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El aumento del nivel del mar ya abruma el Área de la Bahía, y se acaba el tiempo para que California actúe

Las casas se están inundando y las carreteras e infraestructura críticas ya están a sólo unos metros de caer al mar

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Cuando Jeff Moneda comenzó a trabajar para Foster City, donde los senderos serpentean a lo largo de las pintorescas lagunas de la ciudad y las casas más bonitas se posan sobre atractivos canales, recibió un correo electrónico de funcionarios federales de emergencia que lo impulsó a actuar.

“Lo primero que vi en mi bandeja de entrada era una nota de FEMA que decía: ‘Deben elevar el dique o vamos a colocar toda la ciudad en una zona de inundación’”, relató Moneda, el administrador de la ciudad. “¡Eso fue un estrés!”.

Para una ciudad de 34,000 habitantes que se construyó sobre un pantano relleno a lo largo de la Bahía de San Francisco, el futuro depende de la fuerza de un dique de ocho millas de largo, que durante décadas ha frenado el mar en ascenso.

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Pero con cada marea y tormenta, el agua sigue intentando retroceder y tomar la localidad. Los mapas de inundaciones, incluso en escenarios más moderados, muestran gran parte de la ciudad inundada si no se hace nada al respecto.

Flood risk in Foster City
(Thomas Suh Lauder / Los Angeles Times)

El destino de Foster City y el resto del Área de la Bahía estuvo en el candelero la semana pasada, cuando los legisladores estatales lidiaron con las muchas amenazas que California debe enfrentar a medida que el océano avanza hacia el interior.

Un comité especial de legisladores estatales se reunió, por segunda vez en dos meses -después de años sin encuentros-, para reavivar una discusión muy necesaria sobre cómo preparar mejor a las comunidades costeras a fines de evitar pérdidas devastadoras.

Las casas se están inundando y las carreteras e infraestructura críticas ya están a sólo unos metros de caer al mar, señalaron, pero las ciudades de la costa han quedado paralizadas por las decisiones difíciles que se avecinan.

Propiedades por un valor conjunto de más de $150 mil millones podrían estar en riesgo de inundarse para 2100; un daño económico mucho más destructivo que el de los peores terremotos e incendios forestales del estado.

No actuar sería desaprovechar la oportunidad de ser proactivos y derivaría en costos mucho más altos, según los científicos, funcionarios locales y analistas legislativos que hablaron ante el Comité Selecto de la Asamblea estatal acerca del aumento del nivel del mar y la economía de California.

La asambleísta Tasha Boerner Horvath (D-Encinitas), quien revivió el comité el año pasado, reconoció cuánto está en juego y expuso que la Legislatura debe actuar rápido y decidir qué priorizar. “Ya hemos llegado una década tarde a este problema”, consideró, “y hay opciones que se nos escapan a medida que posponemos esta difícil conversación”.

Las observaciones llegan justo cuando más funcionarios en todo el estado despiertan a la catástrofe social, económica y ambiental del aumento del nivel del mar. El Ocean Protection Council, un organismo asesor encargado de guiar las políticas costeras del estado, presiona a California a estar preparada para al menos 3.5 pies de aumento del nivel del mar en el año 2050.

Los analistas legislativos, en un informe sin precedentes, sostuvieron recientemente que cualquier acción, o falta de esta, dentro de los próximos 10 años podría determinar el destino de la costa de California.

Para aquellos en el Área de la Bahía -donde millones de personas dependen de carreteras e infraestructuras importantes en riesgo de inundaciones crónicas- la lucha contra el mar ha sido un desafío costoso y abrumador.

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Con sólo dos pies de inundación alrededor de esa zona, hasta 90,000 personas podrían quedar sin hogar, advirtió un funcionario. Mantener la ciudad isleña de Alameda por encima del agua podría costar casi $1.000 millones, agregó otro, pero evitaría $8,000 millones en daños.

Los ingenieros de infraestructura pidieron mejores diques para proteger los aeropuertos de San Francisco y Oakland, ambos construidos sobre el relleno de la bahía y apenas respaldados por diques envejecidos.

