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Columna: Primero una muerte en la familia, luego otra, y la cifra siguió aumentando para una pareja de Inglewood

Sosteniendo una foto que muestra a miembros de su familia extendida, Tony Wafford posa para un retrato fuera de su casa el viernes 22 de mayo de 2020 en Inglewood, CA. Wafford, un educador de salud en la Clínica Oasis del Hospital Comunitario Martin Luther King Jr. y su esposa Diane Walker, una comandante retirada del Sheriff, han perdido parientes por COVID19 en poco más de una semana.
(Kent Nishimura/Los Angeles Times)

Un activista de la salud ha visto un sombrío ejemplo de disparidades en la salud en las tragedias de su propia familia por COVID-19.

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La primera muerte por COVID-19 se produjo a fines de la primera semana de mayo, y eso fue bastante difícil de manejar.

Luego llegó otra muerte en la familia, y otra, y otra más.

El residente de Inglewood, Tony Wafford, y su esposa Diane Walker perdieron a cuatro familiares por COVID-19 en una semana.

“Fallecieron tan rápido que ni siquiera pude registrar la pérdida”, manifestó Wafford. “Mi casa parecía una florería, con ramos y frutas procedentes de todos lados”.

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Walker, comandante retirada del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles, contó las muertes. Primero, su hermano de 63 años falleció en Baltimore y exactamente una semana después, el hermano de Wafford, de 60 años, murió en Cincinnati. A mitad de esa semana, Wafford perdió a un sobrino de 49 años en Brooklyn y a otro sobrino de 50 años en Dallas.

El hospital comunitario Martin Luther King Jr., donde esta mujer está siendo tratada por COVID-19, ha sido duramente afectado por el coronavirus, y ahora enfrenta la posibilidad de que los recortes presupuestarios estatales también reduzcan su presupuesto.
El hospital comunitario Martin Luther King Jr., donde esta mujer está siendo tratada por COVID-19, ha sido duramente afectado por el coronavirus, y ahora enfrenta la posibilidad de que los recortes presupuestarios estatales también reduzcan su presupuesto.
(Francine Orr/Los Angeles Times)

Wafford se enteró de la muerte de su sobrino de Dallas cuando “mi hija llamó llorando”, relató. “Él era su primo hermano”.

Para Wafford, el dolor y la ira a veces son difíciles de separar. Durante décadas, ha trabajado como activista comunitario para abordar las disparidades en las tasas de enfermedades entre las personas de color. Como él lo ve, el coronavirus no es equitativo. Busca injusticias y se acumula en Baltimore, en Nueva York, en Nueva Orleans, en Los Ángeles y en casi cualquier otro lugar al que ha golpeado.

“El COVID entra y aprovecha todos los otros problemas que hay”, dijo Wafford, “y con las personas negras siendo el número 1 con todos los problemas de salud conocidos, esto es un caos”.

Según los datos de salud del condado de L.A., las personas negras tienen el doble de probabilidades de morir por COVID-19 que la gente blanca, con una tasa de mortalidad entre los latinos casi tan alta como la de los negros. Según el condado, los individuos que viven en las áreas más pobres fallecieron por COVID-19 a una tasa de 29 por 100.000, en comparación con ocho por 100.000 en algunas de las áreas más ricas del condado.

Wafford dijo que entre los cuatro familiares que perdió, sólo su hermano podría ser llamado indigente. Pero al menos dos de los otros tres tenían problemas de salud subyacentes, a pesar de ser de clase media. Wafford cuestionó la calidad de la atención médica que recibieron, y también le preocupa que el hermano de su esposa y su propio hermano no hayan sido tan cuidadosos como deberían haber hecho protegiéndose con mascarillas y el distanciamiento social.

“Es una ironía tan trágica que la familia de Tony esté pasando por esto”, manifestó la psicóloga de UCLA la Dra. Gail Wyatt, quien señaló que ha trabajado con Wafford en proyectos de divulgación de salud pública durante más de 30 años. Wafford es quien ingresa a la comunidad y educa a las personas que pueden confiar en el sistema de salud sobre lo que hay disponible, ya sea para el tratamiento del SIDA o la prevención de COVID-19.

Wyatt ha visto de cerca cómo las tasas más altas de diabetes y enfermedades cardiovasculares entre las personas de bajos ingresos y las minorías los ponen en alto riesgo de cualquier dolencia que se presente. “Todo lo que ha cambiado es la enfermedad”, enfatizó.

Wafford en su casa de Inglewood.
(Kent Nishimura/Los Angeles Times)

Viven en nuestros vecindarios más peligrosos y poco saludables por el medio ambiente. No siempre tienen acceso a buenas escuelas o a una atención médica conveniente y de calidad. Batallan con el trauma y el estrés de la lucha diaria, y la comida sana no siempre es fácil de conseguir o asequible.

