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En este lugar, Kobe Bryant era sólo otro papá que uno podía encontrarse en la tienda de comestibles

Un fan presenta sus respetos, mientras muchos lloran la muerte de Kobe Bryant en una vigilia en Leimert Park, el domingo, en Los Ángeles.
(Jason Armond / Los Angeles Times)
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Reunidos alrededor de un grupo cada vez mayor de velas, flores, globos y otros recuerdos, el domingo por la noche, algunos de los vecinos de Kobe Bryant en Newport Beach compartieron sus recuerdos del hombre apodado ‘Mamba’.

Hablaban de Kobe, el padre, cuya dedicación y amor eran evidentes para cualquiera que se cruzara con él.

Hablaban de Kobe, el ídolo, cuyos logros fueron incontables.

Hablaban de Kobe, el ejemplo, cuya legendaria búsqueda de grandeza fue un modelo para todos.

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Pero también hablaban de Kobe, el hombre, cuya fama nunca se interpuso y quien jamás dejó de extender un cálido saludo en la tienda de comestibles local.

Sin embargo, y más que nada, hablaban de la conexión que generaba Kobe: una figura tan querida y tan arraigada en la comunidad, que su muerte llevó a más de 100 personas al Parque Comunitario Newport Ridge en una fría noche de invierno, para compartir una vigilia con velas.

Al final de la reunión, los asistentes habían unido sus voces tanto para cantar una versión de “Amazing Grace” como un estribillo familiar: “¡Kobe! ¡Kobe! ¡Kobe!”.

Steve Alford, de 57 años, fue uno de los que recordó haberse encontrado con Bryant en un Starbucks local. “No se creía alguien especial cuando caminaba por la tienda; era algo realmente, muy refrescante”, afirmó Alford, quien comparte nombre pero no es el exentrenador de baloncesto masculino de UCLA. “Y creo que se sentía muy cómodo aquí, en Newport Coast. Todos lo trataban con respeto”.

Después de escuchar las noticias, en la mañana, otro residente de Newport Beach, Josh Leith, se acercó a un póster colgado en su casa, de Bryant, con la palabra “Invencible”. “Lo observé por un segundo y pensé, bueno, sí, él es invencible por lo que hizo por nosotros; por su impulso, su motivación y su inspiración, y por quien era como persona”, remarcó Leith, de 28 años.

Todas estas personas lo conocían como ‘el Sr. Bryant’, el entrenador local de baloncesto juvenil, el padre de cuatro hijos que vivía calle arriba, ordenaba una cierta bebida rosada en el Starbucks local y compartía los recorridos de Halloween con sus hijos.

El hijo de Jill Yank, de 23 años de edad, también se llama Kobe; una coincidencia, ya que nació antes de que Bryant alcanzara la fama. Una vez, cuando su Kobe estaba en Starbucks al mismo tiempo que Bryant, ambos fueron al mostrador a la vez cuando escucharon su nombre. Esto deleitó tanto a Kobe Yank-Jacobs que, después de eso, iba constantemente a la cafetería, temprano en la mañana, con la esperanza de recrear el momento cómico.

En otra ocasión, Bryant ayudó a llevar los víveres de la madre de Yank a su automóvil, y durante 15 minutos hablaron de su ciudad natal compartida, Filadelfia.

“Todos lo conocíamos como Kobe, una persona”, reconoció Yank.

El grupo pasó una hora recordando a Bryant; acurrucados alrededor de ofrendas de ramos y velas dispuestas en forma de K y G, en honor a Kobe y Gianna. Cuando las velas parpadeaban en la brisa, alguien daba un paso al frente para encenderlas.

“Gracias, Kobe Bryant”, decía un muchacho adolescente con una camiseta blanca con el número 24.

El joven señaló al cielo. “Gracias por existir”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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