En Foster City, los propietarios terminaron acordando, con un voto de más del 80%, imponerse un impuesto de $90 millones para elevar considerablemente el dique. Las autoridades esperan comenzar la construcción este mismo verano.

La barrera, en su mayoría de tierra, actualmente se curva a lo largo de la bahía, por millas. El sábado pasado, la mañana de la marea real anual -un período en el que el sol, la luna y la Tierra se alinean más cerca y crean una marea más alta de lo normal- los niveles de agua aumentaron hasta nueve pies, según el indicador más cercano.

Al otro lado de la bahía, grupos de personas se reunieron en muelles y puertos, playas y estuarios, para ver el agua trepar por puentes y llegar hasta humedales y carreteras bajas. Estas mareas extremas, señalan los científicos costeros, eventualmente se convertirán en la nueva normalidad.

Para agravar el problema en esta región están las inundaciones que causan las aguas subterráneas a medida que el océano avanza hacia el interior, lo que algunos investigadores llaman “el mar debajo de nosotros”.

A medida que el océano se eleva, esa presión empuja el agua dulce desde debajo de nuestros pies, explicó Kristina Hill, cuya investigación en UC Berkeley se centra en esta faceta menos comentada del aumento del nivel del mar.

Los sótanos y las bases subterráneas se levantarán, el agua salobre podría corroer las tuberías de alcantarillado, los contaminantes tóxicos enterrados en el suelo podrían burbujear y esparcirse.

“Podríamos gastar cientos de miles de millones de dólares y aún así tener inundaciones en el lado interno de todos esos diques”, declaró Hill al comité de aumento del nivel del mar, mientras mostraba un mapa de las áreas donde el agua ya está brotando del suelo. “Estamos muy preocupados por la salud humana y el bienestar de la bahía”.

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Los expertos consideran que las soluciones dependen de que más ciudades, funcionarios de transporte y propietarios trabajen juntos en todas las regiones. Demasiados de ellos siguen luchando por obtener dinero y aprobaciones para defender lo que es suyo, en lugar de ver el panorama mucho más grande.

Las mareas crecientes y las antiguas marismas no prestan atención a los límites de la ciudad ni a las líneas de propiedad, señalaron, y la acción de una jurisdicción puede afectar a otra en la costa. Es necesario que haya más coordinación, acordaron los funcionarios, para restaurar los humedales y repensar la infraestructura crítica que sirva a más de una comunidad.

El condado de San Mateo, por ejemplo, recientemente formó un distrito de resistencia al aumento del nivel del mar entre jurisdicciones, que es financiado incluso por sus comunidades del interior.

Las autoridades afirman que este nuevo enfoque de control de inundaciones permite a la región planificar todas sus necesidades en la costa, de una manera tal que no es posible de hacer ciudad por ciudad.

Aún así, a algunos la semana pasada les preocupaba que estos nuevos esfuerzos regionales pudieran perjudicar a sus comunidades a costa de proteger a aquellos con mayor influencia y poder político. La ciudad de Millbrae, preguntó un funcionario, ¿pagará para proteger a las urbes más influyentes, mientras absorbe gran parte del impacto ambiental?

Mark Stechbart, un residente de Pacífica, pidió a los legisladores estatales que no se rindan con la cuestión de los diques. En su ciudad, donde los acantilados se desmoronan y las olas a menudo sobrepasan las carreteras, el impulso de algunos funcionarios para considerar la reubicación de tierras enojó a muchos propietarios.

Pacífica, dijo Stechbart, debería tener “las mismas protecciones que San Francisco y la sede de Google, que también necesitamos desesperadamente; de lo contrario, una suma muy seria en valor de propiedades irá a parar al agua”.

Warner Chabot, quien dirige el San Francisco Estuary Institute, destacó que más proyectos piloto ayudarán a defender los recursos e ideas más allá de los límites. Chabot pasó años alentando a las diferentes agencias del Área de la Bahía a pensar en la costa más allá de parcela por parcela y ciudad por ciudad.

Con mayor apoyo del estado, instó a los legisladores, las comunidades costeras de California pueden ser “un modelo nacional de cómo las regiones urbanas al borde del mar pueden proporcionar soluciones audaces, equitativas e inclusivas para el cambio climático”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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