“Si supiéramos cómo cuidarnos mejor, no estaríamos en riesgo”, subrayó Wyatt. “Esta es una batalla en la que las personas por si mismas deben participar. No hablamos lo suficiente sobre la atención médica. Conversamos de comida, juegos, celebridades. Pero no de salud”.

Wafford había estado trabajando últimamente en una clínica de South Los Ángeles donde dirige sesiones sobre salud sexual y cardiovascular. El Dr. Wilbert Jordan, quien dirige la clínica, dijo que aprende mucho sobre sus pacientes y las razones económicas y culturales de las altas tasas de enfermedad cuando los visita en sus hogares.

“Podrías encontrar con que ocho personas duermen en una misma habitación. Esto es cierto tanto para algunos negros como latinos”, expuso Jordan, ”y si alguien de ellos está enfermo, todos los demás pronto lo estarán”.

Jordan agregó que la propagación del virus también podría haber sido impulsada por la fe, por así decirlo.

“Conduzca por cualquier calle de South Los Ángeles y pasará cuatro o cinco iglesias pequeñas”, dijo Jordan, quien sospecha que, antes de que comenzara el distanciamiento social, las congregaciones que se reunieron en espacios reducidos podrían haber estado expuestas.

El viernes por la mañana, la Dra. Elaine Batchlor recibió un mensaje de texto informándole de un aumento en el número de pacientes con COVID-19 con ventiladores en el Hospital Comunitario Martin Luther King, donde es la directora ejecutiva. La cifra total de pacientes hospitalizados en MLK con el virus se ha mantenido bastante estable, alrededor de 30, dijo Batchlor, pero incluso sin una pandemia, el desafío diario del hospital es monumental.

“En South Los Ángeles tenemos una línea base de enfermedades crónicas que ha sido mal tratada”, señaló Batchlor.

Médicos y enfermeras se apresuran a salvar la vida de un paciente en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Comunitario Martin Luther King, Jr.
(Francine Orr/Los Angeles Times)

“Tenemos más de 100.000 visitas a nuestra sala de emergencias cada año debido a las altas tasas de diabetes, hipertensión, enfermedad pulmonar y afecciones de salud mental. La tasa de diabetes es tres veces más alta que el promedio, y las amputaciones se encuentran entre nuestros procedimientos más frecuentes”, continuó Batchlor.

“La esperanza de vida promedio en South Los Ángeles es 10 años más corta que la media de California”.

¿Por qué? Debido a que el 12% de los pacientes no cuentan con seguro y el 70% posee Medi-Cal, lo que significa que el hospital tiene problemas para reclutar médicos que trabajen por las bajas tasas de reembolso que ofrece el programa de salud del gobierno.

Y como si ese no fuera un comentario lo suficientemente triste sobre cuán fracturado y desequilibrado está el sistema de salud en la nación más rica del mundo, considere esto:

El déficit presupuestario proyectado por el estado de $54 mil millones ha llevado a recortes propuestos que incluyen la eliminación de un fondo suplementario que se estableció para King Community Hospital cuando se abrió hace cinco años. Batchlor señaló que su hospital podría perder $30 millones.

“Ese es un corte devastador. Tendríamos que cerrar algunos servicios y eliminar varios médicos”, expuso Batchlor. “Treinta millones de dólares es el 10% del presupuesto”.

El recorte propuesto de Sacramento podría ser una herramienta para sacar más dinero del gobierno federal por las brechas presupuestarias creadas por la pandemia. Pero en caso de que no funcione, el supervisor del condado de Los Ángeles, Mark Ridley Thomas, dice que él y sus colegas ya están presionando a los funcionarios estatales y federales para evitar que King Community Hospital sufra cortes devastadores.

“Tenemos que mantener esa presión”, dijo Ridley Thomas. “No hay ningún sector que tenga necesidades de atención médica más profundas que el cuadrante sureste del condado”.

Wafford, de 63 años, reveló que una de las cosas más difíciles sobre la terrible experiencia de su familia fue que los seres queridos no podían reunirse para honrar a los que habían “hecho la transición”, como él llamó a los decesos. Sacudido por la fuerza letal del virus, Wafford comentó que se sometió a una prueba COVID-19. Dos semanas después, todavía no había obtenido los resultados. (Hasta el viernes seguía esperando el resultado de su prueba, pero la obtendría hasta el lunes).

Wafford dijo que recordó las palabras pronunciadas en 1966 por el Dr. Martin Luther King Jr: “De todas las formas de desigualdad, la injusticia en la atención médica es la más impactante e inhumana”.

“Eso fue hace más de 50 años”, destacó Wafford, “y ahora es absolutamente peor”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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