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Naranjas por albahaca: Cortos de dinero, los angelinos recurren al trueque y al intercambio

Alexandra Kacha's garden in Highland Park
Alexandra Kacha, de 33 años, atiende un jardín frondoso en Highland Park en el Día de la Madre. Las verduras y hierbas del jardín de Kacha han atraído a vecinos y seguidores de Instagram armados con muffins, frutas y otros alimentos para el comercio.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

Mientras que la crisis del coronavirus obligó a Los Ángeles a cerrar, a la gente a perder sus trabajos y a la economía a tambalearse, los angelinos están redescubriendo las virtudes del comercio entre vecinos, compartiendo los productos de sus jardines y haciendo trueques en lugar de comprar.

En una calle montañosa en Highland Park, el jardín de Alexandra Kacha estalla con col rizada, brócoli, berenjenas, alcachofas, calabacín, apio y una gran cantidad de hierbas aromáticas. Allá atrás, hay un árbol de moreras.

Kacha no pensaba mucho en todo eso. La jardinería era sólo un pasatiempo que ponía comida en la mesa.

Pero cuando Los Ángeles cerró y el mundo se hizo más pequeño, la gente perdió sus empleos y la economía se tambaleó, los vecinos comenzaron a pasar para pedir consejos. Una trajo un gran tazón de naranjas de su propio patio trasero, listo para cambiar por albahaca.

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Amigos y seguidores de Instagram también estuvieron listos para el intercambio, siempre de pie afuera y a seis pies de distancia. En un intercambio, la amiga de Kacha, Jennifer Noble, trajo muffins de manzana y zanahoria, y se fue con moras frescas y acelgas.

“Nunca estuve realmente atenta a mi jardín, pero durante la cuarentena me salvó”, dijo Kacha, una fotógrafa de 33 años. “Esto está cambiando a todos”.

“Es una buena manera de conectarse”, comentó Noble, de 36 años, una bibliotecaria de la ciudad que también ha negociado con otros amigos. “Particularmente para alguien como yo que vive sola con sus dos perros, encontrar espacios para la conexión es importante”.

Estas son las ideas del especialista sobre las conexiones entre el coronavirus y la comida

En California y en todo el país, un antiguo espíritu de codependencia comunitaria se está reviviendo silenciosamente, a medida que las personas regresan a un mundo donde el mercado es el vecindario y donde el trueque y el préstamo, o simplemente regalar cosas, siempre es preferible a pagar. Disuadidos de aventurarse a salir y entrar en las tiendas por la amenaza del coronavirus, los angelinos descubrieron que el papel higiénico nunca está demasiado lejos, los jardines privados pueden alimentar a familias enteras y ciertos vecinos tienen entramados de especias.

“Hay algo acerca de la pandemia que ha sacado lo mejor de este viejo vecindario, pasado de moda, todos están revisando lo que tienen los demás”, dijo Amanda Rykoff, de 49 años, de West Hollywood, que ha cambiado los brownies por papel higiénico y Kleenex, y evitó una experiencia frustrante al hornear un pan a altas horas de la noche sacando un horno holandés extra del porche de un viejo amigo.

“Es un recordatorio de que somos parte de una comunidad, en lugar de estar aislados todo el tiempo detrás de nuestras pantallas”, expuso Rykoff, gerente de comunicaciones de Jewish Big Brothers Big Sisters de Los Ángeles.

Tales conexiones siempre han existido, por supuesto, pero se están volviendo más comunes. Justo cuando estamos aprendiendo a vivir separados, nos encontramos cada vez más cerca. Las transacciones en efectivo y Venmo aún gobiernan en los mercados en línea, pero la economía de la bondad está logrando ganancias.

Según Deron Beal, fundador y director de la red Freecycle Network de 9 millones de miembros, que ayuda a las comunidades locales a establecer intercambios gratuitos en todo el mundo, la gente está ansiosa por acceder a la economía libre, algunos porque tienen necesidad, otros porque conocen su suerte y pueden compartir.

Desde el golpe de la pandemia, Freecycle ha crecido dos o tres veces su ritmo normal, señaló Beal, con 10.000 nuevos miembros que se unen por semana.

Rebecca Rockefeller y Liesl Clark, fundadoras del proyecto Buy Nothing de 1.5 millones de miembros, que además tiene grupos comunitarios en todo el mundo, también vieron aumentar el interés, con 400 personas que se inscribieron en una sesión de capacitación reciente para nuevos administradores del vecindario.

“Hay un gran interés”, enfatizó Clark. “La gente está empezando a entender”.

