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COLUMNA: Las malas influencias

Las malas influencias pueden arrastrarte a territorios desconocidos, aunque al final cada individuo tiene la última palabra de qué hacer con su vida.
(Steve Helber/AP)
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Estimados amigos y amigas, recibí este testimonio que hoy comparto con ustedes:

“Leí su artículo y me caló en lo más profundo, hace año y medio tuve una experiencia similar; me mataron a mi hijo en México”, escribió Aracely.

“Unos meses antes de su muerte, en San Diego, lo paró la policía por haberse pasado un alto; dentro de su carro traía una pipa para consumir droga”, relató.

La acongojada mujer indicó que liberaron a su hijo en Tijuana, en donde pagó una fianza que perdió y, al final como ella afirma, no sirvió de nada. “Desde ese día empezó mi terror”, dijo.

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“Mi hijo enviciado fue presa fácil de las malas compañías y cuando quiso salirse e iniciar una nueva vida con su novia -planeaban casarse- me lo mataron, de 7 balazos. Él murió justamente dentro de mi casa, una casa que construí con mucho esfuerzo y siempre diciéndole que era para él”, manifestó.

Aracely también cuenta que cuestionó su fe.

“Renegué mucho con Dios y hasta le llegué a reclamar, pero ahora con el tiempo me he dado cuenta que Dios te da libre albedrío, que en ti está tomar el camino que quieras. Mi hijo siempre fue un joven muy blando, no porque fuera mi hijo, pero tenía un gran corazón”, indicó.

A juicio de esta mujer, el problema de su hijo es que “no supo elegir sus amistades” y que incluso fue uno de sus “amigos” quien lo mató.

“Hoy día trato de recordarlo sin llanto porque a él no le gustaba verme llorar. Honro su memoria sonriendo y tratando de ser feliz porque tengo tres hijos más”, afirmó.

Ella confiesa que muchas veces le reclamó también a su hijo, por no haberse cuidado y causarle este dolor.

“Ahora hablo con él como si estuviera vivo: lo saludo en las mañanas, le doy las buenas noches y siempre le digo lo mucho que lo quiero”, aseguró.

Su hijo siempre le decía “mamá no se preocupe por mí, yo estoy bien”, recordó.

La última vez que habló con su hijo, dijo Aracely, fue unas horas antes de que muriera.

“Me quedo con la tranquilidad de que mi hijo contó siempre conmigo y él siempre lo supo. Su muerte fue rápida, gracias a Dios no sufrió antes de irse. Él padecía mucho y ahora mi fe me hace sentir que está en un mejor lugar”, concluyó.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Mi email es: cadepbc@gmail.com

EL DATO
Grupo de Narcóticos Anónimos
Dirección: 9011 Telegraph Road, Pico Rivera
Horario: De lunes a viernes a las 7 p.m.

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