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Columna de Adictos y adicciones: La experiencia de Rosita

EFE
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Hace tres meses vino a verme Rosita, una mujer de 62 años, que está viviendo una profunda pena. La vida de Rosita, ha estado llena de fatalidades, que gracias a Dios, ha podido superar, la primera de estas fatalidades la vivió justo el día de su nacimiento.

Rosita es originaria de un rancho perdido en el estado mexicano de Michoacán, su madre fue la única mujer de seis hermanos, en aquellos tiempos los hermanos eran extremadamente celosos, a tal grado que prácticamente la querían tener encerrada, pero el amor se coló por las ventanas y se enamoró de un campesino sin tierra, un buen hombre cuyo único defecto era ser pobre.

“Mi madre murió durante el parto y gracias a Dios yo sobreviví, pero era tanto el enojo de mis tíos que uno de ellos me tomó recién nacida y me arrojó al chiquero para que los puercos se hicieran cargo de mí, por fortuna una sirvienta se dio cuenta y me rescató”.

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La mujer que rescató a Rosita huyó de la ranchería y fue a dejar a la niña en una congregación de monjas que atendían un hospicio, ellas fueron quienes se hicieron cargo de la pequeña Rosa, le dieron una educación básica, que más adelante le ayudó a estudiar una carrera técnica y salir adelante.

Rosita creció sin contacto con su familia, al llegar a la adolescencia tuvo conocimiento de su origen y la tragedia que vivió recién nacida. Así pasaron los años, al llegar a la mayoría de edad se independizó y poco después se casó con un hombre que se la trajo a vivir a California, aquí hizo su vida, nacieron sus tres hijos y fundó un pequeño negocio que le ha dado para vivir todos estos años.

Después de mucha violencia e insultos, Rosita decidió tomar a sus hijos y alejarse de aquel hombre, “Estuve casada casi doce años, al principio las cosas iban bien, pero al llegar a California, mi esposo cambió, no sé, tal vez fue el dinero o los amigos, pero él empezó a tomar y a serme infiel. Aguanté tantos años porque no quería que mis hijos crecieran sin padre, yo anhelaba una familia, pero aquella relación era imposible, llegué a pensar que un día él me mataría”.

“Quiero compartir mi experiencia: Actualmente tengo 28 años de edad, vivo con mis padres y nunca he tenido un trabajo de verdad; tal vez por ser mujer y la menor de cinco hermanos varones, siempre he vivido bajo la tutela de mi familia”.

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Después de superar un cáncer de mama, la vida aún le tenía reservada una gran pena: la muerte de su hijo menor y de su nieto.

“El menor de mis hijos era adicto, se casó muy joven y tuvo un hijo, pero su adicción dio al traste con su matrimonio, mi ex nuera le declaró la guerra y lo culpaba de todas sus desgracias, si mi hijo decía blanco, ella decía negro”.

Al cumplir diecisiete años mi nieto era un adicto consumado, mi hijo, quien llevaba cinco años sobrio, decidió internarlo en un centro de rehabilitación, en contra de la voluntad de su madre, quien pensaba que él solo podría salir de las drogas.

Efectivamente, el muchacho pasó ocho meses internado, pero durante ese tiempo acumuló un rencor desmedido contra su padre, tanto que el mismo día que salió del centro volvió a consumir y, envalentonado por la droga, tomó una pistola y fue a buscar a su padre, se encerraron en una recámara y discutieron durante unos veinte minutos, poco después se escucharon varios disparos, los vecinos llamaron a la policía, pero antes de que los agentes llegaran el muchacho tomó el arma y se suicidó.

La muerte de su hijo y de su nieto han sido tal vez la experiencia más dolorosa que ha vivido, simplemente no alcanza a comprender qué pasó; aunque Rosita es una mujer muy fuerte, esta tragedia la derrumbó.

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Actualmente Rosita está procesando su duelo, acude a grupos de Nar Anon, para familiares de adictos, se ha apegado más que nunca a Dios, pero ni lo uno ni lo otro logra mitigar su dolor, sin embargo, poco a poco va sanando su herida, ha dejado de sufrir, pero está consciente que el dolor jamás la abandonará.

Por desgracia la experiencia de Rosita no es única, miles, tal vez millones de familias viven día a día un calvario por la adicción de un ser querido, muchas de estas familias tratan de ayudar a su adicto con consejos y buenas razones, sin darse cuenta que la adicción a las drogas es una enfermedad igual que el alcoholismo, no es solo cuestión de ganas o de voluntad, un adicto necesita tratamiento, pero sobre todo un grupo de apoyo.

Quiero agradecerle a Rosita por autorizarme a publicar su testimonio, creo que hay una gran lección en su experiencia. Si usted tiene un familiar adicto, no trate de cambiarlo de buenas a primeras, antes de eso, trate de cambiar usted mismo, acuda a un grupo de apoyo y busque información, no espere a que ocurra una tragedia.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

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