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En la lucha contra el coronavirus, los trabajadores con mascarillas mantienen unida la red de seguridad social de L.A.

Shelters
John Cudol, izquierda, rocía alcohol sobre Christian Riehl. Los trabajadores sociales del Centro St. Joseph pasaron horas en South Los Ángeles buscando ayudar a las personas sin hogar a dejar las calles.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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Buscaban a un hombre llamado Wayne que era viejo y frágil y que probablemente no había comido en mucho tiempo, lo que lo ubicaba en la categoría más vulnerable para contraer el nuevo coronavirus.

Christian Riehl y John Cudol, trabajadores sociales para personas sin hogar, habían visto por última vez a Wayne en su destartalada casa rodante, que estaba estacionada en 135th Street y Broadway, en Willowbrook.

Riehl tenía un bono de motel para Wayne y esperaba poder persuadirlo de que entregara su RV y entrara. Pero cuando llegaron a la esquina, su RV no estaba allí.

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Al otro lado de la calle, había otra casa rodante y un hombre desaliñado llamado Louie abrió la puerta.

“El condado de Los Ángeles nos ha enviado para asegurarnos de que todos los mayores de 65 años tengan un lugar para quedarse”, le dijo Cudol.

Dado que se espera que aumente la cantidad de casos de coronavirus en las próximas semanas, Riehl y Cudol estaban haciendo algunas cosas de manera diferente. Llevaban mascarillas: una máscara de esquí para Riehl y una polaina de cuello para Cudol. Rociaron sus ropas y zapatos con alcohol después de cada conversación con un desamparado, y buscaron en específico a personas mayores y otros individuos que son médicamente frágiles.

Outreach
Mario Juárez, a la izquierda, que vive en una casa rodante, habla con el administrador de casos del Centro St. Joseph, John Cudol, en South Los Ángeles.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Pero su misión no había cambiado realmente. Como trabajadores sociales para el Centro St. Joseph, Cudol y Riehl laboran exclusivamente con personas sin hogar que viven en vehículos, por lo que continuaron presentándose a los cientos de habitantes de casas rodantes en South de Los Ángeles y los ayudaron a obtener servicios y vivienda.

Si bien las casas rodantes ocupadas se han convertido en una vista común en todo el Condado, este tramo de Broadway, donde la calle es amplia y no se aplica la prohibición de estacionamiento nocturno, se ha convertido en una aldea de casas rodantes lineal.

Riehl y Cudol monitorean los más de 200 vehículos estacionados allí. Algunos son móviles; muchos están dañados. Varios parecen decentes; otros están remendados con cartón o lonas. Algunos son propiedad de personas que eligen vivir a bajo precio. La mayoría pertenece a individuos que han sido golpeados por la vida, incluidos los ocupantes ilegales y los inquilinos en un mercado negro de alquiler de vehículos recreativos.

El administrador de casos del St. Joseph Center, John Cudol, habla con un hombre sin hogar.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

El Programa de extensión para personas sin hogar se fundó en 2014 para tratar el problema. El número actual de vehículos recreativos y automóviles ha bajado de los más de 300 cuando comenzó el programa, señaló Riehl. Quienes obtienen vivienda pueden conservar sus vehículos si hay estacionamiento disponible y si estos aún están operativos. El programa paga remolcar y desmantelar los automóviles y vehículos recreativos que ya no funcionan, para que no permanezcan en las calles.

El camino hacia el éxito rara vez es directo, y por cada paso adelante a menudo hay un paso atrás. De las 129 personas que han calificado para vivienda, hasta ahora, 79 se han mudado, cuatro de ellas este año, según informes presentados ante la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles.

Louie era nuevo en el vecindario, les dijo a Riehl y Cudol. Expuso que había estado viviendo en su casa rodante en Lomita durante cinco años hasta que se le pidió que se mudara.

“Al menos tenía un lugar para estar”, manifestó. “Ahora no me quieren”.

Outreach
John Cudol, izquierda, Christian Riehl, centro, y Joel Montes están tratando de informar a las personas sin hogar sobre los nuevos refugios en los centros de recreación de la ciudad.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Louie estaba indeciso acerca de obtener servicios.

“Sólo quiero asegurarme de que te encuentras bien y puedes cuidarte a ti mismo”, le dijo Cudol. “Si tienes eso, lo sabrías”.

Riehl y Cudol se movieron en lados opuestos de la calle. Cudol, abriéndose camino a través de un montón de aparatos electrónicos anticuados, partes de vehículos y electrodomésticos rotos, preguntó en cada puerta si alguien adentro tenía 65 años o más o estaba enfermo.

Son los trabajadores sociales los que sirven de ojos y oídos en las calles, un papel que se ha vuelto aún más importante a medida que los funcionarios locales y estatales han ordenado el distanciamiento social para frenar la pandemia. Estos trabajadores desempeñan el papel crucial de conectar a las personas sin hogar con una lista de servicios y recursos en rápido crecimiento, incluidos refugios de emergencia, habitaciones de hotel y motel e instalaciones de cuarentena.

Si Cudol, por ejemplo, se encuentra con alguien que vive en un RV con síntomas similares a la gripe, una posible señal de COVID-19, tendría que hacer arreglos para que un equipo médico transporte a esa persona a una de las instalaciones de cuarentena que se están estableciendo rápidamente en todo el condado de Los Ángeles.

Las personas sin hogar que corren un alto riesgo de contraer el virus pero que no muestran ningún síntoma, van a moteles o refugios, y son los trabajadores sociales quienes deben llamar a un Uber o un taxi para llevarlos allí.

Riehl esperaba hacer eso por Wayne, ahora que lo había encontrado. Hizo una llamada, tratando de obtener algo de comida, pero no había donaciones.

“¿Ni siquiera Top Ramen?”, preguntó Riehl con frustración.

Sabía dónde podía buscar algo de comida. Dijo que regresaría más tarde e intentaría llevar a Wayne a un motel.

Pero una emergencia de repente necesitó la atención de los trabajadores sociales. El ayudante de un alguacil les había informado sobre una abuela, tres hijas y dos nietas que vivían en una casa rodante a unas pocas millas de distancia en la calle Badera sin tuberías ni electricidad.

Al entrevistar a las mujeres, Riehl y Cudol determinaron que ni la abuela ni la madre tenían 65 años o más, ni se encontraban en condición de salud de alto riesgo.

El director de casos del Centro St. Joseph, John Cudol.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Eso descartó la primera opción de Riehl de trasladar a la familia a uno de los remolques de cuarentena en Dockweiler State Beach. En cambio, trató de conseguir un motel, no es cualquier cosa para una familia de seis.

Al final del día, Riehl y Cudol tuvieron un éxito mixto en sus esfuerzos por ayudar a quienes habían encontrado.

Wayne tomó la comida, pero rechazó el cupón para el motel. Una pareja de ancianos que estaban haciendo fila para conseguir un apartamento tenía una habitación de motel esperando para ayudarlos, pero aún no se habían registrado. Y, después de obtener la ayuda de un especialista en vivienda, la familia de seis se mudó a un motel.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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