La pandemia convirtió a algunos camioneros en trabajadores esenciales que transportaban cargas de alto valor que los ponían en peligro, mientras que otros tienen menos trabajo a pesar del riesgo

Rockefeller y Clark, autores de un nuevo libro titulado “The Buy Nothing, Get Everything Plan: Discover the Joy of Spending Less, Sharing More, and Living Generously”, dijeron que vieron en los últimos meses cómo se extendían las órdenes de cierre en EE.UU e incrementaron los pedidos de abrir nuevas sedes.

Jessica Seevers, quien ayuda a dirigir un capítulo de Buy Nothing en Alhambra, reveló que su grupo de 300 miembros ha crecido en más del 10% desde el 14 de marzo.

Cuando comenzó la pandemia (limitó los intercambios a artículos esenciales sólo para reducir las interacciones de persona a persona, pero mantuvo abierta una línea para los miembros), la gente aprovechó la ocasión al compartir los restos de comida caseros, la despensa, los pañales, el papel higiénico y los artículos de limpieza, expuso Seevers.

Y cuando volvió a abrir el grupo para todo tipo de publicaciones, la gente rápidamente respondió a las solicitudes de materiales de jardinería, DVD, rompecabezas y suministros de arte para niños, dijo.

Como niñera y asistente personal que no ha trabajado en meses, Seevers reveló que ella misma ha dependido en gran medida de la plataforma, incluso para comprar alimentos. Un día reciente, se rió de sí misma después de darse cuenta de que prácticamente había “ido de compras al supermercado” alrededor del vecindario.

“Una persona me dio jamón, otra verduras, una más me dio queso”, dijo. “Realmente me ha ayudado muchísimo, sentirme segura y cuidada en un momento en que estoy un poco asustada”.

Kristi Fisher, de 38 años, administradora de un grupo de Buy Nothing en Chatsworth, reconoció que el uso de la plataforma definitivamente ha aumentado, y algunos usuarios claramente dependen en ella.

“Ahora estamos descubriendo que todo lo que se publica en cuanto a alimentos se está consumiendo”, enfatizó. Las familias locales incluso están comprando productos caducados para sus animales de granja, dijo.

Algunos miembros han comenzado a llenar pequeñas cajas con productos enlatados gratis, relató. Otros que no tienen nada que dar han ofrecido enseñar a sus vecinos cómo hacer desinfectantes caseros para manos.

“Ha sacado lo mejor de la gente”, subrayó Fisher.

Michelle Barnes, que vive entre Van Nuys y Sherman Oaks y administra la sede en North Hollywood de Freecycle Network, estuvo de acuerdo. “Veo mucha más compasión, en términos de personas que desean ayudar a otras”, dijo.

Rebecca Stanek, la cuñada de Rykoff que vive en Castro Valley en el Área de la Bahía, relató que recientemente hizo un intercambio de alimentos con amigos.

Después de publicar una foto en Instagram de cilantro que había cultivado, una amiga llamó y sugirió un intercambio, luego trajo algunas plantas de pepino y más acelgas con las que Stanek sabía qué hacer. Entonces Stanek, de 40 años, llamó a otra amiga.

“¿Tu familia come acelgas? Porque tenemos mucha”, dijo. La amiga contestó que sí, luego le hizo una pregunta a Stanek: “¿Qué necesitas?”

El marido de Stanek, Eli, un panadero, había estado buscando harina de trigo integral en todas partes, pero no pudo encontrarla. Entonces llegó la segunda amiga con la harina pero también con algunos tomates, narró Stanek.

“A cambio de un puñado de cilantro, terminé con acelgas, harina de trigo integral, plantas de pepino y algunos tomates”, dijo con una sonrisa. “¡Me siento en deuda! Entonces, una vez que mis puerros estén bien, o si consigo muchos pepinos, siento que debería dárselos a algunas amigas”.

A Kacha, en Highland Park, le encanta pensar que este nuevo sistema de trueque y comercio se mantendrá, y que más californianos aprovecharán el hecho de que, en el Sur de California, se puede cultivar prácticamente cualquier cosa a pequeña escala.

“Siento que el césped de las personas debería servir como comida”, dijo Kacha, justo cuando una vecina, Amy Olk, de 48 años, caminaba con su perro.

“Estoy un poco obsesionada”, admitió Olk en relación al jardín de Kacha. Luego reflexionó sobre comenzar realmente su propio jardín.

“No sé qué plantar en el verano”, dijo, mientras el cálido sol de California parpadeaba a través de las nubes de la mañana. “Voy a tener que investigar eso”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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