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Perros muertos, suciedad y cuerdas atadas a las camas: así vivían los Turpin antes de mudarse a Perris

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Al vecino Ricky Vinyard, la familia Turpin resultó extraña desde el momento en que llegó al final de su remoto camino de tierra en esta pequeña ciudad, 50 millas al sur de Fort Worth, donde vivió antes de trasladarse a California.

“Cuando se mudaron, eran personas realmente misteriosas. No nos hablaban ni socializaban”, recordó Vinyard, acerca de ese día, en 2000.

Sus sospechas sobre cómo David y Louise Turpin trataban a sus ocho hijos crecían a medida que pasaban los años. La familia rara vez dejaba la casa de cuatro dormitorios y dos baños, sobre 36 acres salpicados de árboles de mezquite. Mantenían las luces encendidas a todas horas y las persianas cerradas. Una Navidad, compraron ocho bicicletas nuevas para niños que quedaron afuera, sin usar, hasta que el sol las blanqueó.

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Los niños rara vez salían. Poco después de que llegara la familia al lugar, una de las chicas mayores trató de huir, pero fue devuelta a su casa por un residente local. Apilaban un contenedor de residuos en su jardín, con tanta basura que ésta finalmente llenó la casa y un remolque cercano, de doble ancho. David Turpin se paraba en el camino de entrada y disparaba a las latas con su pistola, apuntando hacia la carretera.

“A medida que pasaba el tiempo, empeoraba cada vez más”, afirmó Vinyard, un podador de árboles, desde su sala de estar, el viernes último.

La semana pasada, los funcionarios de California anunciaron cargos formales contra los Turpin, acusados de abusar de sus 13 hijos dentro de una casa a la que se mudaron, en Perris, condado de Riverside.

David Turpin, de 56 años, y su esposa Louise, de 49, fueron acusados de múltiples cargos de tortura, abuso infantil, abuso de adultos dependientes y encarcelamiento falso. David Turpin también fue acusado de un cargo de acto lascivo sobre un menor, por la fuerza. De ser declarados culpables, se enfrentan a hasta 94 años de prisión perpetua.

Los hijos Turpin, de entre dos y 29 años de edad, parecen haber sufrido años de abuso y hambre, algunos encadenados a sus camas, indicaron las autoridades. Al parecer, la pareja no había sido reportada anteriormente a las autoridades en Texas; los registros muestran que también vivieron en Fort Worth desde 1990 hasta 1999.

El sábado, Patrick Crimmins, portavoz del Departamento de Familia y Servicios de Protección de Texas, aseguró que no tenían ningún informe o investigación sobre la familia Turpin.

Vinyard indicó que él y su esposa consideraron informar a las autoridades de Río Vista sobre la pareja, pero tuvieron reservas porque él había crecido en la ciudad, de menos de mil personas, al final de una carretera del condado rodeada de pastos, a pocas millas de la oficina del sheriff.

Cuando un perro mordió a un niño en la casa Turpin, en 2001, un agente fue convocado al lugar, y el tío de Vinyard llamó al sheriff cuando los tres cerdos de la pareja se escaparon, en 2002. Pero el vecino y su esposa decidieron no alertar a las autoridades sobre sospechas de abuso.

“Lo discutimos, y no queríamos tener repercusiones con ellos”, afirmó Vinyard, especialmente porque sabían que Turpin estaba armado.

Una de sus hijas, Barbara Vinyard, de 19 años, y su hermana, habían jugado con los chicos Turpin unas cuantas veces en un arroyo cercano, pero ellos no querían compartir siquiera sus nombres. “Teníamos que adivinarlos básicamente, y a los niños tampoco les gustaba eso”, relató la chica. “La siguiente vez que los vimos caminando por la calle, un hermano le dijo al otro: ‘Ya no podemos hablar con ellas, ¿recuerdas?’”.

La familia tenía un Mustang y una gran camioneta de pasajeros que conducían hasta el contenedor de basura en su propiedad. Eventualmente, el contenedor desapareció y los residuos se acumularon junto con juguetes y libros de texto cristianos, recordó la joven.

A veces, por las noches, oía a los niños Turpin jugando en el jardín, así que un día tomó una cuerda y tocó la puerta del remolque. “Sabía que eran realmente extraños, pero estaba dispuesta a superar la extrañeza para ser amigos”, dijo.

Una chica flaca y pálida, con largo cabello castaño, abrió la puerta y se limitó a mirarla fijamente, narró. “Sus ojos se abrieron enormemente. Me cerró la puerta en la cara”, recordó Vinyard. “Después salió por la puerta trasera, me miró y luego corrió de regreso hacia la casa”.

Vinyard no intentó volver a acercarse a los niños.

“Mayormente, cuando vives en el campo, eres reservado”, dijo, pero al enterarse de que la pareja había sido acusada, se preguntó si podría haber hecho más para ayudar. “Escuchar esto me hace pensar que no hice mi parte como persona”, expresó.

Cuando la familia se fue, los embargantes confiscaron sus dos automóviles, y la casa fue ejecutada. Billy Baldwin y su madre compraron la propiedad un año después; el interior estaba destrozado, el suelo del baño podrido, indicó.

Adentro, Baldwin encontró un puñado de Polaroids tomadas cuando los Turpin se marcharon. Una de ellas muestra una cama con un riel de metal que tiene una cuerda atada, dijo. Ricky Vinyard caminó por la casa rodante de la familia en ese momento; leer las noticias de California esta semana le recordó lo que había visto en aquella oportunidad. “Estaba hasta la cintura de inmundicia. Había perros y gatos muertos”, relató. El olor era “rancio”.

El hombre encontró a dos chihuahuas que habían sobrevivido comiendo restos de un montón de pañales sucios. La camioneta Ford F-150 de la familia estaba llena de pañales sucios y latas de salchicha vacías. “Parecía que eso era todo lo que comían”.

La pareja había afirmado que sus hijos eran educados en el hogar, y la sala de estar -llena de heces- parecía un aula improvisada, describió, que incluía ocho pequeños escritorios, un pizarrón, un alfabeto y carteles con números abrochados a la pared.

Mientras se movía de habitación en habitación, notó algo extraño: “Todo tenía cerraduras: el armario, el cofre de juguetes, el refrigerador. No había camas, sólo colchones”, recordó. “No había un lugar en esa casa que no estuviera sucio”.

Los reporteros han acampado en su césped toda la semana, y su esposa aparecerá en el programa “Dr. Phil”. Al igual que su hija, Vinyard desearía haber denunciado a sus vecinos ante los funcionarios en Texas. “Me siento realmente culpable por no haberlo hecho”, aseguró.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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