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Madre de cinco con coronavirus se despidió por texto

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Para Aída Castillo, una mujer con cinco hijos y con coronavirus su regalo más grande para el Día de Madres será conservar su vida y a su familia.

La señora de tan solo 35 años de edad, ha pasado más de un mes con la enfermedad de COVID19 y aún sigue delicada de salud y sin poder acercarse a sus hijos.

Aída y su esposo Jorge fueron diagnosticados el pasado 29 de marzo. Ambos residentes de Lincoln Heights empezaron a sentir al mismo tiempo los síntomas principales de la enfermedad: tos, dolor de cuerpo y fiebre.

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Bastó una llamada por teléfono a su doctor para que este le dijera a la madre que ella y su esposo tenían que aislarse de inmediato porque tenían coronavirus.

El aislamiento significaría que su hija Leidy, de 20 años de edad, y quien trabaja como cajera en la cadena de tiendas Superior, tendría que hacerse cargo del resto de sus hermanitos de 14, 13, 2 años y un bebé de cinco meses de edad.

El pánico se apoderó de Aída, así como de Jorge, pero la travesía con la nueva enfermedad fue diferente para los dos. Su esposo recobró la salud a los 15 días de enfermarse e incluso pudo regresar a trabajar en una imprenta, pero ella siguió débil al punto de tomar el teléfono y despedirse a través de un texto.

El 24 de marzo, la madre de tres niñas de 4, 11 y 14 años, empezó a tener tos seca, calentura y diarrea.

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Sin poder recuperarse, la señora decidió hacerse la prueba el 17 de abril, y dos días después le dijeron que su doctor de cabecera estaba en lo correcto. Ella resultó positiva para el coronavirus.

Hasta hoy en día, Aída sigue con lo síntomas, ya no tan fuertes como antes, pero el pensamiento de poder morir merodea su cabeza, al mismo tiempo que su voz interna le dice que tiene que ser fuerte para sus hijos.

Cuando la Organización Mundial de la Salud declaró el coronavirus como una pandemia, ella se apresuró a abastecerme de alimento para sus hijos. Ya para entonces muchas tiendas estaban vacías así que iba a diferentes y agarraba lo que podía, dice la señora.

“No supimos cómo nos contagiamos, pero mientras mi esposo tenía los síntomas leves, a mí me atacó la enfermedad por completo”, afirma.

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La oriunda de México experimentó diarrea, escalofríos, náuseas, congestión en el pecho y la nariz los primeros 12 días. Sin embargo, el dolor de pecho y cuerpo eran tan extremos que llegó el momento en que no podía ni siquiera moverse o hablar. Su única opción era respirar por la boca.

“Hubo momentos en que era tanto el dolor y la falta de aire que quería llamarle a una ambulancia, pero me quedaba pensando en mis hijos… y pensaba que, si llegaba al hospital, ya no iba a salir de ahí”, dice Aída.

En una ocasión, sin poder hablar o sentir brazos y piernas, Aída tomó la decisión de despedirse, pero sin alarmar a su hija mayor.

“Cogí el teléfono, eran las 3 de la mañana y le escribí a mi hija un texto… le dije: ‘necesito que seas fuerte porque no puedo respirar, tus hermanos te necesitan y quiero que los cuides si tengo que irme’…”, relata Aída.

La madre de familia dice que estaba consciente de que uno de sus hijos de 14 años sufre de ansiedad, y verla enferma y quejándose era peor para él.

“Entonces tomaba fuerzas para no terminar en el hospital. Luego pensaba en el cargo que le iba a dejar a mi hija mayor y enseguida se me venían mis hijos más pequeños a la cabeza”, relata Aída. “Al final de cuentas todos ellos necesitan una madre”.

Durante todo este tiempo, Leydi, la hija mayor de Aída dejó de trabajar y estuvo a cargo de cuidar a su madre y hermanos más pequeños mientras el padre salía a trabajar.

“Aprendí a hacer de comer por medio de YouTube y también a cambiar pañales y bañar a mi hermanito más chico”, dice la joven entre sonrisas.

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“Esta experiencia ha sido dura para mi familia. Hemos visto como mis padres han sufrido, en especial mi mamá, pero sabemos que muchas familias están experimentando lo mismo que nosotros. Lo único que quiero es que mi mamá este bien de salud”, dice la joven.

Aída por su parte le agradece a su hija lo que ha hecho por la familia entera y enfatiza que sus hijos le están salvando la vida.

“Uno debe de agarrar fuerzas y tener fe en Dios en que las cosas van a estar bien a pesar de los malos pensamientos que puedan venir con esto. He aprendido más que nunca que la familia es lo más importante”, dice Aída.

Consciente de los problemas monetarios que la familia enfrenta, Aída sostiene que ahora lo más importante para ella es sanar para poder cuidar de sus hijos de nuevo, un regalo que espera ansiosa.

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