mezclaban rápidamente concreto para reemplazar la estrella destruida. Turistas y residentes se inclinaban sobre la cinta amarilla de precaución que rodeaba la placa, para tomar fotos del espacio donde había estado el reconocimiento.

Gregg Donovan, exanfitrión oficial de Beverly Hills, se mantuvo cerca de la estrella durante todo el día, con un cartel con la inscripción “Trump 2020”, vistiendo un abrigo rojo y un sombrero de copa.

Donovan afirmó que, cuando escuchó las noticias en la radio, decidió tomarse el día libre para demostrar su apoyo al presidente, permaneciendo como centinela en el lugar. Incluso obtuvo un trozo de la estrella destruida: unas pocas personas le ofrecieron dinero para comprarlo, pero se negó a venderlo. “Si van a protestar, no protesten contra un hito de California”, expuso Donovan. “Eres libre de decir lo que piensas, pero ¿por qué hacer esto? Está mal, está equivocado”.

El residente de L.A. Trissean McDonald, de 31 años, afirmó que aunque no cree que Trump sea un buen presidente, no está de acuerdo con la decisión de destruir la estrella. “La persona que lo hizo definitivamente expresó cómo se sentía, pero sinceramente, creo que no lo hizo de la manera correcta”, expuso. “A alguien que ha trabajado tanto para tener su estrella, a pesar de que ahora es quien es, no se le debe arrebatar [el homenaje]“.

Tye Brown, de 42 años y de Oceanside, se encontraba de visita en el Paseo de la Fama por primera vez. Como demócrata que no apoya las políticas del presidente, Brown dijo que, no obstante, desea que el país esté menos dividido.

“Es desalentador que alguien sienta la necesidad de expresarse de una manera tan destructiva”, reflexionó. “Siento que es triste porque, ¿qué está ocurriendo realmente con EE.UU.? Algo no está bien”.

La Cámara de Comercio de Hollywood, que supervisa el Paseo de la Fama, adelantó que enjuiciará a Clay e instó a las personas a expresar sus creencias políticas votando, en lugar de desquitándose con sus estrellas. “Cuando la gente no está contenta con uno de nuestros homenajeados, esperamos que proyecten su ira de forma más positiva que atacando un hito del estado de California”, afirmó Leron Gubler, presidente y director ejecutivo de la cámara, en un comunicado.

Antes del miércoles, la última persona que había causado un daño grave a la estrella fue James Otis, quien tomó un mazo y un pico para destrozarla, en octubre de 2016. Otis, también se entregó a las autoridades y se declaró culpable del delito grave de vandalismo, y fue condenado a libertad condicional y 20 días de servicio comunitario, así como al pago de $4,400 por daños.

Evan Pricco, editor en jefe de la revista de arte Juxtapoz, con sede en San Francisco, dijo que no importaba si Clay era un artista autoproclamado con una misión articulada o un malvado que actuaba por capricho. Cualquiera sea su intención, la expresión política habla por sí misma, remarcó.

“Los chicos en las calles de París, en 1968, no eran artistas; usaban una nueva plataforma artística para expresar sus sentimientos, usaban las calles para expresar cómo se sentían”, recordó. “Ello encaja en la gran tradición de lo que representa el arte callejero de los activistas reales”.

Illma Gore, la artista responsable de la pintura del desnudo de Trump, reconoció que recibió cartas amenazadoras que llegaron por correo a su casa, después de que su trabajo cobró notoriedad. Es difícil establecer qué es ir demasiado lejos en el arte, afirmó Gore, pero en general, los artistas deberían estar dispuestos a respaldar su obra. “Creo que fue muy claro que una persona quiso decir algo”, expuso, sobre la estrella destruida. “Incluso si no se trata de un artista, el hecho de decirlo rompiendo una estrella es una forma de arte”.

Lowinger, la curadora, cree que el vandalismo no está cerca de convertirse en un método de expresión inaceptable. Para ella, la cuestión iría demasiado lejos si se destruyera una pieza irremplazable, de valiosa propiedad cultural, o si el vandalismo tiene intención de amenazar. De todas formas, si resulta efectivo para cambiar el pensamiento de alguien “es una pregunta diferente”, consideró. “La forma en que se reacciona depende de cómo uno se siente sobre la situación”, dijo. “En este caso, no creo que logre nada”.

En cuanto a Plastic Jesus, quien también fue responsable de un muro de seis pulgadas que rodeó a la estrella de Trump en 2016, recibió mensajes toda la mañana, de personas que le preguntaban si había sido el autor de la estrella destruida.

“No soy culpable en esta ocasión”, respondió.

El artista indicó que los pocos miles de dólares que Clay podría tener que pagar probablemente valieron la pena, por el mensaje que pudo enviar gracias a toda la atención de los medios. “Creo que hay un límite, pero esto está dentro de lo razonable”, consideró. “Hizo valer su dinero con esto”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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